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“La gente del campo ha demostrado que tiene un papel decisivo en la sociedad”

5 March, 2021

Jaime Nicolau
Vive con pasión el mundo del vino. La innovación y la tradición representada en la gente del campo son dos pilares que guían su día a día en Bodegas Riojanas. Trabaja porque la sostenibilidad esté presente en cada uno de sus pasos y está convencida de que generar conocimiento es una de las herramientas que el sector del vino tiene a su alcance para ser respetuoso con el planeta y dejar el legado que corresponde a las generaciones futuras. De esta filosofía nació la Escuela de Viticultores de Bodegas Riojanas que ella misma dirige. Hablamos con Natalia Olarte, una de las ‘mujeres del vino’ que pisan fuerte en nuestro país.

5barricas.- Para una persona que vive tan intensamente la sostenibilidad más allá del mundo del vino, con esta pandemia está dando la sensación de que cuando el hombre frena el ritmo infernal al que vive la naturaleza respira mejor. ¿Qué lección debemos sacar de todo esto?

Natalia Olarte.- La lección que yo he extraído como persona es que este año se ha puesto de manifiesto el valor primordial que tiene la cadena primaria a nivel mundial. Es un sector acostumbrado a las dificultades y que quien no tiene una pandemia estacional tiene una pandemia todos los años. Es un sector que ha sabido sobrevivir a pandemias de precios, a pandemias de relevo generacional, a impactos del cambio climático, a impactos de gustos de consumidor… Cada año la gente de campo sufre una pandemia y son sumamente fuertes y rápidos en su respuesta como para poder sobrevivir, tomar decisiones y continuar con el modelo sostenible y seguir trabajando con ilusión, esfuerzo y mucha pasión.

5b.- ¿Han demostrado ser un sólido pilar en el entramado de nuestra sociedad?

N.O.- Creo que es la gran lección que han dado. Yo destaco la generosidad de la gente de campo, que no sólo nos han dado una lección a la hora de producir alimentos seguros y que llegasen a nuestras casas, sino que también han sacado su lado más social con la desinfección de pueblos y ciudades. Hemos visto en todos los telediarios cómo nuestros viticultores salían a la calle y aportaban su granito de arena para desinfectar las calles y hacer de una forma más segura que sus vecinos también saliesen. Yo creo que esa es la lectura que nos dejan. Que a pesar de que nos olvidemos muchas veces del sector primario, desempeña un papel muy importante y decisivo en el conjunto de la sociedad. También diría, a colación de esto, que tenemos que volver a lo local, a lo que es la marca local. Siempre hemos hablado de globalización y si hablamos de vino, hablamos de un producto o de un alimento que está en todo el mundo, pero no es igual en todo el mundo. El concepto vino es igual. Lo que sería la definición en España, en Estados Unidos, en Suiza o en Sudáfrica. Pero cada uno tiene sus propias características. Y ese producto local lo que ha hecho también es generar economía circular a su alrededor, fijar población, poner en valor ese patrimonio social y cultural, revalorizar zonas, poner en valor el agroecosistema. Y al final volvemos a lo mismo. Esta cadena primaria está ayudando de forma indirecta a ser generoso con la sociedad, a mitigar el cambio climático, a apoyar la sostenibilidad en todos los ámbitos: cultural, social, económico y el puramente estricto de la sostenibilidad. Creo que son un gran ejemplo a seguir y cualquier gobierno y cualquier empresa debe fijar su foco en ellos y potenciarlos.

5b.- ¿Ha sido capaz esta pandemia de incrementar la conciencia por la sostenibilidad?
N. O.- El sector agrícola ya estaba concienciado con la sostenibilidad, pero para la gente que lo vive desde fuera, quizás sí. Porque la gente no estaba todavía mentalizada en cómo iba a afectar, por ejemplo, el cambio climático a sus vidas. Asocian que hay un incremento de temperaturas que produce cambios en sus hábitos, por ejemplo en sus horas de playa, o para programar un día en la montaña. Desde la parte de viticultura lo afrontamos como un reto al que nos vamos a tener que adaptar sí o sí. Un reto del que venimos hablando ya desde hace años. Hemos visto cómo ha habido una traslación de las plagas cuaternarias, como por ejemplo la que hablábamos en su día en la zona de Mallorca con Los Olivos. Yo creo que la gente siquiera ha sido más consciente de cómo una pandemia a nivel mundial puede cambiar o modificar tus hábitos del día a día. Es lo que realmente pasa en el campo todos los días. Aparece una plaga traída de otro país con una especie invasora. Y tienes un gran problema. Lo estamos viendo. Lo vemos en el viñedo. Entonces veo que esa sensibilidad humana sí que se ha despertado.

