26 febrero, 2019
Y es que en el presente, y me atrevo a asegurar que también futuro, de Valsangiacomo han confluido en los últimos años una serie de condicionantes que han hecho posible empezar a ofrecer otro tipo de vinos en una bodega casi bicenteneria.
El primero de esos factores es la mano de la quinta generación de la familia con ideas más que innovadoras. Carlos, Marta, Arnoldo y María se han empeñado en tomar la bandera de su padre, don Arnoldo, y sacarle punta con el terruño y la calma mandando en cada uno de los nuevos productos que ven la luz.
El segundo de esos factores es la incorporación al equipo, hace cerca de una década, del enólogo alcoiano Modesto Francés. Apostaron a ciegas por un enorme técnico y mejor persona en un momento duro para él. De hecho aún se emociona cada vez que lo recuerda. Y él se desvive cada día con pasión por devolver cada gramo de aquella confianza. Y para conseguirlo trabaja codo con codo con Arnoldo, pero a la vez se ha rodeado de un equipo brillante que recita con devoción: Vicen, Jaime, Sara, Laura… y estaría hasta mañana enumerando.
El tercero y más importante de todos: conseguir que todo ese equipo funcione perfectamente engranado. Unos proponen, otros escuchan el mercado, otros escuchan la viña y entre todos deciden. Y normalmente aciertan, porque cada uno de los vinos de nuevo cuño que han ido sacando al mercado desde que naciese su proyecto Bobal de Sanjuan, han sido un rotundo éxito de crítica y público, siendo mucho más importante este último.
Este es el motivo que nos ha llevado a visitar, junto a un grupo de colegas de profesión, la viña más especial de la firma. 9,2 hectáreas de bobal que son un paraíso. Bautizadas como El Albardín por el propio Arnoldo, que la paladea hasta el extremo. Allí nos esperan Carlos y Marta Valsangiacomo (Arnoldo no ha podido venir) acompañados de Modesto. Tienen un brillo especial en los ojos. No hace falta pensar mucho. El Albardín tiene la culpa. Poco más de 9 hectáreas de bobal viejo, con diferencias de suelo en unos pocos metros, en las que el silencio habla. Contemplarlas es comprender el mensaje de la nueva apuesta de esta quinta generación de la bodega por proyectos con mucha verdad. Unas cepas que en dos años darán que hablar y que guardan algunos secretos del futuro más cercano de la firma. Un Cru en cualquier otro lugar del mundo.
Allí, en medio de una viña espectacular, vemos al equipo de la bodega en la piel del marinero encarnado por Kevin Costner en la peli. Lanzando mensajes en cada botella.
Y así, como en la película, hemos ido recogiendo cada uno de los mensajes que esconde cada uno de estos seis vinos. Así hemos tocado un mensaje que tiene detrás una gran verdad y un enorme trabajo.
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