Su vocación vitivinícola define a La Mancha casi más que por cualquier otra cosa, siendo resultado de un conjunto de rasgos que hacen un territorio idóneo para uva. Como consecuencia de ello, se obtiene un vino de gran calidad y con unas peculiaridades muy definidas.
A grandes rasgos, La Mancha es un amplio altiplano que se ha ido aplanando a lo largo de millones de años. Uno de los rasgos característicos que más favorece la calidad de sus vinos es la naturaleza de sus suelos. Abundan los depósitos de calizas sedimentarias, con un grosor y una compacidad de los granos mayormente arcillosos o arenosos. La abundancia de estos suelos propicia tintos con gran cuerpo, alcohólicos y muy buenos para crianza y con una marcada sequedad. Son suelos de un color pardo-rojizo característico y de contenido orgánico muy bajo.
La mayor parte del viñedo manchego oscila entre los 600 y 800 metros sobre el nivel del mar. El clima es otro de los factores clave que explican su particularidad. El terreno asciende de forma muy constante, casi imperceptible, de norte a sur, pasando de los 484 metros sobre el nivel del mar en el extremo norte a los 700 de La Mancha central… para desde ahí volver a descender a los 645 de Manzanares. El aislamiento respecto de los vientos húmedos y la altitud determinan la característica sequedad de la región, así como la elevada insolación y la continentalidad de sus temperaturas. Los datos pluviométricos son bajos, casi siempre por debajo de los 400 mm anuales. Las oscilaciones térmicas son fuertes, tanto las diurnas como las anuales (con veranos donde los 40°C se superan ampliamente e inviernos que alcanzan los -15°C). La exposición solar es de 3.000 horas al año. Estas condiciones reducen considerablemente el riesgo de enfermedades criptogámicas en la vid, y favorecen la adecuada maduración de las uvas, dando lugar a vinos de color intenso, en los que se potencia claramente la fuerza aromática de las distintas variedades acogidas.
La vid en La Mancha era ya habitual desde época romana. Y es que el cultivo de la vid y la elaboración de vino son, desde siempre, uno de los rasgos más definitorios de estas tierras y de sus gentes, para las que los viñedos y el vino forman parte de su vida de la forma más natural. En el propio vino y en la Cultura del Vino están basadas muchas de las costumbres, fiestas y literatura del pueblo manchego. Debido a su posición relativamente aislada en el interior peninsular, el viñedo manchego además sería uno de los que más estoicamente resistiría la penetración de la filoxera.
La Mancha, con las interminables hectáreas de viñedo que pueblan sus campos, conforma la zona vitivinícola más extensa del mundo. No solo por ser la región natural de mayor extensión de España, sino también por su orografía completamente llana y su clima, tan favorables a la práctica vitícola. En ocasiones, se ha contemplado a La Mancha más como concepto cultural, que administrativo. Como comarca natural, sus límites son poco precisos en algunas zonas, aunque todas las fuentes consultadas coinciden en atribuirle una extensión algo superior a los 30.000 km2, lo que supone en torno a la mitad de la superficie total conjunta de las cuatro provincias con territorios que forman parte La Mancha (Albacete, Ciudad Real, Cuenca y Toledo).
DO La Mancha agrupa a cerca de 15.000 viticultores y alrededor de 250 bodegas, cifras que la convierten en uno de los principales motores económicos de la región de Castilla La Mancha, convirtiéndola ya desde hace tiempo en la región líder de España en cuanto a exportaciones de vino.
Madrid acoge los vinos y Premios Jóvenes de la D.O. La Mancha
La D.O La Mancha presentó la pasada semana sus Vinos Jóvenes en el Círculo de Bellas Artes de Madrid, seguidos de la tradicional entrega de los Premios Solidarios “Jóvenes 2017 D.O. La Mancha”.
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