5b.- ¿Se percibe también en los consumidores una mayor sensibilidad hacia el producto local?

N. O.- Así es. Nosotros aquí en Cenicero llevamos muchos años poniendo en valor el producto local. Además lo ponemos en valor como algo generoso, porque al final es marca de tu tierra y cuando un producto tiene su valor y es capaz de interrelacionarse con el resto del conjunto de empresas, lo pones en posición y generas un ecosistema que es diverso y en el que se generan muchas sinergias y dejar claro que mucho del trabajo que se estaba haciendo es producto de la innovación. Por ejemplo: un producto sostenible puede ser una herramienta para combatir una plaga a nivel mundial. Yo creo que eso es lo bonito de la situación actual, el poner en valor lo que era innovación, que muchas veces tampoco ha habido una conciencia de que innovar es necesario. Se han destinado partidas muy pequeñas a nivel de los gobiernos. Nuestros científicos han tenido que salir a otros países y creo que hoy en día más que nunca ha quedado latente también que no sólo el sector privado es necesario. También necesitamos generar conocimiento, transferirlo e innovar en todas las empresas para competir por los consumidores y mercados, pero también ser capaces de generar conocimiento.

5barricas.- Uno de los proyectos más destacados de Bodegas Riojanas es su Escuela de Viticultores, que diriges. ¿Cuéntanos cómo nace y qué papel crees que puede representar?

N. O.- El proyecto de la Escuela de Viticultores nació como parte del área de innovación. Luego lo hemos catalogado como innovación social. Nuestra compañía de Bodegas Riojanas es una empresa familiar que, a día de hoy, es la quinta generación. Se ubicaron aquí en Cenicero. Es una bodega centenaria de las pocas que se ubicaron en la zona y su nacimiento en 1890 fue con el concepto château (la bodega en medio del pueblo y disponían de una masa de viñedos de más de 2000 hectáreas alrededor de ella). Pensábamos que la Escuela de Viticultores era una forma de devolverle a Cenicero y a los agricultores todo lo que habían hecho por nuestras marcas centenarias. El primer objetivo era potenciar una escuela de viticultores gratuita para poner en valor la innovación, que cualquier empresa de cualquier punto del mundo pudiese venir aquí a hablar de sus innovaciones y a darnos herramientas. El segunda factor era la transferencia del conocimiento. Nos hace fuerte al mundo del vino y al ecosistema del vino. Lo que hicimos fue abrir las puertas no sólo a nuestros viticultores, sino a cualquier técnico, a cualquier institución pública, a cualquier persona que tenga curiosidad por saber qué estaba ocurriendo. Y la tercera pata, que la vamos modificando según vemos las necesidades, era intentar acercar esos retos, esas necesidades que tiene el sector, a este conjunto de personas que tienen esa capacidad de unirse para hacer que el vino sea un alimento seguro, estable y bueno y poner en valor nuestro ecosistema. Con esas tres patas  intentamos trabajar en tres frentes: la sostenibilidad, el impacto del cambio climático y la digitalización.

5b.- Puedes profundizar más en ese concepto de la digitalización.

N. O.- Con esta pandemia nos hemos dado cuenta de que no éramos digitales. Creíamos que sí lo éramos, pero realmente no lo éramos. Somos muy tradicionales. Nos gusta mucho el tú a tú, el ir a un bar a hablar, el tomar un vino, a compartirlo y ahora nos hemos visto desbordados con muchas herramientas, no sólo a nivel de campo, que ya las estábamos utilizando para combatir este cambio climático, sino a nivel de bodega, a nivel de marketing sensorial, a nivel de comunicación. Hemos tenido que romper todos los esquemas con sistemas digitales. Por eso hemos traído a la Escuela startups de personas muy jóvenes que han desarrollado herramientas que pueden ser factibles para cualquier empresa el sector del vino. También hemos traído a las casas de fitosanitarios para ver qué alternativas plantean porque el cambio está aquí y necesitamos herramientas que se adapten a esta nueva realidad. Y estas empresas nos han sorprendido con productos que respetan el campo, el sistema, porque al final lo que intentamos es buscar un equilibrio entre suelo, planta, la fauna antropológica y el paisaje. Entonces tenemos que poner en valor también esas empresas, porque al final ellos desarrollan productos o tienen tecnologías y hacen muchas pruebas en campo que muchas veces solo se quedan para su grupo de clientes. De esta manera compartes experiencia, generamos más contacto porque es un espacio de networking.

