28 julio, 2021
Mar Lafuente Foto y vídeo: Pedro R. Arias y Fernando Murad
Dicen que el vino nos puede hacer viajar en el tiempo y nosotros hoy vamos a hacerlo. De un sorbo nos vamos al pasado para descubrir a qué sabe el vino alicantino que, hace cinco siglos, enamoró a Cardenales del Renacimiento y a Reyes de Francia. Es el más reputado y reconocido de la historia del vino de Alicante, El Fondillón. Esa joya enológica centenaria que quedó olvidada y que hoy está volviendo a recuperar la posición que tuvo gracias a proyectos como los de MG Wines.
El Fondillón es un vino muy especial, con un aroma y un sabor muy diferente a lo que nos viene a la cabeza cuando pensamos en un vino. Hoy Salvador Poveda nos presenta uno de los fondillones que elabora el grupo MG Wines en Bodegas Monóvar: Fondillón 50 años ‘Siempre te esperaré’. Se trata de un vino generoso y embocado que ha estado envejeciendo pacientemente en los toneles monoveros centenarios del siglo XIX. Es por eso que se fundamenta en el bien más valioso de nuestras vidas, en el tiempo.
Este vino nace de los viñedos de uvas de monastrell situados en las laderas del Vinalopó, concretamente de una selección de las soleras de más de medio siglo que tiene Bodegas Monóvar. Su suelo es calizo, blanco y con pequeñas rocas de piedra tosca mezclada con la tierra.
Fondillón 50 años ‘Siempre te esperaré’
Color: ámbar brillante con reflejos de caoba.
Aroma: nariz muy potente, clásica, aroma exuberante de monastrell añejada, madera de roble americano centenario, roble salvaje muy viejo. Muy oloroso con aromas de mueble antiguo y roble anticuario, barniz y recuerdos de yodo marino. Notas amieladas. Los toques son finamente ahumados y salinos, siempre vuelve a las notas de vieja sacristía y maderas antiguas, recuerdos muy agradables de tofes, cafés, tabaco, algarrobas, pan de higo y almendas tostadas.
Boca: se pasea tranquilamente por el centro de boca ofreciendo notas entre acarameladas y ajerezadas, recuerdos de fruta seca y pasa ajustados a su sequedad y una gran longitud que hace el vino eterno en boca. Potente al paladar, concentrado e intenso, el alcohol está perfectamente integrado, con final elegante y complejo.
Este postgusto entre finas maderas y toques de fruto seco y piel de nuez le permiten combinarlo con un brownie, galletas, pasteles, helado de turrón, una tarta de almendras o un surtido de quesos azules y duros de curación elevada. Liga perfectamente con las pastas de pueblo, tortas de almendra y nueces, mantecados, rollitos de aguardiente, sequillos, perusas y toñas monoveras, turrones blandos y guirlaches. Pero a la vez también es perfecto para el aperitivo donde los sabores ligeramente dulces contrastan gratamente con los salazones y toda clase de almadraba, hueva de atún, mojama, bonitos, bacalao seco y por supuesto con unas almendras fritas con sal gorda.
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