4 marzo, 2021
Pepelu González – Fernando Murad
Proveniente de una larga tradición de familia vitícola, Juan Piqueras comenzó en el mundo de los vinos de la mano de sus familiares, cumpliendo «castigos» por no estudiar lo suficiente. Su vida siguió ligada a este mundo cuando decidió cursar enología en la Escuela de Viticultura y Enología de Requena. Fue allí donde vivió un punto de inflexión y comenzó a apreciar, de verdad, esta rica cultura que se gestaba en sus tierras de origen. Tras superar sus estudios realizó las prácticas en una de las primeras D.O Pago de España, en la Bodega Manuel Manzaneque, en la que permaneció hasta 2016. Conoció a Susana, su pareja, y junto a ella comenzó el sueño de crear su propia empresa, Bodegas Pigar.
P- ¿Cómo comenzó tu idilio con el mundo de los vinos?
R- Bueno, mi familia ha tenido siempre viñas. Desde mi abuelo paterno, Álvaro y el materno, Juan, mis bisabuelos… Yo siempre trabajaba en la viña, desde pequeñito. Al principio empezó siendo como un juego, luego eran también castigos, porque si no estudiaba pues me tocaba ir a sarmentar o me tocaba ir a hacer historias.
No era muy bueno en los estudios, en el instituto. Eso no me terminaba. Así que empecé a estudiar enología. Como lo había tenido en casa, era algo que me motivaba un poquito más.
En mi casa han sido agricultores. Mis abuelos tenían bodegas en los años cincuenta y cuarenta y tantos, aquí en el pueblo, en Campo Arcís. Aunque ahora mismo sea un pueblo muy pequeñito, en aquella época había como sesenta y tantas bodegas.
P- ¿Cuáles fueron los inicios de Bodegas Pigar?
El proyecto empieza en 2014. Yo todavía estaba trabajando en Manzaneque, entonces los fines de semana nos veníamos, mi pareja Susana y yo a ver las viñas, los vinos…
Empezamos con muy poquita producción, con tres depósitos y haciendo, aproximadamente, unas dos mil botellas. Prácticamente lo hacían mis padres por teléfono. Yo les daba órdenes y ellos hacían lo que querían [ríe]
Teníamos un par de parcelas muy viejas. No merecía la pena trabajarlas para llevarlas a la cooperativa por el precio que ésta te paga la uva. Y dijimos: si estamos haciendo vino para casa y está gustando tanto, ¿por qué no lo producimos nosotros mismos? Así que arreglamos el garaje y lo legalizamos.
P- En 2016 dejas la Bodega Manuel Manzaneque y os centráis de lleno en Bodegas Pigar.
R- En el 2016 yo ya estaba un poco con el “culo inquieto” en Manzaneque y, con el apoyo de Susana dijimos: nos vamos al pueblo, trabajamos la viña y gestionamos nosotros la bodega. Así lo hicimos.
Nos vinimos desde Albacete a Campo Arcís y empezamos a llevarlo todo entre Susana y yo.
P- ¿Cuántas hectáreas de viñedo tenéis?
R- En la familia teníamos 21 hectáreas. Somos tres hermanos, así que se repartieron a partes iguales. Nosotros elegimos todo lo viejo, o sea todo lo que había plantado en vaso.
Empezamos a trabajar las siete hectáreas y, en 2016 comenzamos, también, con el proyecto de recuperación de parcelas al que llamamos “bobales perdidos”, aunque no solamente de la variedad bobal. Recuperamos tres parcelas abandonadas de unas dos hectáreas y media. Una de bobal, otra de royal y una de mezcla en la que hay cuatro variedades tintas y tres blancas. Esta parcela de mezcla está en Casas de Eufemia y tendrá unos noventa y seis años, aproximadamente.
Nadie sabía de que qué variedad eran. Hemos ido trabajándola y recuperándola, ya que estaba tres o cuatro años sin podar y sin labrar. Con mucho esfuerzo, mucho trabajo y con los dos primeros años prácticamente sin cosecha. Ahora mismo ves las parcelas y no dirías que han estado abandonadas. Están bien de salud y diría incluso que mejor que la de los vecinos, [ríe].
P- Como dices, empezásteis a trabajar con la bodega en casa, en el garaje. ¿La seguís teniendo así?