5b.- ¿La sostenibilidad es el tema estrella?

N. O.- Me gusta decir que tenemos que apostar por viticultura regenerativa, por mantener el patrimonio vegetal autóctono que tenemos en cada comunidad. Es maravilloso. Hay que recuperarlo, hay que protegerlo. Hablamos de un suelo vivo que hasta ahora solo hablábamos de propiedades físicas o químicas. Ahora hemos descubierto una ciencia capaz de transmitirnos mucha más información, como si fuese la PCR del suelo, que nos dice cuántos microorganismos hay, cómo interactúan con la planta, qué fertilizantes pueden ser beneficiosos para mi planta o cómo tengo que trabajar para que ese suelo tengo otra vez vida y vuelva a resurgir. También hemos tenido conferencias de marketing, de paisaje, de turismo, de cultura… En definitiva, lo que hemos intentado es devolverle a la ciudad de Cenicero, y también al conjunto de la sociedad, lo que nos habían dado con nuestras botellas durante los más de 125 años que estamos en el mercado. Ha sido un proyecto que ha tenido una gran acogida. A veces se nos va de las manos porque hay charlas que despiertan tanta curiosidad que entra gente de los rincones más insospechados del mundo (ríe)… pero bueno, creo que eso es lo bonito del mundo del vino. Intentamos hace cuatro o seis escuelas al año, con distintas temáticas y vamos a seguir empujando fuerte este proyecto porque la acogida ha sido fantástica.

5b.- ¿Qué es ese concepto general que tú defines como economía verde?

N. O.- Es sencillo. Nosotros estamos en el año 2021, pero yo soy una persona muy considerada y mi compañía también con que no tenemos que hipotecar a las generaciones venideras. Nosotros tenemos que ser capaces de consumir solo lo que necesitemos y cuidar el planeta para que las generaciones que vienen por detrás puedan tener una conversación como la que estamos teniendo nosotros y cuenten lo que hacíamos en el año 21. La economía verde circular la entendemos durante todo el ciclo de vida del vino, desde el campo hasta el consumidor final. Cómo somos capaces de ir integrando pequeños actores, desde la industria auxiliar del vino, pequeños generadores de agroecosistemas. Cómo se va a cuidar el paisaje, la fauna. Cómo podemos aprovechar los residuos que tenemos de nuestro propio proceso de fabricación. Y ser capaces de hacer un círculo cerrado que sea sostenible y que nos ayude a cuidar el planeta, a potenciar los valores de la sociedad, a poner en valor los objetivos de desarrollo sostenible para que sea el cierre del círculo. Generamos un producto que es bueno, pero con todas las experiencias que se producen alrededor. Estamos muy orientados en que todo ese ciclo se cierre y generar dando un valor y también para dejar un legado a la gente que está detrás. Ese es mi concepto de Economía circular y al final lo que generamos es una riqueza social, medioambiental y económica. Las explotaciones tienen que ser rentables.

5b.- Ese trabajo ha llegado también a las empresas de fitosanitarios y hace poco la multinacional Suterra lanzaba un producto revolucionario de feromona líquida, el Subvert. Desde tu punto de vista como directora de innovación, ¿supone la utilización de feromonas en la agricultura una revolución tan grande como parece?

