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Lavoe: solo hacen falta diez arroces y diez entrantes para ser un must

David Blay Tapia
No voy a comenzar este post con la aseveración de que por fin se puede comer una paella real en el centro de Valencia. Las hay si sabes encontrarlas, aunque siguen siendo escasas y muy poco publicitadas. Quizá por la retranca que tenemos a nuestro plato patrio, del que presumimos en público cuando cocinamos a nuestros amigos pero no somos capaces de recomendar con certeza cuando nos preguntan por tres alternativas para degustarlo.

Lo que sí me gustaría destacar es que, cuando visitas por primera vez un lugar, por mucho que te hayas informado previamente siempre tienes dudas sobre qué comer. Sobre todo porque hay cartas tan extensas que te llevan a picar en demasía. Y cuando llega el plato principal, maldices no haber escogido con más tiento. Aunque a posteriori acabes zampándote un postre como si nada hubiera ocurrido. Dicen que en la ciudad es un suicidio abrir locales sin fachadas a la vista de pasos habituales. Los que están algo más escondidos, salvo que pertenezcan a grandes chefs, suelen quejarse de este extremo. Se lo pueden preguntar a Pepe Solla, que con Atlántico duró menos de un año en un lugar aparentemente idóneo.

Por eso, abrir una arrocería y hacerlo en una de las calles adyacentes a la Plaza del Patriarca podía sonar a todo menos a buena idea. Pero en muy poco tiempo se ha convertido en una referencia de ese boca a boca inigualable en la capital del Turia. El que comienza siempre diciendo ‘¿aún no has ido a…?’.

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Casi nadie, por cierto, coge el teléfono en Lavoe. Vale la pena mandar un WhatsApp si quieres reservar, porque entonces Toni sí te responderá (si tuviera que devolver las llamadas, no podría descansar. O cocinar. O ambas cosas). Y te preguntará qué tipo de arroz quieres, porque si hablamos de paella clásica tendrás que avisarle con 24 horas de antelación.

Cuando llegues y te sientes, te sorprenderá la sencillez de la propuesta. Una carta de un folio, con primeros platos que podríamos considerar clásicos y distintas clases de arroces. Punto. No quiere complicarse más. Y a la vista está que no lo necesita.

El tomate con ventresca y cebolla morada, los berberechos o el pulpo a la brasa o las cigarras de playa acompañan para esperar a su atractivo principal. Allí se va a comer en paella y todo aquel que lo escoge lo hace por ese motivo y no por ningún otro.

Nunca fui de aquello de un dedo de arroz, porque mi abuelo en Almussafes hacía cada domingo una obra de arte que tendría casi dos dedos, pero jamás estuvo aceitosa ni tuvo mal sabor. Pero comprendo que en un restaurante, con todo su previo, la ración que se plantea sea de ese modo.

No hace falta irse ya a los clásicos. Ni gastarse un dineral en un plato que los valencianos sabemos que tiene un coste de realización enormemente bajo. La comida, el trato, el producto y el ambiente acompañan en Lavoe. Y por eso, vayas cuando vayas, siempre parece estar lleno.

ME ENCANTÓ.- Que los vinos valencianos tengan un precio razonable.

A PEDIR SIEMPRE.- La paella. El resto de arroces también, pero hay que comenzar por ahí.

PUEDE GANAR PESO.- La brasa está hecha con horno y da un buen sabor, pero percibes que no es el gusto completo de la clásica.

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