R- Por desgracia, seguimos ahí. [ríe]. Llevamos un par de años a ver si nos cambiamos, queremos comprar unos terrenos, con una nave y tal. Pero con todo lo de la Covid-19, pues frenamos, nos hicieron frenar. La idea es cambiarnos, no para crecer mucho, sino para trabajar más a gusto. Al final, aquí en la bodega se trabaja mucho, se mueven muchas cosas, y en el garaje es un tetris, una locura.
P- ¿Cómo fue tu experiencia en la Bodega Manuel Manzaneque?
R- En el 2007 hice las prácticas de Manzaneque, me gustó mucho. A los jefes les gustó mi forma de trabajar. Vieron que se me daba bien el campo, que trabajaba en la bodega y acabaron ofreciéndome un puesto en la bodega.
Así, en junio de 2008, entré ya como fijo y estuve hasta 2016. En ese año conocí a mi pareja, Susana. Nos planteamos dejar Albacete para venir al pueblo a trabajar las viñas, porque mis padres en ese momento se jubilaban y de este modo comenzamos con las Bodegas Pigar.
P- ¿Qué variedades empleáis en Bodegas Pigar?
Trabajamos con bobal, garnacha, syrah, macabeo, royal, tardana y chardonnay. También estamos elaborando con la tortosí, la airén y el valensi blanc. Estas tres, son esas variedades que están en la parcela de mezcla que elaboramos por separado.
P- ¿Qué es el Orange Wine?
R- Susana y yo empezamos a entrar en el mundo del vino natural. Aquí lo importante es conocer elaboraciones, ir a visitar productores, probar muchos vinos. Y bueno, entramos, empezamos a probar cosas muy auténticas, muy chulas y nos enamoramos de estas elaboraciones. Estoy seguro de que aquí, en esta zona, hace 100 años se hacían vinos de este tipo. El término “vino naranja” u “Orange Wine” es un término relativamente reciente.
Este tipo de vinos se han llamado en España vino brisado. Son muy típicos en la zona de Eslovenia, en el norte de Italia, o en Georgia. Antiguamente los vinos blancos se elaboraban macerando las pieles, porque con las prensas que había, el rendimiento de prensada de un blanco sería de un 40/50%. En cambio, si se maceraba y lo fermentaban con las pieles, el rendimiento sube a un 70%. Y claro, antiguamente no estaban para tirar. [ríe]
P- ¿Comenzasteis, entonces, a realizar pruebas?
Susana es muy curiosa, también con el tema de los vinos y dijimos: ¡joder!, ¿por qué no intentamos hacer pruebas?, vemos qué sale y si nos gusta seguimos esa dirección.
Y la verdad es que nos enamoramos de este tipo de vinos. Son vinos que realmente no son simples. Si te esperas encontrar un chardonnay en nuestro vino, no lo vas a tener. Son vinos que se parecen más a un tinto que un blanco. Son elaboraciones que te tienen que explicar antes de probarlas, hay veces que nos dicen: no sé si estaba bueno o turbio, estaba con un color así naranja. Y les digo: ¿Pero aun así os lo habéis bebido? Entonces malo no estaría, [entre risas].
P- ¿Vuestra producción es ecológica, natural…?
R- Cuando nos vinimos Susana y yo, dimos un giro a nuestro modo de elaborar, nuestra percepción del mundo del vino. El mundo del vino natural, sus productores, el consumidor, los bares que sirven estas elaboraciones… Es la filosofía que nos gusta. Así que decidimos meternos en ese mundo.
No lo llamaría ecológico, ese término está más relacionado con la burocracia y con sellos [entre risas]. Como bien he dicho, esto es una filosofía de vida, no va por modas. Elaborar sin aditivos, trabajar el viñedo sin echarle productos…
P- ¿Tuvistéis que escuchar que os tacharan de locos?
R- Corremos muchos riesgos, sí. Pero salen vinos muy únicos, muy ricos, y que sientan genial. Al final lo más auténtico es tener una uva sana, trabajar bien la viña y el vino. Eso no se estudia. Muchos profesores míos se echan las manos a la cabeza cuando ven que elaboramos los vinos sin ayuda de la tecnología, como lo hacían hace 100 años. [ríe]
P- ¿Cuántas referencias de vinos estáis produciendo actualmente?
