24 octubre, 2017
José Antonio López
Siempre me han fascinado los mercados municipales. Es más, mi familia tenía puestos de venta en uno de ellos, allá en el pueblo, y era un orgullo el poder “ayudar” a vender y a captar la atención de las parroquianas que diariamente visitaban el mercado.
Llevamos todo un año siendo Capital Mundial de la Alimentación Sostenible y yo tenía una propuesta pendiente que voy a cumplir y es la visita a algunos mercados para contarles, no todo, porque sería imposible, pero sí muchas cosas curiosas que hay en ellos.
Vaya, de antemano, mi agradecimiento a todos los vendedores de todos los mercados y les rogaría viesen, en los compañeros de los que hablo, el reflejo y el homenaje a todos y cada uno de los que están en una familia tan grande y maravillosa y a la que es imposible nombrar al completo.
Me fui al mercado de Algirós y me encontré con una alcachofa enorme en la puerta. Me dijeron que era con motivo de la celebración de la Capital Mundial a la que he hecho referencia anteriormente. También me dieron un folleto en el que se me indica que consuma productos frescos y sanos. Genial.
El Mercado de Algirós ha cambiado mucho y está cambiando. Los vendedores, lejos de echarse atrás con lo que aún queda en los coletazos de la crisis, han decidido dar un paso adelante y ponerse al día.
Y Toni cambió su bar…
Hacía demasiado tiempo que el local no se había remodelado. A la entrada, junto al mercado, en el lateral y con terraza, Toni, segunda generación del mítico Antonio, su padre, ha tirado al suelo casi todo lo que había y sólo ha mantenido viva la antigua barra y la plancha. Lo demás, todo nuevo creando un local luminoso, limpio, blanco y muy cómodo. La decoración tan sencilla que casi pasa desapercibida, pero fresca y atrayente y la oferta gastronómica la ya famosa creada por la familia. Plancha donde se hacen los productos frescos de mercado con mucho cariño y más pasión. Desayunos, almuerzos y comidas. Tienes de todo lo que hay en el mercado, hecho al momento y con la eterna sonrisa de los que componen el equipo de Toni. El día de la visita Amstel invitaba a todos los parroquianos a su cerveza dorada. También, en bares, los mercados se ponen al día y vale la pena visitarlos.
Pedro Gómez , jamones felices
Este es un ejemplo de la creatividad en los puntos de venta. Pedro Gómez padre, Pedro hijo y José Manuel, el otro hijo, han dedicado toda su vida al mundo del jamón, tanto que, ambos hijos pueden lucir con orgullo premios nacionales e internacionales como maestros cortadores de jamón y han llevado nuestra Valencia por todo el mundo.
Con el tiempo, esta empresa familiar fue ampliando la oferta de productos, además de una extraordinaria selección de jamones a otros tipos de embutidos, una extensísima oferta de quesos, salazones y mil productos más que satisfacen cualquier demanda del más exigente gourmet. Claro ejemplo de que, cuando se hacen las cosas bien, hasta en un mercado se puede vender, y hay demanda, del caviar más caro y selecto del mundo.
Pedro Gómez ha ampliado su oferta en bodega tanto de vinos como de cavas y champagne y, toda su oferta la presenta en un marco distinto donde ha proyectado y realizado todas las mejoras en presentación, conservación y atención de producto.
Puesto muy luminoso, perfectamente calibrado en temperaturas, cercano al cliente y con una presentación que te induce a la compra.
Un paso más de esta familia que, junto con sus colegas, apuestan por los Mercados Municipales como una oferta más y de mucho valor, en las compras diarias.
Para comer una buena sardina hace falta una mejor puerta…
Estoy ante otra parada nueva, luminosa, atractiva… otra familia que apuesta por la modernidad y gana. Jose y Manoli son las almas de este puesto. Hay multitud de productos de todo tipo, desde conservas, salazones y, lo que yo buscaba con el fin de poder cumplir otra de mis promesas que, de tanto dejarlas atrás casi se me olvidan.
