Vinos Caballer, la cuna castellonense del vino a granel

Berta López / Vídeo: Pedro R. Arias y Fernando Murad 

En la actualidad hay numerosos puntos de la geografía española en los que podemos encontrar magníficos vinos valencianos, pero en la capital de la Plana hay lugares que se encargan de renombrar su importancia. El territorio valenciano está dando salida al auge de una demanda que se siente identificada con el trabajo local de unas bodegas que bregan cada día por mejorar la calidad de sus referencias. En la calle Lucena, en el centro de Castellón y «cerca de la antigua estación» continúa el legado de un negocio de toda la vida, de nombre Bodegas Caballer. Su proximidad a las vías del ferrocarril explica la longevidad de esta casa de vinos, un medio de transporte con el que conseguían recibir barricas de hasta 600 litros. Hablamos de tiempos lejanos, décadas en las que el vino se comercializaba a 6 pesetas y media.

En la zona ya solo quedan ellos «de los antiguos» porque la edad y las circunstancias acabaron cambiando el paradero de las casas vecinas. «La bodega más pequeñita de todas» ha sido la única de las 12 que consiguió sobrevivir. Hoy, 75 años después los nietos e hijos de la tercera y segunda generación mantienen la ilusión que levantaron la marca Caballer para envasar vino a granel. En los últimos años han ampliado su gama de productos incorporando también vinos embotellados, licores o vermut, entre otros. Todo ello combinado con sus bocoyes «en activo» con vino tinto con variedades como tempranillo sola y tempranillo con garnacha. La uva blanca corresponde con la variedad macabeo, traída de Cariñena. El producto valenciano es primordialmente moscatel y un licor de un vino rancio de 18 grados, todo a granel. Un tipo de venta que atrae a todo tipo de consumidores incluso a gente con alto poder adquisitivo.

Ese incremento de productos se ha hecho de la mano de grandes casas como Bodegas Carot con su afamado anís, Destilerías Plà para el ron, el coñac y el anís. Pero tampoco dejan fuera cualquier producto nacional que consideren buena oferta para sus clientes, traspasando las fronteras gallegas para traer hasta la «terreta» licores de arroz o de crema. El vermut lo comercializan de la mano de Mamerto de la Vara, un producto dulce y con mucha demanda que parece haber resurgido. En embotellado trabajan con vinos de zonas como Ribera del Duero, Rioja, Jumilla, Almansa, Rueda o Rias Baixas. Su apuesta valenciana va más allá del sector vinícola, pues también tienen a disposición del cliente aceite de Sierra de Utiel. Los cavas, como no podía ser de otra forma, viajan desde Requena con marcas como Sierra Norte y Pago de Tharsys.

Una selección bajo la premisa básica de la calidad, un factor que consideran «clave» en el desarrollo de su historia. Una calidad que no siempre va acompañada de precios bajos, pero sí ajustados al valor que ofrecen. Además, el incremento del interés por un vino más selecto ha provocado una mayor demanda de nombres como Pago de los Capellanes.

Adentrarte en su local es entrar en el pasado de manera directa. Su «museo» de antigüedades guarda, por ejemplo, documentación muy antigua del motocarro que usaron como vehículo de transporte después del ferrocarril, albaranes del año 68, facturas, raíles de los trenes y hasta una bomba que con más de 50 años que «gastaba su abuelo». Un pasado que sobrevive a una reforma, una reverencia al origen que les permite continuar en uno de los sectores con mayor tradición: el magnífico mundo vinícola. Nos enseñan recuerdos en blanco y negro personales que hablan de su cercanía e incluso una foto de una comida con todos los bodegueros de Castellón.

Sencillos y humildes, como el brindis que nos proponen «por el vino». Y es que las tres últimas generaciones de la familia Caballer no se entenderían sin el vino. Se lo deben todo mútuamente y así se lo reconocen. «¡Que viva el vino!», concluyen entre risas los anfitriones de nuestra visita. Un encuentro sorprendente en un local que guarda grandeza en un espacio aparentemente reducido.

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