El yacimiento de la Solana de las Pilillas alberga la primera bodega de la Meseta de Requena-Utiel. Hoy Territorio Bobal. Datada en el siglo VI a. C., se la considera una de las primeras en la producción y comercio del vino de la península ibérica.
Texto y fotografía: Rubén López Morán
Sí lo han leído bien. Hace 27 siglos que en un lugar conocido como la Rambla de los Morenos, a unos pocos kilómetros de la actual Requena, se levantó un complejo dedicado a la producción y comercio del vino. ¡Cuando los fundadores de Roma, los legendarios Rómulo y Remo, estaban todavía bajo el cuidado de la loba Luperca! Apenas hacía dos siglos que los fenicios habían tocado las costas del sur de Andalucía trayendo consigo el conocimiento del cultivo de la vid. En Huelva, para más señas, donde se han documentado los primeros viñedos conocidos del siglo? VIII a. ?C.
Ya sólo por estos datos objetivos el yacimiento arqueológico de la Solana de las Pilillas debería convertirse en un centro de peregrinación de todas las bodegas que en la actualidad salpican la península ibérica. Sin distinción de raza, religión o nacionalidad; esto es, sin distinción de Denominación de Origen Calificada o no. Porque casi, con toda seguridad, este es el lugar donde, dado el número de siglos que lo avalan, comenzó la cultura del vino con DO Iberia. Un sustantivo este que no es baladí. Y que trae a mal traer a los arqueólogos porque no son muy dados a mojarse sin evidencias físicas que les apoyen. Como no podía ser de otro modo. Sin embargo, un poco de imaginación no vendrá mal si ayuda a arrojar un poco de luz sobre alguno de los misterios e interrogantes que envuelven la Solana de las Pilillas.
El yacimiento
Antes de tirar del hilo deberíamos responder a una pregunta que salta a la vista nada más adentrarse en el yacimiento: ¿Qué son Las Pilillas? “Las Pilillas son lagares rupestres tallados sobre bloques de piedra caliza, provistos de dos pilas excavadas a diferente nivel, y comunicadas entre sí por orificios, permitiendo de este modo que tras el pisado de la uva en la cubeta superior el mosto pasara a la inferior para su recogida y posterior almacenamiento”, explica Asunción Martínez Valle, arqueóloga municipal del Ayuntamiento de Requena, a pie de la pililla n.º 1 del yacimiento.
Sin ningún género de dudas nos encontramos ante la joya de la corona. No en vano es la niña de sus ojos, como la misma arqueóloga reconoce, porque la pililla en cuestión se las trae. Aunque no es la que más litros de mosto producía, la energía que desprende, justo en medio del sector más excavado, le da una prestancia de trono. Donde se hubiera sentado el mismísimo Dionisio para presenciar cómo, en el lagar número 2 –al otro lado del camino que atraviesa el yacimiento–, era bautizada su feligresía, ya que al estar completamente exento parece una pila bautismal. A día de hoy este lagar ha perdido el pretil de la cubeta inferior, permitiendo el descanso el caminante. “Esta era”, apunta Asunción, “la que más volumen de mostro producía, llegando a unos 1?000 litros”.
Pero aquí no acaban las peculiaridades de estas arquitecturas consagradas a la producción de vino a gran escala. La connotación comercial no sólo viene dada, observa la arqueóloga, “por la concentración de lagares en este lugar (4 de este lado de la Rambla de los Morenos); por las construcciones adyacentes a las mismas (almacén, bodega y una torre semicircular a la entrada del complejo); sino por el sistema de prensado que utilizaban para sacarle todo el rendimiento posible a la cosecha”. El lagar número 3 es el más revelador a este respecto. “Es el más didáctico”, en palabras de Asunción, “porque conserva no sólo todos los testigos de anclaje de la cubierta de paja y madera que evitaba que le cayesen elementos extraños durante el proceso de pisado y prensado, sino que se observa con claridad el amarre de las cuerdas que fijaban la viga de madera que ejercía la presión sobre las uvas”.
La autoría de Las Pilillas
Este es uno de los grandes misterios por resolver. ¿Quién las hizo? Aquí el que firma el reportaje, con permiso de la comunidad científica, comenzará a internarse en un territorio hipotético; es decir, ficticio pero verosímil. Lo que se viene en llamar historia ficción. Según los especialistas se abren dos caminos: o fueron grupos de tradición fenicia venidos del sur de Andalucía que buscaban nuevas oportunidades de negocio; o, grupos de íberos, que tras su contacto directo con los primeros en las zonas cercanas al litoral, aprendieron el proceso de elaboración del vino. ¿Cuál de las dos opciones es la más factible? Mucho nos tememos que las dos. Aunque gana enteros la segunda, ya que en la Solana de Las Pilillas no se ha encontrado hasta la fecha material cerámico de origen fenicio, sino local o de imitación procedente de los hornos cerámicos del yacimiento íbero de Casillas del Cura (Venta del Moro).