R- Ahora mismo estamos haciendo 12 o 13. Nos lo pasamos en grande [ríe]. Nuestra producción es pequeña, del que más hacemos es el de Bobales Perdidos, unas 2500 botellas.
P- ¿Qué diferencias hay entre un productor de vino natural y uno tradicional?
R- Una de las principales diferencias es que el productor convencional adapta la uva a sus protocolos y nosotros, los naturales, nos adaptamos a la uva que tenemos cada año. Todos los años son diferentes, así que cada vino es distinto, mientras que el de los convencionales siempre es, prácticamente, igual. Hasta el estado de ánimo del viticultor influye en los vinos, si estás alegre saldrán más buenos que si vas a las viñas de mal humor. [risas]
P- ¿Vuestras ventas son nacionales o internacionales?
R- Exportamos casi todo. El 70/80% se va al exterior, a países como Estados Unidos, Suecia, Australia, Bélgica, Reino Unido y Alemania. Hemos empezado también en China.
Estados Unidos es un mercado muy bueno. Con Suecia también trabajamos muy bien, incluso durante la pandemia hemos estado trabajando allí. Pero bueno… las ventas más importantes son en Suecia, Australia y Estados Unidos.
P- ¿Cómo os ha afectado mucho la pandemia generada por la Covid-19?
La pandemia ha frenado mucho la producción, nos ha dejado en seco. [ríe]
Eso sí, la viña estaba como nunca, pero la venta… Sólo hubiese faltado que no me hubiesen dejado salir a la viña. [ríe] La verdad es que este año hemos trabajado mucho, como no se podía ni salir, ni viajar, ni nada, pues nos íbamos a la viña un rato. Eso nos ayudó también a no estar encerrados en casa dándole vueltas.
En tema de ventas sí que se ha notado, sobre todo fuera. Aunque, cuando abrieron el confinamiento creo que vendimos más que ningún otro año. Nosotros trabajamos con cupos y al no sacar vinos a otros países, se ha dejado más cupo para la gente de aquí. El año pasado, si los de aquí se querían llevar, que se llevasen. [entre risas]
P- ¿Ahora van mejor las cosas?
R- Ahora parece que van remontando. Empiezan a salir cosas y bueno, esperemos que se sigan llevando vino y que se siga bebiendo vino.
P- ¿Dónde os veis dentro de diez años?
R- Pues dentro de diez años me veo elaborando vinos con Susana. En la otra bodega. Fuera del garaje, en nuestra propia bodega y trabajando a gusto, pero aquí en la viña. Me veo en la viña y manteniendo la misma tradición.
Nosotros llevamos todo lo que conlleva la viña, hacemos la elaboración, Susana es ilustradora y hace las etiquetas de las botellas, nos vamos a ferias y administramos, también, la parte de ventas. La uva que cogemos con nuestras manos es la que metemos en la botella y se la llevamos al importador. O sea, hacemos todo el proceso.
Al final lo que intentamos vender en nuestras botellas es un proyecto de vida. No queremos hacer el mejor vino del mundo ni nada de eso. Aquí todos los años se nos ocurre algo, tanto a mí, como a Susana. Y con eso hacemos una nueva elaboración. Al final hacer vino son experiencias y en este mundo sólo tienes una oportunidad al año.
Se advierte al usuario del uso de cookies propias y de terceros de personalización y de análisis al navegar por esta página web para mejorar nuestros servicios y recopilar información estrictamente estadística de la navegación en nuestro sitio web.
Un comentario en
ÁRCENA el 20 junio, 2021 a las 11:16 pm:
Estimados amigos: Os he conocido a través de la entrevista a Manuela Romeral, en el Programa «La LLabor» de La Cadena SER, del pasado sábado 12 de junio. Mi felicitación por ese espíritu de recuperar viñedos perdidos. Por mi parte soy un total desconocedor del mundo del vino, pero un amante de la naturaleza. Vuestra forma de afrontar esta relación de respeto y amor por ella, me ha cautivado.
Os felicito y por supuesto me pongo mano a la búsqueda de un par de botellas de vino «La Cubé de Susana», que con mucho gusto regalaré a las personas que mas estimo.