Déjate seducir por el mundo del vino

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Teatro alrededor del vino

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José Antonio López
¿De verdad que para beber un buen vino hay que hacer tanta parafernalia y tanto teatro? ¿Estamos llegando al borde del ridículo? ¿Realmente hay tanto entendido?

Siento comenzar con tanta pregunta, pero me gustaría que me ayudasen a entender lo que he dejado de comprender.

He participado en varias catas gracias a la amabilidad de las bodegas que cuentan conmigo a la hora de dar a conocer sus vinos. Ustedes saben que las catas se realizan con una dirección y se van apuntando y comentando las sensaciones. Bien, la cosa cambia cuando la cata se transforma en prueba.

Una serie de bodegas exponen sus vinos o cavas o licores y la gente puede probarlos, normalmente, gratis.

En la última que he estado he “seguido” a un grupo de “entendidos”. Llegan al lugar hablando en voz alta sobre vinos. En el recinto se respira tranquilidad y todo el mundo habla en voz baja. Unos a otros, sin decir buenos días, recorren los distintos mostradores sin fijarse en ninguno de ellos. De ahí pasan a un stand donde hay unas tapitas para degustar con el vino.

El torbellino de entendidos se para en las tapas y coge un plato con una rapidez felina, la misma con la que el contenido del plato desaparece y provoca la solicitud de uno nuevo por parte de otro miembro del grupo.

Una avanzadilla, segura de poder contar con el avituallamiento, ha tomado posiciones en el mostrador de la primera bodega. Le importa una higa lo que está diciendo el responsable, lo único que quiere es que le llenen la copa.

Reunión de todos en el mostrador. Cada uno opina sobre lo que, hasta ahora, no han probado. Sujetan las copas. Unos por la parte “de la panza”, otros por “el rabo”, los más, por la base (palabras textuales) y ¡a mirar al cielo! Todos a una levantando los brazos al máximo y haciendo girar las copas de forma y manera que más de uno se esconde a la espera de que el vino salga disparado a las cabezas de alguien. No hay paraguas. La foto sería como un grupo de unas diez personas en plan “sota de copas” agitándolas.

De ahí a la cara y toda la nariz dentro de la copa. Toda y porque no cabe más. Comentarios en voz alta entre ellos y algún parrafito para el asustado bodeguero que afirma casi todo lo que le proponen. Otro vino y otro y otro. Un poco de queso para cambiar de sabor y otro y otro.

Y así, amigos todos los mostradores con sus correspondientes vinos. Se pueden imaginar la lección que van dando cuando abordan la segunda bodega con el octavo vino.

No estoy exagerando. En pequeña escala lo tenemos en bares y restaurantes. ¿De verdad que es necesario tanto teatro para poder tomar un buen vino? ¿O es que algunos hacen el teatro para demostrar lo que no saben?

De todos modos, lo importante, es el vino.

Salud.

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