Déjate seducir por el mundo del vino

Menú

Una tierra de miradas

La comarca del Priorat es un territorio espectacular. Un paisaje que ha conservado una memoria mineral. Una memoria escrita sobre las pizarras donde arraigan ermitas, monasterios, castillos y pueblos. Y sobre todo, donde se eriza un mar de viñas.

5barricas-clos-figueras-1611_dsc0006

Texto y fotografía: Rubén López Morán
El viajero se lo ha preguntado varias veces. Y tras dar y darle muchas vueltas por fin ha dado con una posible respuesta. ¿Qué es lo que distingue a un turista de un viajero? No es que uno vaya a tiro hecho y el otro por libre. No es que uno visite lugares manidos y el otro, tierras remotas. En absoluto. Lo que distingue un turista de un viajero es la mirada. La del primero se conforma con una versión establecida del entorno; el segundo, en cambio, prefiere una hoja en blanco. El primero necesita un programa para pisar la realidad; el segundo, deja que sea la realidad quien dicte el programa. No obstante, el viajero sabe lo arduo que es deshacerse del turista que va consigo. Sin embargo hay territorios que tienen el poder de hacerlo desaparecer y entonces, sólo entonces, se logra mirar con otros ojos. Y cuando se mira con otros ojos uno alcanza la felicidad por muy cuesta arriba que esté a veces.

No en vano de cuestas va esta Arcadia feliz. El Priorat es una isla de montañas rodeada de más montañas todavía. Una isla que se quedó varada al sur de Cataluña. Ahora bien, el viajero no se topa ante unas montañas cualquiera. Unas montañas moldeadas exclusivamente por las palabras dictadas por el agua y el viento. Sino que el hombre también ha redactado lo suyo sobre sus vertientes, dejando una sucesión de renglones que trepan montaña arriba y que tienen por sílabas unas cepas que se alinean como un firme ejército. Unas pendientes que aquí se conoce como costers. Y que dibujan un paisaje que ha conservado una memoria compuesta de unos recuerdos que se escriben sobre la misma pizarra donde enraízan las viñas.

5barricas-clos-figueras-1611_dsc0315

Cartuja de Escaladei
El viajero sabe que las cosas esenciales de la vida van y vuelven como las estaciones, como el amor, como el silencio. El mismo silencio que se respira en la Cartuja de Escaladei. Hoy la Cartuja no es ni la sombra de sí misma. Pero su sombra sigue proyectándose sobre los pueblos que conforman el Priorat. Al fin y al cabo fue el monasterio quien les legó su forma de estar en el mundo. Quien les dotó de una identidad propia. Bajo su dominio durante la Edad Media se extendió la fuente principal de ingresos y motor económico de esta comarca de la Cataluña Nueva: la vid, junto con otros cultivos como el olivo, los almendros y los avellanos. Árboles del sur que aún hoy señorean buena parte de unas laderas que se continúan trabajando como toda la vida dadas sus pendientes: “a puro huevo”. Esto es, sin ayuda mecánica. Una expresión que hace arquear las pobladas cejas de su guía particular por estas tierras del interior de Tarragona: Christopher Cannan, cofundador junto a su esposa Charlotte, de la bodega Clos Figueras en 1997.

Ambos recorren lo que se conserva de un monasterio que rápidamente contagia al visitante el poderío perdido. En verdad la historia le ha tratado con una severidad desmedida. La desamortización de Mendizábal de 1835 casi lo borra de la faz de la tierra, porque no sólo fue saqueado e incendiado, sino que prácticamente fue vendido al peso en subasta pública. Aun así, los ecos de los pasos de Christopher y el viajero resuenan en el refectorio, en el claustro de los dolores, y en la celda que fue reconstruida en 1998 en un extremo del claustro mayor, “para hacer más comprensible el espacio de vida de los padres”, reza el panel explicativo de la entrada.

El viajero confiesa a Christopher que es muy peliculero. Chistopher no le comprende del todo bien. Entonces el viajero siente la necesidad de explicarse: aquellos monjes cartujos además de llevar hasta el extremo el “ora et labora”, entablaban una relación muy especial con lo que les rodeaba. No en vano un día a la semana apartaban sus quehaceres cotidianos y se internaban en la sierra del Montsant. Hacían ejercicio e intercambiaban impresiones, y lo más importante si cabe, contemplaban la vida sin intermediarios, “aquella que no puede ser recibida de la mano de un maestro ni está recogida en los libros”, escribió el fundador de la orden, Bruno de Colonia. Una vida que se respira a los pies de unos paredones calcáreos infranqueables para la razón, pero no para la Fe. Sólo ella estaba en disposición de escalarlos hasta el cielo, hasta el mismo Dios Padre: EscalaDei. ¿Es o no es peliculero el viajero? Christopher asiente.

Un mar de montes
Ciertamente la sierra del Montsant se levanta como una pared capaz de embalsar en su interior un mar de montes que van a morir a su orilla. Un mar de tonalidades cobrizas producto de los materiales del que está formado: la llicorella. Unas pizarras de entre 416 y 318 millones de edad. Un territorio antiguo y viejo que allí donde el suelo lo permite cubre sus vergüenzas con un bosque de pino carrasco y encinas, y donde las piedras han quedado a la intemperie, ha sido la voluntad de los hombres quien las ha cubierto de un vello sarmentoso. Un vello que en la actualidad vive un segundo renacimiento.

