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…Y «La Niña de Cuenca» nos enamoró

28 junio, 2018

Jaime Nicolau
El día amanece con un sol espléndido. Llevamos tiempo programando el viaje de hoy, que es de esos que todavía hacen que te cosquillee el estómago. Nuestro destino, Ledaña, un pequeño pueblo manchego que están agitando dos hermanos a base de reconocimientos llegados de los más prestigiosos prescriptores del mundo del vino. Nos esperan al otro lado de las Hoces del Cabriel Lorenzo y Valentín López Orozco. Su «Niña de Cuenca» está levantando un inusitado interés y allí que nos desplazamos.

Lo primero que llama la atención es el nombre de la bodega. «La Niña de Cuenca» es su madre, dedicada casi toda su vida al negocio del champiñón, muy extendido en esta zona conquense geográficamente, aunque más próxima a Albacete, caprichos del destino. Lorenzo y Valentín quisieron hacerle un homenaje merecido cuando decidieron, allá por 2016, arrancar un proyecto propio con las viñas de la familia, más las parcelas más interesantes que pudieran arrendar.

Pero antes tenían que completar el equipo. Valentín es el hombre de la viña y el bodeguero, el que pasa el día entre el campo y la bodega, con vendimias, podas, trasiegos, llenados… Lorenzo es el que se encarga de la parte comercial, de los viajes, de las ferias, de los distribuidores. Pero necesitaban un faro que les guiase en el día a día enológico. Habían entablado amistad con un forastero de Requena que se casó con una Ildanense. El yerno de Clemente el del cereal. Ese resultó ser Diego Morcillo. El enólogo valenciano les planteó un reto. Aconsejarles y marcar las sendas siempre y cuando se comprometiesen a hacerle caso. Los hermanos asintieron y trazaron un proyecto diferente. Viñas de bobal, muchas de ellas octogenarias y otras de entre 35 y 40 años, más alguna foránea. La primera regla de Diego: Baja producción, poda en verde y uva al suelo. Como suele ocurrir en estos casos, manos a la cabeza los primeros días y muchas explicaciones en el pueblo. Una vez asumido, todos concurren que el viñedo es el valor más importante del proyecto. Segunda regla: tinajas de barro únicamente para todo el proceso. En un mundo en el que la competencia es brutal, únicamente vale ser diferente y tener calidad. Los cimientos estaban puestos. Tocaba pelear.

Y llegó la primera vendimia. Y Lorenzo, Valentín y su madre trabajaban de sol a sol. «Vendimiábamos temprano, con el fresco, y llegaba la noche y volvíamos, y dormíamos dos horas y otra vez a la viña… así íbamos», comenta Valentín. «Diego llegaba casi a media noche. Nos dejaba las tareas y así un día tras otro», añade.

Pero todos creían y, sobre todo, querían. Así que esa primera elaboración resultó ilusionante. Dos tintos y un rosado. La bobal mandando. Y la crítica a sus pies. El lío estaba armado y ya no había marcha atrás. Sólo queda mejorar. Y a fe que lo están haciendo, porque si espectacular es la añada embotellada, esperen a ver lo que contienen las tinajas, porque apunta a paso adelante.

Y ahí empezó el desfile de vinos para catar. 

Rubatos.- Vino de uvas procedentes de la parcela La Perilla, de 1.56 ha. de viña de la variedad Bobal, plantada en el año 1985, en el pueblo de Ledaña (Cuenca). Cultivada en secano y ecológico, sobre un suelo arcillo-calcáreo a 725msnm. (Dicen ellos). Fresco e intenso bobal, elegante y franco. Sorprendente. Un vino para todos los públicos (Añadimos nosotros).

Ildania.- Vino de uvas procedentes de dos parcelas de la variedad bobal plantadas entre los años 1945 y 1955, en el paraje de Los Villares, a una altitud aproximada a los 700 msnm, en el término municipal de Ledaña (Cuenca). Se cultivan en secano y se practica una agricultura ecológica. La vendimia es manual y nocturna, donde la producción media es de 1.5 kilos por vid. Tras realizarse una selección de racimos, el 50% fermenta sin raspón, el 25% con raspón y el 25% restante se realiza maceración carbónica. (Dicen ellos). Espectacular y longevo tinto de alta expresión. Mucho más complejo que su hermano menor. Mejorará mucho con el paso del tiempo. (Añadimos nosotros).

Velvet&Stone.- Vino rosado procedente de uvas de la variedad Bobal, de la parcela de nombre “Las Carboneras”, plantada en el año 1986, de 7.84 ha. en el término municipal de Ledaña (Cuenca), con orientación sur-sureste, a una altura de 750 msnm, en un suelo predominante de arcillas y calizas, donde se trabaja en cultivo ecológico y en secano. Se realiza una selección de racimos en la propia viña. Conforme llegan a bodega, se introducen en una prensa vertical de baja carga, 300 – 400 kg por estrujado, a baja presión, nunca superior a dos atmósferas. Con ellos obtenemos un mosto flor con un tono de color bajo, el cual se atenúa conforme avanza la crianza. (Dicen ellos). Terciopelo y piedra. No hay mejor definición. Elegante, sutil, fresco… tomen nota porque va a dar mucho que hablar. Un auténtico espectáculo de rosado en que han sabido aunar todos los ingredientes que deben rodear a un vino que transmite glamour. (Añadimos nosotros).

Ahora ya tienen tres razones para acercarse hasta esta firma y entender, o no, porque para gustos colores, lo que nos enamoró para siempre de «La Niña de Cuenca».

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