Antes quiero agradecer a Jose y a Manoli que me apuntaran algo de su historia, y es que la generación de Manoli en la venta de salazones se remonta a más de cien años. Su bisabuelo ya vendía y así el abuelo, los padres y ahora ellos. Jose se incorporó hace treinta años y Manoli, peina unos jóvenes cuarenta dedicada al mercado. Ella en el de Benicalap, él en de Algirós. Hay otra generación que viene pisando fuerte.
Tengo delante de mí una caja de capellanes de esos “que quitan el hipo”. Hablamos de hacerlos directamente en “la lumbre” y luego servirlos con un buen aceite de oliva y unos ajitos cortados. Y aquí, “la rosa de los mares” esa bota de sardina que no merece más que alabanzas. “Un euro dos sardinas” y la receta ancestral de comerla. Les diré que si disponen de una buena puerta, de esas antiguas, en casa, comerán la mejor sardina del mundo. Simplemente han de poner la sardina, a la que previamente se le ha quitado la cabeza y con ella las tripas, en un papel de “estraza”. Se le hace libro y se coloca en el canto de la puerta. Se abre y cierra la misma un par de veces, con cuidado y ale hop! Tienen ante ustedes una sardina que se deshace en las manos y que se acompaña con un buen aceite de oliva. Si tuviesen la suerte de tener una rebanada de pan de pueblo… eso ya es gula.
La parada tradicional de Juan y Silvia…
Sigo recorriendo las distintas calles del mercado de Algirós. Aquí los pescados frescos, acullá, los despachos de pan tradicional y artesano, en todas partes esa enorme y atractiva exposición de nuestra maravillosa huerta. Frutas y verduras que rezuman el rocío del día y que son la fuente de salud que no podemos olvidar. Carnicerías, charcuterías… de todo hablaremos en su momento, hoy, es sólo una muestra lo que estoy compartiendo con ustedes y ha coincidido en la similitud de oferta.
De lo nuevo a lo tradicional. Estoy en la parada de Juan y Silvia. Es una atractiva parada de las de siempre. El producto perfectamente presentado y esos milagrosos pocos metros donde una familia se desenvuelve con rapidez para atender a su clientela. Conservas, salazones, encurtidos, aceites y aceitunas. Aquí tienen todas las que te puedas imaginar… y algunas más. Más de cincuenta clases para que no te vayas sin tu correspondiente tarrito.
La vida de la pareja empieza en el 82 en el mercado actual, anteriormente habían tenido su negocio, en este caso Silvia, en el antiguo mercado de Sancho Tello. Pasa la historia y permanece la ilusión de continuar en el negocio.
Juan tiene una pasión y es que intenta acertar lo que vas a pedir, su supuesta “seriedad” se desmorona cuando acierta en su pronóstico y, rápidamente te presenta el producto que has pedido acompañado de una degustación del mismo como si quisiera firmar que lo que te sirve es bueno. Por supuesto.
Silvia ríe más a menudo. Le gusta e invierte tiempo en la conversación con sus clientes. Cambios de impresiones, la pregunta por algunos miembros de la familia, compartir aquella nueva receta y “rajar un poquito” a los protagonistas de la tele rosa. Todo con el afán de provocar una sonrisa y con el aplauso de la parroquia.
En los mercados se vende algo más que producto y vale la pena dedicar un poco del tiempo del día a pasear por ellos y hablar con los vendedores. No vale aquello de “no tengo tiempo” porque los diez minutos en un mercado te pueden alegrar todo un día.
Me voy con una degustación de mojama que merece todos los aplausos. Juan y Silvia se dedican a sus clientes. Como todos los demás compañeros. Ha sido una visita a unos pocos amigos. Volveré a por los demás y también en otros mercados.
Por cierto, ya que somos Capital Mundial de la Alimentación Sostenible 2017 es una razón para comprar, también, en los Mercados Municipales de Valencia, tienen mucho que ofrecer.
Sean felices.
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Un comentario en
Toni el 24 octubre, 2017 a las 8:03 pm:
Interesante artículo