Mª Carmen González/Fotos: Fernando Murad
Sobre el campo de batalla en el que el 25 de abril de 1707 se enfrentaron los ejércitos partidarios de Felipe V y del archiduque Carlos de Austria, en el llano de Almansa, renace de nuevo hoy la vida y la esperanza de futuro. En este emblemático lugar, que marcó el devenir de la historia de España, se asientan hoy en día los viñedos y la bodega Hacienda El Espino, de los que salen unos vinos que no podían tener otro nombre: 1707.
Donde hace más de 300 años lucharon 43.000 hombres de hasta diez nacionalidades en una de las batallas clave de la Guerra de Sucesión española, crecen en la actualidad hasta 600.000 cepas; 242 hectáreas de garnacha tintorera, monastrell, tempranillo, chardonnay, syrah…, que cubren de vida un lugar histórico.
A los pies del Mugrón, testigo mudo de aquella batalla, se extiende la finca de El Espino donde, además de grandes extensiones de viñedo, hay campos de cereal, brócoli, patatas, maíz, colza, guisantes y olivos. Todo un abanico de colores que nos brinda la naturaleza y que, de alguna manera, nos recuerdan a los vistosos uniformes dieciochescos que portaban los contendientes en la famosa batalla. Los caballos y otros animales de la finca confirman que la vida, la alegría y el futuro han vuelto al lugar. Para no marcharse.
La Batalla de Almansa será una de las más decisivas de la Guerra de Sucesión española, contienda esta iniciada para dirimir el ocupante del trono de España tras la muerte de Carlos II, último rey de la Casa de Habsburgo, sin descendencia. El testamento del rey otorgaba la sucesión al duque de Anjou, nieto del rey francés Luis XIV, coronado como Felipe V de España. El archiduque Carlos de Austria, por su parte, también reclamó sus derechos sucesorios, por lo que se inició un conflicto bélico que iba a durar de 1701 a 1715.
Pero en esta guerra no ‘solo’ estaba en juego el trono, sino también el poder en Europa, puesto que la monarquía hispánica en ese momento contaba con los territorios americanos, Filipinas, Nápoles, Sicilia, el ducado de Milán o Cerdeña, entre otros. Es por ello que varias potencias europeas se sumaron también a la contienda defendiendo a uno u otro candidato. Así, la Gran Alianza que respaldó la causa austracista estuvo formada por Inglaterra, Holanda y Austria, más Saboya y Portugal posteriormente, mientras que Las Dos Coronas (España y Francia, junto al ducado de Baviera) apoyaron al rey Borbón.
La de Sucesión será, pues, una guerra europea, pero también una guerra civil, puesto que los diferentes territorios del país respaldarán a uno u otro pretendiente. Así, tras la toma de Barcelona por parte del archiduque, prácticamente todos los territorios de la Corona de Aragón se unirán a la causa de Carlos.
Ejércitos de los dos bandos se encontraron en abril de 1707 en Almansa, en la mitad del camino que unía Valencia y Madrid. El día 25 se enfrentaron en una gran batalla que en alrededor de cuatro horas acabó con la vida de más de 5.000 hombres.
La Batalla de Almansa no será la última ni la decisiva de la guerra, pero sí será de gran importancia, puesto que mermó considerablemente al ejército aliado y facilitó la entrada de las tropas borbónicas hacia el Reino de Valencia. Además, dos meses después, Felipe V abolió, mediante los Decretos de Nueva Planta, los Fueros de Valencia y Aragón, en represalia por el apoyo de estos territorios al candidato austriaco. A partir de este momento, estos territorios perderán las leyes e instituciones propias que tenían, y el castellano será la única lengua oficial para la administración.
Desde hace unos años, la localidad albaceteña de Almansa recrea esta histórica batalla con el afán de dar a conocer un hecho que forma parte de su pasado; del pasado de España; del pasado de Europa. Además, cuenta con un centro de interpretación en cuya entrada deja clara, a través de la cita del historiador francés Arsène Legrelle, su filosofía. “La historia es una escuela de verdades y justicias, no una reserva sin fondo de odios inmortales”.
Almansa, patrimonio y vino
Almansa cuenta con un interesante casco antiguo, declarado Conjunto Histórico Artístico, formado por estrechas calles a los pies de su imponente castillo, así como con una importante tradición vitivinícola amparada hoy por la DO Almansa.
La silueta del castillo, encaramado sobre el escarpado peñascal del Cerro del Águila, domina la llanura de Almansa. De origen almohade, esta fortaleza pasó en el siglo XIV a manos del infante don Juan Manuel, autor del libro ‘El conde Lucanor’, que lo mandó reconstruir. Esta fortaleza, que fue un importante punto vigía entre los reinos cristianos de Castilla y Aragón y el musulmán de Murcia, y hoy todo un símbolo de la localidad, estuvo a punto de ser demolido a principios del siglo XX debido a su estado ruinoso.
En la localidad destacan, asimismo, la Iglesia de la Asunción, con una imponente fachada renacentista; el Palacio de los Condes de Cirat, construido en el siglo XVI por orden de Alfonso de Pina, descendiente de los caballeros aragoneses que acompañaron a Jaume I en la conquista de Valencia; el convento de las Agustinas y el de los Franciscanos, entre otros.
Almansa cuenta, además, con una importante tradición vitivinícola que se remonta al siglo XVI. En la actualidad existen 12 bodegas y unos 750 viticultores amparados por la DO Almansa, que se extiende por ocho municipios.
Los productores almanseños elaboran vinos tintos y blancos con diferentes variedades de uva, entre la que destaca la autóctona garnacha tintorera, antiguamente usada para dar color a los vinos pero que hoy en día se usa para elaborar vinos de calidad, incluidos monovarietales.
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