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Ha llegado el momento de comerse a Pepito Grillo

David Blay Tapia

Cuando en la película ‘El rey león’ Simba, huyendo de su familia, se establece en el bosque con Timón y Pumba, cambia su dieta cárnica a otra basada en la ingestión de insectos. Sin embargo, sigue creciendo fuerte y saludable, puesto que la diferencia nutricional es inexistente: hay tanta proteína en su nueva alimentación como podía encontrar en la antigua.

Es común, desde hace ya mucho tiempo, encontrar puestos de insectos fritos en los países del sudeste asiático. En España, sin embargo, la cultura existente los percibe más como repulsivos que como sabrosos. Y apenas en La Boquería de Barcelona se atisba una suerte de apuesta entre amigos para ver quién es capaz de ingerir un saltamontes o hasta un escorpión.

Curiosamente, no hay que irse lejos para tentar nuevas posibilidades gastronómicas. Porque Valencia se ha convertido, posiblemente sin un plan previsto para ello, en una de las locomotoras del que dicen que será uno de nuestros sustentos básicos en el futuro. Por capacidad nutricional y por su escaso coste, además de por la enorme rebaja de impacto medioambiental que supone.

Posiblemente muchas personas hayan conocido en los últimos tiempos el proyecto de Insectfit, unas barritas elaboradas con harina de grillo que han contado con el respaldo de Lanzadera y ya pueden comprarse en numerosos establecimientos. Su planteamiento es sencillo: saben igual que cualquier otra en el mercado (las hay de chocolate, chocolate con piña y coco, y yoghurt con fresa), pero adolecen de químicos y conservantes artificiales.

Pero la mayoría de las que leyeron aquella noticia con estupefacción no son conscientes de que muy cerca de sus casas se sitúa Insectum, una tienda online de venta y distribución de dicha materia prima destinados única y exclusivamente al consumo humano.

Los gusanos, los chapulines o los escarabajos son solo una parte de su amplia gama en oferta (que incluye también los productos de Insectfit), pero el salto inmediato ya va a estar constituido por productos elaborados como pasta, repostería, dulces, licores o bebidas diversas.

¿Y de dónde viene semejante afición, se preguntarán muchos de los que (no sin cierto asco) lean estas líneas? Pues procede de una cena de amigos donde en lugar de sacar a la mesa unas bravas, la primera tapa la constituyó un plato de hormigas. Que devoraron con fruición, dicho sea de paso. Y al preguntar dónde podían comprarlas, les indicaron que no estaban a la venta en España y que si estaban interesados debían adquirirlas por internet en páginas internacionales.

Con la legislación nacional aprobando por primera vez desde el mes de enero el consumo de insectos, los dos socios buscaron una unidad de negocio que además contribuyera a la sostenibilidad ambiental, algo que llevaban buscando largo tiempo. Y hoy, además de la venta directa, ya negocian introducirse en restauración, comercios, catering o eventos privados.

La entomofagia, como se conoce al consumo de estas especies, está comenzando a romper las barreras mentales de los europeos. Hasta el punto de que Insectum ya organiza degustaciones con el objetivo de dar a conocer sus productos al gran público.

Hace 20 años posiblemente pensáramos que no comeríamos pescado crudo. Hace 10 ni nos planteábamos adornar nuestros platos con kale y chía. Hoy, a priori, hay más rechazo que curiosidad por este tipo de comida. Pero la pregunta es: ¿cuánto tardaremos en normalizarlo?

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