17 noviembre, 2023
Berta López
Los viñedos de la Indicación Geográfica Protegida de Vins de Castelló (IGP Castelló), acariciados por la brisa marina y bañados por el sol que besa la costa, dan vida a un mosaico de uvas que culminan en la creación de vinos únicos. Cada cepa cuenta una historia de adaptación al terroir y cuidado meticuloso. Un viaje a través del tiempo que nos revela que estas tierras en un día fueron un mar de viñas. El extenso viñedo se despliega desde las orillas del Mediterráneo hasta los confines occidentales de la provincia, abarcando desde Sant Mateu hasta los límites con Valencia. En el vasto tapiz que compone esta zona productora, se despliega su relato vinícola como un pergamino antiguo que ha soportado el peso de los siglos. Un linaje que se extiende a más de 3000 años de historia.
Las raíces de la cultura de la vid en la provincia se remontan a los siglos VII-V a.C. Atribuida a fenicios y griegos, esta cultura se expandió durante la época romana, arraigándose por todo el territorio. Entre los siglos XVI y XX, los vinos de zonas como el Palancia Mijares o el Carlón, en el Maestrat, alcanzaron renombre internacional. Sin embargo, el siglo XX trajo consigo una tormenta perfecta: primero, la filoxera en 1902, que arrasó casi todo a su paso, y luego la Ley del Estatuto de la Viña, del Vino y de los Alcoholes en 1971, que prohibió ciertas cepas y cambió el curso de la historia vinícola en Castelló.
En los albores del siglo XXI, un grupo de apasionados viticultores emprendió la misión de rescatar este patrimonio. Así nació la Indicación Geográfica Protegida de Vins de Castelló en 2003, una figura de calidad que hoy suma 16 bodegas unidas por la intención de devolver la gloria vitivinícola a la zona. En total, más de 214 hectáreas de viñedos donde se entrelazan variedades tintas y blancas que capturan la esencia de toda una región y reflejan la riqueza de su patrimonio.
El abanico de variedades tintas prioritarias lo protagonizan la garnacha tinta o gironet, garnacha tintorera, monastrell, tempranillo, embolicaire o ravalaire, cabernet sauvignon, merlot, syrah, pinot noir. Una enumeración que completa la cabernet franc como complementaria. En el caso de las blancas, se señalan como prioritarias la merseguera, planta fina de Pedralba , macabeo, tortosí, moscatel, garnacha Blanca y castellana. Por su parte, la chardonnay, gewurztraminer, viognier, riesling, malvasia, sauvignon blanc se distinguen como complementarias. Las condiciones climáticas, con marcadas variaciones de temperatura entre el día y la noche, junto con el sol del levante, contribuyen a un crecimiento óptimo de las cepas y garantizan la excelencia de los vinos.
La IGP Castelló designa los vinos producidos exclusivamente con uvas cultivadas en los terrenos aptos para la vinificación, ubicados dentro de tres subzonas vitivinícolas.
Les Useres-Vilafamés se encuentra en una región que abarca las comarcas de l’Alcalatén y la Plana Alta. Aquí, los visitantes pueden deleitarse con paisajes vírgenes, rastros del patrimonio ibérico y encantadoras villas turísticas frente al mar, ofreciendo oportunidades únicas para el enoturismo. La comarca del Alto Palancia-Alto Mijares despliega su riqueza cultural, gastronómica y paisajística en municipios como Soneja, Almedíjar y Viver. Varios proyectos vitivinícolas en esta área invitan a los amantes del vino a experiencias excepcionales en un entorno protegido como el Parc Natural de la Serra d’Espadà. La zona vitivinícola de Sant Mateu, situada entre la costa mediterránea y el interior norte de la provincia, teje la historia de diecisiete municipios, destacando Benicarló, cuna del vino Carlón, y Peñíscola, uno de los pueblos más visitados en todo el panorama nacional. Este territorio se caracteriza por su patrimonio natural y cultural, que abarca desde olivos milenarios hasta la majestuosa Sierra de Irta. Un equilibrio armonioso entre la tradición vinícola arraigada y la belleza cautivadora del entorno.
Unas viñas centenarias en las que florecen sueños modernos, protagonizados por el ansioso deseo de convertirse en Denominación de Origen. Un proceso que se encuentra en su última fase y esperan hacer realidad en 2024. Una oportunidad para proyectar a nivel mundial los vinos de Castellón y abrir las puertas a mercados internacionales.
Una provincia de supervivientes que ha rescatado una tradición vitivinícola arraigada por siglos. Este territorio alza sus alas y las bodegas que han recuperado este patrimonio histórico anhelan un futuro donde los vinos de Castellón ocupen el lugar que merecen.
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