17 agosto, 2018
Jaime Nicolau
Hay dos cosas que tiene La Mancha que cautivan al turista que la visita. Una es su excelente gastronomía. Otra las bellas plazas de algunos de sus pueblos. Ese es nuestro paseo de hoy: Entre platos y plazas. Vamos a detenernos en algunas de las que conocemos. Son muchas más, pero seguro que las que aquí encontrarán no les van a dejar indiferentes.
Comenzamos por Viso del Marqués y su espectacular «Pradillo». Si uno llega a esta bella localidad de algo más de 2000 habitantes por la carretera que se toma en Almuradiel, en la A4, no espera ni por asomo lo que le espera al final de la calle Pozobueno. Una espectacular plaza desde la que uno contempla, como si tiempo se detuviera, a un lado el Palacio de los Marqueses de Santa Cruz, al otro, la Iglesia de Nuestra Señora de la Asunción, del s.XV. Ambos monumentales, ambos espectaculares, y ambos claros protagonistas en la declaración de «El Pradillo» como patrimonio histórico-artístico hace casi 40 años.
El Palacio de los Marqueses de Santa Cruz fue construido entre los años 1564 y 1586 por orden de Álvaro de Bazán, primer Marqués de Santa Cruz y almirante de la Marina, quien debido a sus largas estancias en Italia e influenciado por los gustos de la época, contrató un selecto grupo de artistas italianos para la obra. Su ubicación, en plena Mancha resulta estratégica, pues el almirante quiso fijar su residencia en un punto estratégico equidistante de la corte madrileña y de las bases de sus escuadras, en Cádiz, Cartagena y Lisboa. Cuentas los lugareños que «Don Álvaro de Bazán construyó el Palacio en El Viso porque pudo y porque quiso». No dejen de visitar el Palacio. Tampoco la iglesia, pues guarda sorpresa. Además de la belleza del templo, destaca por la presencia de un cocodrilo de grandes dimensiones en sus paredes, capturado en uno de los viajes del Marqués.
Si después quieren comer, pueden dejarse caer en cualquiera de estos locales sin miedo porque comerán de fábula: Los Leones, en la propia plaza del Pradillo, donde degustar platos típicos en su Mesón o tapear en la zona del bar. En Cervecería Pinky, a sólo unos metros de la puerta del Palacio. Cristian y su gente han conseguido hacer de su local una cita fija para el tapeo o las carnes. Por último, otro clásico, el bar Mi Cortijo en la calle Real. Allí María del Valle y sus hijos José y Mercedes, les harán sentirse en casa. Si piden carne de pincho, adobados como nadie, ojo a los dedos. Sí, no hace falta que lo digan que ya lo digo yo, el Viso es especial para quien escribe.
Seguimos nuestro recorrido y la segunda parada es Almagro. La localidad manchega no necesita presentación. Es un lugar mágico ligado de manera muy especial al mundo de la cultura, siendo afamado su Festival de Teatro. La mayor singularidad de esta plaza se centra en sus lados mayores, donde se levanta un armónico conjunto de viviendas que se disponen sobre soportales en dos alturas, sostenidas por ochenta y cinco columnas de piedra de orden toscano, sobre las que descansan las gruesas zapatas y vigas de madera pintadas de almagre.
Estas edificaciones de modestos materiales tienen su mayor originalidad en el doble piso de galería acristalada, que proporciona un característico sabor y notable originalidad al conjunto por tratarse de un caso singular de la arquitectura castellana. La Plaza Mayor se ha convertido en lugar de peregrinación de decenas de miles de turistas al año, en busca del Corral de Comedias.
Un paseo por la villa y a retomar fuerzas en La Tabernilla de Almagro. Ya hemos hablado alguna vez de ella. Empiecen con el Torrezno, espectacular, y después échenle encima lo que quieran.
Y la tercer parada es hoy Villanueva de los Infantes. Infantes para muchos todavía. Es la localidad que vio morir a Francisco de Quevedo, uno de los más grandes de las letras españolas, señor de la Torre de Juan Abad, localidad vecina donde estableció su residencia hasta que su enfermedad le hizo trasladarse a Infantes, donde sus visitas eran constantes por la belleza del municipio, hasta que acabó sus días en el convento de Santo Domingo. Su Plaza Mayor es de estilo neoclásico. Elemento clave del diseño urbano donde se instalaron las principales instituciones: política y religiosa. De principios del XVII, tiene planta rectangular. Al sur, amplias balaustradas de madera sustentadas por zapatas. En los otros dos lados una sucesión de arcos de medio punto.
Comer en Infantes no es tarea difícil: Las Delicias del Arco o La Fonda de Quevedo son dos lugares donde no fallar cerca de la Plaza Mayor. Más apartado aunque la visita vale la pena, Jaraiz Gastro.
Así ha sido nuestro recorrido entre Plazas y Platos. Con mayúsculas ambas, sí.
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