Christopher Cannan hace memoria y recuerda los nombres de aquellos primeros entusiastas que protagonizaron en los años de 80 lo que se llamó “la nueva ola”: un grupo de productores liderado por René Barbier, propietario de la famosa finca Clos Mogador, y Álvaro Palacios, que fue quien le presentó a René y le introdujo en un terroir que había llegado hasta él en el interior de una botella, perteneciente a la bodega Scala Dei, de Manuel Peyra, en 1983, cuando gestionaba la compañía de exportación de vinos Europvin. Hasta hoy. Un hoy que hunde sus raíces en el viñedo Clos Figueras. Una finca de 18 hectáreas que cubre sus terrazas y costers con cepas viejas de cariñena y garnacha, junto con otras más jóvenes de Cabernet Sauvignon y Syrah. Un espacio que se acompaña de una fuente, un río subterráneo y un muro de origen romano; completando la escena un tiro de cámara que se pierde entre varios órdenes montañosos, salpicados por pueblos que se recogen como rebaños enriscados, adivinándose al fondo un valle brumoso consecuencia del aliento del río Ebro.

La paz del paisaje
En esta mañana de otoño tardío las viñas se pintan de un naranja caqui, de rojos sanguinolentos y verdes caducos. Las cepas están perdiendo la hoja con parsimonia. Sin prisas. Cayendo en un dulce duermevela antes de dormir profundamente durante los meses de invierno. Son los estados fenológicos de la vid. Un ciclo vital que comenzará de nuevo en primavera. El viajero le pregunta a Christopher si tiene pensado regresar a su tierra natal. A la región de Cotswolds, al sur de Inglaterra. Una tierra muy hermosa, vestida de un verde perenne durante todo el año, y atravesada por ancestrales muros de piedra. Y no lo duda. Se quedará allí donde permanezcan sus afectos. Su hija Anne-Joséphine trabaja con él en la bodega familiar desde 2002, sin olvidar que se casó con un español y está a punto de dar a luz a su segundo hijo. Su hijo Edward vive en California y no rechaza la idea de regresar al Priorat.

Unas confidencias que Christopher le hace camino de una de las cimas del paisaje del Priorat: donde se emplaza la ermita de Sant Pau, porque no quiere que el viajero se marche sin visitar un lugar cercano que el mismo Christopher califica como espectacular. El viajero le alaba la intención, aunque acto seguido le eche en cara que a él no le ha llevado en helicóptero como sí hizo con el asistente de Robert Parker para Europa cuando visitó la comarca. ¡Es una broma Christopher! Y a decir verdad que es un auténtico “Espectacle”, porque le conduce a un palco que tiene por patio de butacas unas cepas garnacha de 130 años de antigüedad. Las únicas supervivientes de la plaga de la filoxera que asoló estas tierras a finales del siglo XIX y principios del XX y que producen una edición limitada de 5.000 botellas que lleva por nombre el entrecomillado de más arriba.

En la ermita de Sant Pau se respira mucha paz, aunque la señalética recuerde que a un paso se encuentra el Observatorio de la Batalla del Ebro de la comandancia del bando republicano durante la Guerra Civil Española. El pasado que siempre vuelve. El viajero es de la opinión que conviene tenerlo fresco para no repetirlo. De ahí quizá que prefiera los balcones rebosantes de geranios que de banderas. Porque los geranios son aliados de la luz, y las banderas, de toda índole y condición, sólo acaban trayendo una lluvia cargada de oscuridad. Pero esta es solo la verdad del viajero. Como no puede ser de otra manera.

5barricas-clos-figueras-1611_dsc0016

El territorio de los sentidos
El viajero lo sabe por experiencia propia. Es más fácil creer que pensar. Es más fácil tragar que catar, porque para catar es necesario educar los sentidos. Sobre todo los de la vista, olfato y gusto. El del tacto se deja para el talle de la copa. Y el del oído para escuchar las sabias palabras del Sr Cannan que tras pasarse media vida catando vinos por el mundo entero ha llegado a una verdad de Perogrullo: “Que el gusto en boca debe confirmar lo que los ojos y la nariz vieron y olieron”. Y añade: “Cada vino tiene su terroir: su clima, su suelo, y las personas que los producen”. Es decir, una combinación de cielo, tierra y hombres.

Una combinación que se disfruta a manos llenas sobre la mesa del restaurante Les Figueres en el pueblo de Gratallops sito en la misma bodega. Una mesa abastecida de productos kilómetro 0, porque buena parte de ellos proviene del huerto ecológico que se encuentra pared con pared. La mesa que compartieron Christopher y el viajero se regó con un exquisito Font de la Figuera Tinto 2011 Denominación de Origen Calificada Priorat y se cubrió de platos sencillos: una ensalada de tomates ecológicos, aceitunas kalamata, arbequina y negras, con ventresca de atún; un entrante de patés artesanos de la Vilella Baixa, y un plato principal de butifarra de setas con verduras ecológicas a la brasa. Y de postre, cocas. Sin obviar un pan tumaca con aceite Clos Figueras variedad arbequina Priorat.

¡Salud y hasta la próxima Christopher, porque todas las cosas esenciales de la vida van y vuelven, como las estaciones, como el silencio, como la amistad!

ENLACES DE INTERÉS
Comarca Priorat turisme www.turismepriorat.org Bodega Clos Figueras www.closfigueras.info

5barricas-clos-figueras-1611_dsc0400

0 comentarios en Una tierra de miradas

Deja tu comentario

Tu e-mail no será visible.

* Requerido

* Requerido

This site uses Akismet to reduce spam. Learn how your comment data is processed.

Se advierte al usuario del uso de cookies propias y de terceros de personalización y de análisis al navegar por esta página web para mejorar nuestros servicios y recopilar información estrictamente estadística de la navegación en nuestro sitio web.

Política de cookies Acepto · No acepto