27 agosto, 2025

Pedro G. Mocholí
Son ya muchos años los que viajo a Galicia por distintos motivos. El primero se produjo en mayo de 1970 cuando por motivos labores mi padre quiso que toda la familia fuéramos juntos a ganarnos el Jubileo.
De aquel viaje tengo maravillosos recuerdos. El primero, haber realizado un viaje toda la familia, incluido mi abuelo Pere; el segundo, haberme puesto morado a pulpo á feira y empanada.
Otro de los recuerdos que tengo de la visita a la catedral de Santiago es que pudimos aparcar en la mismísima plaza, a escasos metros del hostal de los Reyes Católicos; algo impensable hoy en día, donde las colas para entrar en el Obradoiro son interminables.
Después de este primer viaje volví a Orense en 1978 a los campeonatos de natación de verano. De aquel viaje recuerdo mi visita al Carroleiro, un restaurante muy conocido en aquella época. En la cena que realicé me acompañaron mis queridos amigos Miguel Ferrer y Paco Barberá.
Después volví en mayo del 80, aprovechando el permiso de jura de bandera mi padre hizo que le acompañara para que comenzara a conocer clientes suyos para futuros viajes como viajante de joyería, una labor que desarrollé durante 25 años con los consiguientes desplazamientos a Galicia por motivos laborales. Gracias a ello fui conociendo muy bien el territorio y todas sus bondades; sobre todo, las gastronómicas.
Esta circunstancia me permite presumir de conocer estas maravillosas tierras mucho mejor que algunos lugareños.
Cuando dejé de ir por motivos laborales me reenganché con algunos viajes gastronómicos. De ellos recuerdo mi participación en la 1ª Edición del Fórum de Santiago, y de él tengo un inolvidable recuerdo: que en el vuelo de Valencia a Santiago me perdieron la maleta. Cuando llegué me encontré con la desagradable situación de que mi maleta estaba perdida por esos mundos de Dios.
A pesar de mi buena relación con los responsables de Air Nostrum, en concreto con Antonio de No, director de Comunicación, no quise molestarlo (era domingo), por lo que a la cena de gala tuve que presentarme con la misma ropa con la que había viajado.
La cena fue en Casa Marcelo, y les puedo asegurar que aquel ha sido uno de los mejores eventos gastronómicos a los que he acudido. Para mi mayor tristeza, la cámara de fotos la llevaba en la maleta, por lo que no tengo un reportaje foto-gastronómico como se merecía la ocasión. Menos mal que la organización había contratado a un fotógrafo que inmortalizó algunos momentos de la cena. Fotos con Marcelo Tejedor, Ferrán Adriá, Carlos Maribona, Óscar Caballero y un servidor.
Más tarde realicé algunos viajes invitado por la D.O. Rías Baixas. Incluso, en el 2009, recuerdo otro maravilloso viaje a Cambados. En esta ocasión la maleta me acompañó en todo momento a participar como jurado en el concurso de Rías Baixas en Cambados, del que he sido jurado en varias ocasiones.
Después de esta trayectoria estaba cantado que, cuando pudiera, Galicia fuese mi destino en mis vacaciones. Y eso comenzó cuando José Luis Vilanova me propuso en 2012 pasar unos días en su acogedor NovaVila, un coqueto hotel que alberga una bodega, por lo que también nos brinda las lindezas de las propuestas enoturísticas. José Luis también elabora un vino amparado por la D.O. Rías Baixas que se llama NovaVila; además de comprarlo allí, lo puedes encontrar en los mejores restaurantes de las Rías Baixas.

Novavila Design Wine Hotel.
En NovaVila paso mis vacaciones desde 2012 de manera ininterrumpida; es más, además del mes de agosto, también he pasado un par de Nocheviejas en el hotel brindando y comiendo las uvas en compañía de su familia.
Las virtudes que encontramos son numerosas, pues además de la hospitalidad tenemos una gran empatía con los distintos visitantes que llegan a él.
José Luis ejerce de prodigioso anfitrión y la magia comienza en el desayuno que nos ofrece Esther, una de las personas que facilita todas estas estupendas sensaciones.
El desayuno lleva de todo, comenzando, por supuesto, por un pan de hogaza que Esther ha calentado al fuego. Zumo de naranja recién exprimido, café humeante, leche de una vaquería próxima, embutidos y quesos gallegos, yogurt y mantequilla. Y para revitalizarnos, el propio José Luis nos ofrece un poción mágica con diversas frutas, verduras y especias que él mismo ha elaborado en la licuadora.
Durante el mismo se da una animada conversación entre los moradores y todos cambiamos información de los distintos lugares que hemos visitado el día anterior.
Mis días de alojamiento los tengo que decidir con José Luis, pues me alojo en una habitación llamada Mencía. Los nombres de las habitaciones huyen de la idiosincrasia de los números, aquí las habitaciones se llaman con la variedades de uva más típicas de la D.O. encontrando Treixadura, Albariño o Loureiro. También encontramos una llamada El Palomar; la más vistosa, pues se ha decorado y adecentado en el antiguo palomar de la finca.

Detalle de la piscina de NovaVila.
Entre las comodidades que encontramos no falta una impecable piscina, un salón de lectura, uno de televisió; En invierno, un placentero salón con chimenea incluida, la cual nos ha servido en más de una ocasión para asar castañas. Y, por supuesto, no falta la bodega, que está preparada para la elaboración de unas 10.000 botellas.
Otra de las actividades que nos propone Vilanova (cariñosamente él y yo a veces nos llamamos por los apellidos) es el afamado ‘tardeo’. Por las tardes abre unas botellas de su vino con los clientes del hotel y algún amigo suyo, que ya lo son míos, y tomamos unas copas de vino. Aquí entra en escena Muxa y su tortilla de patata; insuperable. Muxa es, junto con Esther y Julio, uno de los tres pilares de los que echan mano para mantener todo en perfecto estado de revista.
Una vez acabado el tardeo ponemos rumbo a los distintos locales donde vamos a ir a cenar.
La primera noche visitamos uno de los espacios más interesantes de los que puedes encontrar en las Rías Baixas: Lagüiña lieux-dit.

