7 June, 2018
David Blay Tapia
Todos tenemos los típicos amigos ‘cocinillas’, a los que de vez en cuando apretamos para que nos obsequien con una cenita en su casa. Pero no nos importa solo la comida, que también, sino la experiencia que solemos vivir en su compañía. Habitualmente, ese tipo de eventos suelen congregar a personas que se conocen, pero con frecuencia también se añaden otras que hasta ese momento no habían sido asiduas al colectivo. O quedaban anteriormente por su cuenta, procedentes de grupos distintos. En esas quedadas sueles llegar un poco antes, mientras tus colegas están liados con la preparación gastronómica. Y te dicen que te sientes en el salón, o estés al lado mientras ellos preparan los platos, tomándote una cerveza. Una vez que ha llegado todo el mundo, os sentáis en una mesa unitaria. Y de los saludos protocolarios entre semi desconocidos se pasa en poco tiempo a la interacción activa, con el añadido de poder beber lo que quieras (o te ofrecen vino o lo has traído tú) y acabar casi siempre con una copa en la noche hasta altas horas de la noche. Hablando. Riendo. Disfrutando.
Germán Carrizo y Carito Lourenço enfocaron Fierro (que abrió hace tres años) con este pensamiento. Y todo aquel que ha pasado ya por allí en sus cuatro temporadas se ha llevado la misma sensación. Repitiendo, en algunas ocasiones, no tanto por probar las nuevas creaciones (que también) como por encontrar una experiencia diferente con gente distinta cada vez.
Cuando el futbolista del Valencia Club de Fútbol Carlos Soler quiso realizar un sorteo entre sus fans de Instagram para que cenaran una noche con él, se planteó dónde podría acudir. En muchos lugares hay reservados, sí, pero la entrada al restaurante es común. Y en ocasiones uno tiene ganas de estar con los suyos, o con los que ha escogido para esa noche.
Quería, además, encontrar un formato donde pudieran conversar tranquilamente durante varias horas (fueron más de tres, al final). Donde estuvieran en la misma mesa. Comieran lo mismo sin tener que preocuparse de mirar la carta. Y, en definitiva, se dieran cuenta de que un jugador recientemente convocado por la selección española no deja de ser un chaval de 21 años como ellos. Y que no imposta, sino que fluye en el cara a cara. Al fin y al cabo, no tenía ninguna necesidad de realizar una acción de esas características y decidió llevarla a cabo motu proprio.
Por eso se mantuvo el sitio en secreto y únicamente los ganadores del concurso dispusieron de la ubicación del local. Y por eso no dijo nada en sus redes sociales hasta 48 horas después. No se trataba de ser noticia, sino de ser real.
Para el recuerdo, aparte de la sinceridad, queda el momento en que se unió a los chef para colocar la emulsión de ostras que acompaña a la carne con 41 días de maduración en todos los platos de los comensales. Donde se le vio disfrutar al otro lado de la mesa, otra de las pasiones que le ha acompañado desde niño. Aunque a día de hoy, por suerte para los aficionados del VCF, la batalla la gana el balón.
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