El destinatario final
Y queda otra cuestión por resolver. Una vez consensuado por la comunidad científica que estamos ante una bodega comercial, la siguiente pregunta es de cajón: ¿Quiénes eran sus clientes? ¿Quién era su destinatario final? ¿Los poblados íberos próximos? Como por ejemplo el Molón, en Camporrobles. O Kelin, en Caudete de las Fuentes. Como quien dice ambos yacimientos están a tiro de piedra de Las Pilillas. O, por el contrario, su destinatario final estaba fuera de la Meseta de Requena-Utiel y se extendía al otro lado del río Cabriel, en la Meseta castellana; o enfilaba el valle de Hortunas, llevando su mercancía al litoral y de allí pasaba al norte de África, a Italia, a las costas del Líbano, en bajeles capitaneados por expertos navegantes de origen fenicio y griego llevando en sus bodegas ánforas llenas de vino con DO Iberia; esto es, producido y elaborado en la Meseta de Requena-Utiel en el siglo VI a. C. en un lugar llamado Las Pilillas.
Sólo con pensarlo se le pone a uno los pelos como escarpias. No digamos al arqueólogo que lo descubra con evidencias en mano. Aun así, para el responsable del centro de interpretación del poblado íbero del Molón, Tomás Pedraz, “a la vista de las ánforas y la vajilla asociada que se ha encontrado en el poblado, se puede afirmar que se consumía vino, y que muy probablemente su origen fuera de Las Pilillas”. No en vano, en el siglo IV a C. se documenta en el interior del recinto amurallado un lagar doméstico.
Siguiendo las huellas íberas
En realidad en eso estamos desde que hemos comenzado este viaje: siguiendo las huellas de unos pobladores a quienes se les atribuye un hecho capital en la historia de la Meseta de Requena-Utiel. Un hecho que acabó modelando el paisaje y forjando el carácter de las gentes de la comarca. Un paisaje cubierto de un mar de viñas que a esta altura del año han perdido prácticamente sus pámpanos, quedando sus anatomías desnudas, a merced de los elementos. Que forjó un carácter fuerte y prudente, porque es lo que tienen las tierras de frontera: la necesidad de conciliar a menudo intereses contrapuestos: en este caso, los de los reinos de Castilla y Valencia, como así atestiguan los documentos que se guardan en el Archivo de Requena.
Unos archivos que documentan también por dónde trazaban los caminos y las cañadas reales. Caminos y veredas que seguían las antiguas sendas íberas. No en vano eran los trayectos más cortos. Unas sendas que todavía hoy se imprimen en roca viva entre las carriladas marcadas por los carros íberos. ¿Qué cómo se puede saber semejante dato? “Porque los carros íberos eran de un eje más estrecho, más pequeños que los posteriores”, matiza Ignacio Latorre, archivero municipal de Requena, y cronista oficial de Venta del Moro, por donde transita un buen trecho de la senda íbera que pasaba por la Solana de las Pilillas. Unas marcas que se observan bajando por el Barranco de los ladrones, en la Sierra de Rubial, camino de la depresión del río Cabriel. Un camino que desemboca hoy en el puente de Vadocañas. Construido en 1570, bajo el reinado de Felipe II, siguiendo el modelo de lomo de asno y fábrica de sillar. Un marco incomparable, sobre todo en otoño, cuando el río Cabriel refleja la versión más impresionista del bosque de galería que lo escolta.
El futuro de Las Pilillas
Sólo queda una pregunta más por responder: ¿por dónde pasa el futuro del yacimiento arqueológico de la Solana de las Pilillas? La bodega madre de todas las que hoy se derraman no sólo por la DO Utiel-Requena, sino visto lo visto, de buena parte de la península ibérica. Por de pronto pasa por que se vuelvan a retomar las campañas de excavaciones, detenidas en 2012. Porque no sólo queda por excavar las habitaciones anexas a los lagares 4 y 2; sino que queda por vaciar las terrazas agrícolas circundantes donde pueden y deben estar las viñas que alimentaban de materia prima a Las Pilillas, como subrayan las co-directoras del yacimiento María Jesús Maronda y Laura Hortelano. Una actuación que llevaría quizá a conocer la variedad de vitis vinífera que aquellos íberos de tradición fenicia o íberos de pura cepa plantaron por primera vez. ¿Estaríamos ante el primer ancestro de la uva autóctona Bobal? ¿Ante el eslabón perdido? Quién sabe. De lo que estamos seguros es que aquí comenzó todo…
O gran parte.
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Un comentario en
Pepe Yagüe Garzaran el 9 diciembre, 2016 a las 11:13 am:
La cultura, no solo la del vino, bien vale un esfuerzo aunque solo sea por conocer nuestro pasado, además y sin ningún tipo de esnobismo nos merecemos conocerlo.