12 marzo, 2021
David Blay
En todas las crisis existe una máxima difícilmente rebatible: el consumo de casi cualquier cosa cae a causa de la merma de ingresos de las familias. Y negocios hasta entonces prósperos, o al menos florecientes, sufren un frenazo o incluso acaban diluyéndose. Por muy bien que hubieran hecho las cosas hasta ese momento.
Vivimos, sin embargo, en una era de doble innovación: por una parte, somos la primera generación de la historia de la humanidad que puede trabajar desde donde le plazca gracias a la tecnología. Sí, un viticultor debe estar a pie de viña, pero eso no impide que pueda activar el regadío desde un teléfono móvil a 500 kilómetros de distancia.
Y por otra, las generaciones nacidas entre los años 80 del pasado siglo y el 2000 se han encontrado con una inseguridad económica que en la mayoría de casos no sufrieron sus padres, por lo que no pueden en general afrontar grandes gastos a largo plazo. O, diría incluso, a veces simplemente no quieren hacerlo.
Hemos visto cómo el COVID ha arrasado en tres meses empresas que habían durado décadas. Y es evidente que bienes como el vino, en parte por no ser considerados de primera necesidad y también por los cierres constantes de la hostelería han sufrido desplomes en su distribución y adquisición.
Y sin embargo, vamos a ingresar en un período donde gracias a las suscripciones y al pago por uso lo que antes era inviable hoy va a poder disponer de continuidad. O, explicado de otro modo, tanto consumidores como bodegueros tendrán la oportunidad de vivir de forma parecida a como lo hacían antes de la pandemia gracias a la economía a demanda.
Hace ya tiempo que los modelos ‘as a service’ funcionan en Estados Unidos y en algunos casos (muy concretos) han llegado a Europa. Su ventaja consiste en el consumo de un bien o servicio solo en el momento en el que lo necesitas, ahorrando de este modo costes fijos o desembolsos grandes que hoy son difícilmente soportables.
Un ejemplo (con el que ya trabajan algunas etiquetas de Utiel-Requena con empresas como ITT Rent) es el alquiler de tractores, lo que conduce no solo a la optimización del bien cuando es realmente necesario sino también a un enorme descenso de costes en amortización, seguros o reparaciones.
Al otro lado se sitúa la decisión del consumidor. Que en algunos casos ya dispone de una plataforma donde pedir vinos mensualmente por suscripción o incluso que tendrá la oportunidad de acceder a packs que le interesen cuando quiera disfrutarlos.
Es evidente que la crisis de 2020 ha superado en problemáticas a la de 2007. Pero también que la tecnología disponible hoy día, y la transformación de muchos negocios, nos permite afrontarla de otra manera.
Veamos si la economía de acceso es una puerta para la supervivencia de muchos. Porque, al menos, hoy sí existe esa posibilidad.
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