N. O.- Yo creo que es una apuesta interesantísima por mantener el ecosistema. Vuelvo a lo mismo. Al final hay un desplazamiento de plagas cuaternarias que se está produciendo por un incremento de las temperaturas. Fundamentalmente estas plagas, como la lobesia o polilla del racimo, se regeneran muy rápidamente porque al incrementar la temperatura con el cambio climático sus ciclos se acortan. Productos como Subvert ofrecen al agricultor o al viticultor una herramienta que le permite estar más tranquilo durante todo el ciclo vegetativo del viñedo y a la vez no estamos utilizando insecticidas. Los insecticidas eliminan lo bueno y lo malo. Rompen ese equilibrio. Productos como el lanzado por la casa Suterra son muy interesantes para ir reduciendo o eliminando esos insecticidas. La solución de feromona líquida para mí es muy interesante. Ha sido uno de los protagonistas en nuestra Escuela de Viticultores. Y lo que estamos viendo con estas nuevas feromonas es que se pueden ampliar a parcelas mucho más pequeñas. Las feromonas nos ayudan a que las uvas sean más naturales, a potenciar los aromas, los sabores, a facilitar los procesos de fermentación. También es positivo al final porque nos ayudan a respetar el medio ambiente hasta ser sostenibles y a potenciar alimentos seguros. Invitaría a las empresas de ese sector, como Suterra, a que innovaran todos los días que quieran para poner en valor todas esas herramientas (ríe). Ahora que todavía tenemos tiempo de probarlas, de adaptarlas y de mejorarlas, es muy interesante. Creo que esta sostenibilidad ha llegado como una herramienta de diferenciación y de arraigo a la sociedad, y creo que es algo que hay que hacerlo por pasión, por esfuerzo y por convencimiento, no porque sea una moda pasajera. Creo que cada día vamos a ver cosas que nos van a sorprender, que no hemos empezado el Matrix que tenemos delante y que hay que ir abriendo la mente del trabajo en equipo, de colaboración y de puesta en valor. Ya te digo, creo que esta pandemia ha sido el inicio de una larga trayectoria de cosas que nos van a venir.

5b.- Lo has comentado al principio de la entrevista pero, ¿crees que el consumidor está mirando mucho más al producto local, a lo que tiene cerca?

N. O.- Creo que vamos a volver a los orígenes y apostar por lo nuestro porque también es una forma de diferenciarse. España tiene una cosa muy buena y es que somos muy ricos a ese nivel y en cada zona con una marcada personalidad. Somos muy diversos. Tenemos que volver a hacer un poco ese concepto chovinista de creérnoslo y de poner en valor lo que somos. Y por otro lado, también creo que es muy importante no sólo ser marca, denominación de origen, IGP o la marca de tu proyecto, sino que también tenemos que aprender a hacer marca España, porque al final todos sumamos y todos estamos haciendo cosas fantásticas. Creo que tenemos que aprender a poner en valor lo nuestro, porque hemos sido muy expertos en vender, pero no hemos sabido poner en valor el vino español en toda su geografía.

5b.- Para terminar y después de todos los palos que hemos tocado, ¿es el vino una tabla de salvación para la España vacía?

N. O.- El vino en sí es una oportunidad a nivel mundial para todos y además, sí es una gran oportunidad para la España vacía. A ver, aquí en Cenicero lo hemos visto. Rioja tiene municipios muy pequeños y muy diversos, como Cenicero, que son dos mil personas. Pues tiene un montón de trabajo asociado a esta industria del vino relacionado con el enoturismo. Así, se están poniendo en valor los pequeños hoteles rurales comercio, la gastronomía y lo importante del turismo, que creo que es sumar. Es decir, no es incompatible el ir a Valencia y disfrutar de una buena playa o de un arrocito en Castellón con poder ver un proyecto vinícola. Para mí el enoturismo también ha roto barreras en esta crisis, en esta pandemia. España tiene que aprender a triangular entre sus comunidades, porque al final lo que busca el turista es una experiencia en torno al vino. Pero cada uno entendemos esa experiencia de una forma. Se han identificado distintos tipos de turistas del vino. Desde el que busca naturaleza, cultura y, por ejemplo, montar a caballo, hasta gente que es más tecnológica, más digital, gente que le gusta combinarlo con cultura, con música… que al final el vino es cultura y mucho patrimonio. Yo lo veo como una gran oportunidad y más ahora que hemos puesto otra vez en valor los pueblos. Se están viendo proyectos chulísimos a nivel nacional, no sólo de vino, sino de quesos, de ganadería, de apuesta turística. Yo creo que al final esa es una buena fortaleza que tenemos como país. Pero tenemos que ser capaces de tener ese contacto más personal con nuestros enoturistas, a darles lo que buscan. Volvemos un poco al enoturismo digital, a conectar, porque cuando uno no puede salir de su casa también puede hacer turismo. Estamos viendo muchas herramientas para seguir conectados.

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