Aquí encontramos a Iraia Mendizábal y Eduardo Camiña, dos grandes profesionales de la gastronomía formados en Mugaritz. Con la pandemia decidieron ir a Meaño, la ‘patria chica’ de Eduardo y, sobre un antiguo furancho familiar, abrieron este increíble Wine Bar, donde la gastronomía y los vinos se dan la mano con cariño y complicidad.
Tal es la pasión y el prestigio que han acumulado que para conseguir mesa hay que ser previsor. Yo tuve que recurrir a mi querido Rafa López, quien les sirve las anchoas, para conseguir una mesa.
Como buen sumiller, Eduardo busca vinos singulares; bien de sus tierras, bien de otras zonas vitivinícolas, y la verdad es que siempre acierta, descubriéndote vinos sorprendentes.
Los platos que nos ofrecen resultan deliciosos. La materia prima que trabajan es excelente. Sus calamares en tempura resultan excitantes, pues no están en absoluto aceitosos. Las croquetas de jamón, delicadas; al igual que las migas con huevo frito y chorizo que me parecieron excelentes.
Los buenos pescados de la zona les permiten trabajar con acierto el ceviche de costeiro de lubina, el bonito de Burela y los xureliños en escabeche. No faltan las anchoas de Rafa López, que sorprendieron a mis queridos acompañantes Antonio Blanco y Faustino Batallán; a José Luis no, pues todos los veranos le llevo unas latas para él y su familia.
Las piparras están desbancando a los pimientos de Padrón y, para finalizar, qué mejor que hacerlo con una surtida tabla de quesos nacionales y extranjeros.
Es un local muy agradable y, por supuesto, recomendable.
Lagüiña lieux-dit. Lugar Iglesia, 16. Tel.: 609 073 164. Meaño (Pontevedra). Imprescindible reservar.
Otra de las visitas que realizo todos los años es a Mariscos Laureano, una de las mayores cetarias de la zona. Laureano es conocido por ofrecer a los mejores restaurantes de España sus productos del mar. En las aguas de sus rías contempla la posibilidad de que las marisqueras le ofrezcan los mejores productos que encuentren.
Las almejas las ofrece de varios tipos: la japónica, la encuentra cerca de la isla d’Aurosa; también ofrece una almeja de concha arrugada denominada Carneiro o Escupiña, esta tiene mucho predicamento en Cataluña. Por supuesto, ofrece una maravillosa para hacerla a la sartén con ajos y perejil.
También nos propone la ostra plana o Napoleón; para mí, mucho mejor que las francesas; sin dudarlo.
No faltan los berberechos XXL, las zamburiñas o las navajas. También nécoras, langostas, bogavante azul, percebe o camarones.
Todos los años le suelo comprar un par de veces y en la terraza del hotel organizamos una opípara cena. Este verano realizamos dos incursiones a Laureano y el resultado fue inolvidable.
Este año he tenido que reducir mi estancia debido a un problema con el coche, por lo que tuve que recortar alguna visita que tenía concertada. Pero no faltó la que hago todos los años a las bodegas Valmiñor, ya que con su propietario, Carlos Gómez, mantengo una dilatada amistad.

Bodegas Valmiñor.
Esta vez no pudimos hacer la tradicional cata, pues tenía un compromiso en Santiago, pero hizo que sus hijos Gayo y Pablo me acompañaran en la comida, que como en anteriores años, la realizamos en Área Grande en A Guarda.
Gayo y Pablo ya ayudan a su padre en las labores de la bodega, una situación que sin duda se agradece, pues garantizan su continuidad.
Valmiñor se encuentra en la subzona de la Rías Baixas conocida como O’Rosal y en su favor diré que utilizan variedades muy interesantes como la Loureiro y la Caiño.
Además de Valmiñor, su vino más representativo, hay dos vinos que me encantan: L-100 elaborado 100% con la variedad Loureiro y Davila, en el que se realiza un coupage con la Loureiro, Albariño y Treixadura. Otro de sus grandes blancos es el M-100, elaborado con Loureiro, Albariño y Caiño blanco, toda una experiencia para el paladar.

Davila.
En la comida disfrutamos de los vinos de Valmiñor, pues los propietarios de Área Grande, Manolo y su hermano Agustín son grandes amigos de Carlos Gómez.

Manolo y Carlos Gómez.
A Guarda es una localidad costera del Atlántico y en la pesca y la elaboración de las langostas radica esa merecida fama.
Pero no solo este afamado crustáceo que podríamos llamar el ‘El Rey del Mar’ es la base de su oferta.

Bogavantes y langostas de Área Grande.
El producto que siempre hemos encontrado en nuestras diversas visitas es extraordinario, y la comida la comenzamos con una perfecta nécora, con una ajustada cocción que no hace sino impulsar su jugosidad. No falta la empanada de atún con una masa crujiente y un relleno delicioso.
Continuamos con unas almejas a la sartén muy finas y este año, para finalizar, disfrutamos con un rodaballo al horno con sus patatas gallegas de acompañamiento.

Rodaballo al horno.
Área Grande. Playa de Área Grande, s/n. Tel.: 986 613 091 y 629 825 857 . A Guarda (Pontevedra).
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