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Un viaje a los viñedos del Loira

16 septiembre, 2021

El Muscadet se gesta en los viñedos próximos a Nantes, la mayor extensión de vino blanco monovarietal del mundo con Denominación de Origen

Texto y fotos: Olga Briasco

Julio Verne, natural de Nantes, escribió una novela que marcó mi infancia: La Vuelta al mundo en 80 días. En ella un caballero inglés —con la ayuda de su mayordomo— debía cumplir una apuesta y recorrer el mundo en tres meses. Un viaje relámpago a ciudades soñadas que muchas veces nosotros mismos replicamos. Eso sí, sin tantos contratiempos. Lo hacemos atraídos por cumplir los ‘imprescindibles’ de las ciudades y que no nos dejan ver la foto completa. Algo así sucede con el Valle del Loira, un lugar del que sabemos que proliferan los castillos y las abadías pero del que quizá se nos escapa que abundan las bodegas. Sí, porque aquí, en Nantes, se encuentra el mayor viñedo de vino blanco monovarietal del mundo con denominación de origen: El Muscadet; enmarcado en un paisaje de colinas que nada tiene que envidiar a la popular Toscana.

Basta con conducir unos kilómetros más allá de Nantes para admirar ese paisaje dominado por viñedos y campos de cultivo que rodean coquetos pueblos donde al atardecer suenan las campanas y las personas disfrutan de un paseo entre vides. Honestamente, nada tiene que envidiar a la popular Toscana. Estoy en el Loira Atlántico —los franceses lo denominan Pays de la Loire— y aquí el terroir se muestra exultante. Es verano y los racimos de la uva Melón (Melon de Bourgogne) comienzan a asomarse entre esas hojas verdes y frescas. Por cierto, se llama así por la redondez de sus bayas, aunque es más común llamarla Muscadet —sí, como el vino—.

Este tipo de uva es originaria de Borgoña pero desde el siglo XVI afinca a orillas del Loira gracias, especialmente, a Luis XIV quien al ver que este tipo de uva había resistido medianamente bien a las heladas de 1709, ordenó dar prioridad a la cepa Muscadet. Y es que, no hay que olvidar, que aquí el clima es oceánico y se caracteriza por la abundancia de lluvias, por lo que al ser la Muscadet una uva de ciclo corto y que madura pronto, la hace ideal para esta zona. Además, el suelo es muy rico y en el subsuelo se encuentran esquistos, gravas, terrenos arenosos y arcillas con caliza e incluso sílex. Características que le confieren ese toque diferente.

Asimismo, la cepa Muscadet es el resultado del cruce entre las castas Gouais Blanc y Pinot Blanc, y actualmente su cultivo ocupa unas 11.000 hectáreas en esta parte de Francia. Además, engloba distintas denominaciones: Muscadet, Muscadet Sèvre y Maine, Muscadet Coteaux du Loire, y Muscadet Côtes de Grandlie.

Sin embargo, para conocer mejor el alma del Muscadet lo mejor es visitar a esos pequeños viticultores que desde hace años trabajan esta tierra y elaboran excelentes vinos. Con ese propósito llego hasta la bodega de la familia Lieubeau que, próxima a Château-Thébaud, es una de las más antiguas del lugar. Allí me espera Marie, la pequeña de una generación dedicada al vino. Sin perder tiempo, la joven me lleva hasta los viñedos, que se extienden hasta los límites de la confluencia de los ríos Sèvre y Maine. En medio de ese paisaje me cuenta que fue su bisabuelo quien en 1816 comenzó la tradición familiar y que hoy la siguen sus hermanos y ella, pero apostando por una viticultura ecológica y biodinámica. De hecho, la recolección la hacen a mano y el vino está criado en lías.

La familia Lieubeau elabora vinos bajo la denominación Muscadet Sèvre et Maine, cru Château-Thébaud, y vinos del valle del Loira bajo la certificación Erra Vitis Agricultura sostenible. Unos vinos que pruebo en su bodega y que hablan de esa tierra que hace poco he visitado. También a Julio Verne, con una línea dedicada a sus libros. Sí, no falta La Vuelta al mundo en 80 días. Son vinos frescos, ideales para un aperitivo o para acompañarlos con pescados.

Conocida la denominación Muscadet Sèvre y Maine, emprendo un viaje que me lleva hasta Brem-sur-Mer, muy próximo a ese Atlántico que refresca las tardes de verano. Es un mediodía de verano y su brisa todavía no se nota. En la bodega de L’Orée du Sabia me espera Bastien Mousset con su bici para visitar la población y sus viñas, situadas sobre la colina próxima. Cuenta con nueve hectáreas, todas ellas ecológicas. El proyecto es relativamente nuevo pues Bastien trabajó por todo el mundo hasta que, en 2017, inició L’Orée du Sabia, cuyo nombre hace referencia a que se encuentra en las afueras (‘à l’Orée’ en francés) de Les Sables d’Olonne, cuyos habitantes solían llamarse ‘les Sabia’ en el antiguo dialecto local.

Durante todo el trayecto a Bastien se le ilumina la cara viendo ese horizonte de viñas y hablando de esta tierra que vamos atravesando con nuestras bicis. Una pasión que traslada a la manera de cultivar y elaborar sus vinos pues lo hace respetando la naturaleza y el ecosistema. Lo hace así, cuenta, porque los vinos deben expresar de la mejor manera posible la variedad de uva y el terruño del que proceden. Tanto es así que Bastien abraza la agricultura biodinámica, lo que significa que todos los aditivos de fertilización son de origen mineral y vegetal, y se utiliza el calendario astronómico para regir las épocas de la siembra, de la cura y de la cosecha de la uva.

Al igual que ocurría en el caso de la familia Lieubeau, las cepas están plantadas sobre diversos subsuelos pero la identidad de sus vinos la marca la presencia constante de cuarzo, una piedra silícea que usa, y la influencia del océano atlántico. Así, su viñedo cuenta con cinco variedades: Chenin, Chardonnay, Pinot Noir, Négrette y Gamay. Su bodega está en el subsuelo para que se mantenga la temperatura y está ligeramente inclinada. Un diseño que sigue ese respeto por la naturaleza. En la terraza pruebo algunos de sus vinos.

Generalizando, el Muscadet es fresco, vivo y agradecido. Además de con marisco y pescado —como todo blanco—, en los últimos años se ha venido utilizando para acompañar carne de ave y algunos quesos, así como comida asiática y todo tipo de platos elaborados a base de verduras. Y de la teoría a la práctica porque muy cerca de la bodega está el restaurante Les Genets, con una estrella Michelin. Al frente está Nicolas Coutand. El menú fue delicioso, a base de productos de temporada —el pescado estaba espectacular— y los justos toques de creatividad para darle ese punto diferente. ¿De beber? Por supuesto, un Muscadet de L’Orée du Sabia.

Un viaje diferente, que habla de tradición, cultura y vino. Un viaje que te recuerda los muchos rincones que quedan por descubrir y los tantos vinos que quedan por conocer y disfrutar. Como dijo en su día Julio Verne: “Viajar nos permite enriquecer nuestras vidas con nuevas experiencias, disfrutar y ser educados, aprender a respetar las culturas extranjeras, establecer amistades y, sobre todo, contribuir a la cooperación internacional y la paz en todo el mundo”.

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