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Stellenbosch, los mágicos viñedos de Sudáfrica

6 julio, 2023

Olga Briasco

De un tiempo a esta parte los vinos sudafricanos han ido ganando protagonismo, convirtiéndose en algunos de los más buscados y mejor valorados en todo el planeta. Una tradición que se remonta a 1652, con la llegada de la Compañía Neerlandesa de las Indias Orientales al cabo de Buena Esperanza. Esa parada en busca de previsiones sería la semilla que más tarde daría lugar a la industria vinícola que es hoy —y también a Sudáfrica como país—, aunque quién realmente plantó las primeras viñas fue Jan van Riebeeck, el primer gobernador del nuevo territorio. Fue entre 1655 y 1659, coincidiendo con la desecación del Médoc bordelés a mitad del siglo XVII.

Una información que leo en el trayecto que dura el viaje operado por la compañía KLM de Amsterdam a Ciudad del Cabo, pues las algo más de diez horas de vuelo dan para mucho. Tanto, que hasta descubro que aquellas primeras cepas procedían de España, Francia y de Alemania. Una historia que en 1679 llega a Stellenbosch, cuando Simon van der Stel, el primer gobernador de la Colonia del Cabo y apasionado enólogo, plantó un viñedo con 10.000 cepas en su granja y comenzó a elaborar un vino de calidad. La historia es mucho más larga y con el trasfondo del Apartheid detrás; el sistema de segregación racial en Sudáfrica —y Namibia— que estuvo en vigor hasta 1992. Y este dato es importante porque con la salida de Nelson Mandela de la prisión de Robben Island y su llegada al poder en 1994 el vino sudafricano se abre al resto del mundo y empieza su expansión.

Stellenbosch, la cuna del vino sudafricano

Tal es su importancia que viajar a Ciudad del Cabo no es solo descubrir la riqueza cultural de la ciudad y ese espíritu multirracial que me ha enamorado, subir al Table Mountain o adentrarse por el Cabo de Buena Esperanza. No, es también descubrir los vinos sudafricanos y descubrir las distintas regiones vinícolas. De ellas, destaca Cape Winelands, en la provincia de Western Cape, el centro neurálgico del turismo enológico de Sudáfrica, noveno productor de vinos del mundo. De las ciudades que lo forman (Paarl, Franschhoek y Stellenbosch) destaca Stellenbosch, cuya ruta de la vid se circunscribe a más de un centenar de bodegas. Por cierto, Stellenbosch significa «el bosque de Van der Stel», nombre que hace referencia a Simon van der Stel, el primero en plantar sus vides en el área.

Pero, antes, merece la pena dar una vuelta por la urbe, con un marcado carácter universitario y edificios de arquitectura neerlandesa del Cabo (Cape Dutch). De hecho, llama la atención sus avenidas, delineadas por antiguos robles y una arquitectura con rasgos holandeses, fruto de ese pasado colonial. Un lugar en el que pasear y disfrutar de una larga velada, especialmente en la calle Dorp, repleta de cafeterías y restaurantes. Sin olvidar las rutas de montaña por las reservas de Assegaaibosch, Jonkershoek y Helderberg.

Una ciudad rodeada por un paisaje montañoso salpicado por viñedos y bodegas en las que degustar vinos sudafricanos. Bodegas que en su origen muchas de ellas fueron granjas, por lo que son espacios abiertos, en los que disfrutar y realizar actividades diversas. Un entorno que confiere personalidad a los vinos pues los viñedos se sitúan a 600 metros de altitud, en las montañas graníticas de Heldesberg y Simonberg, donde les llega la brisa de False Bay, una ensenada natural entre los océanos Índico y Atlántico.

El vino Pinotage

De hecho, la asociación Stellenbosch Farmer Winery (SFW) vela por respetar y potenciar esa tipicidad. Y lo consigue pues Stellenbosch produce más del 15% de todos los vinos sudafricanos y especialmente los de gama alta, tanto blancos como tintos. De ellos, los blancos representan alrededor del 80% de la superficie del viñedo y se emplean uvas como la hanepoot, la colombard, la sauvignon, La cape riesling, la chardonnay y la steen, nombre local de la chenin blanc. En cuanto a los tintos, son comunes la cinsaut, la cabernet sauvignon, shiraz, merlot, cabernet franc y pinot noir.

Sin olvidar la uva emblemática de Sudáfrica, la pinotage, un cruce de cinsaut y de pinot noir creado en 1925 por el primer profesor en viticultura de la Universidad de Stellenbosch, Abraham Izak Perold. Una uva que fue por primera vez embotellada en la finca Lanzerac, en 1961. De hecho, es una de las visitas más recomendables para hacer pues sus vinos son maridados con chocolate sudafricano. Otras fincas centenarias perfectas para conocer los vinos sudafricanos son Spier, Delheim, Thelema, Tokara o Blaauwklippen.

Junto a Stellenbosch es famoso Franschhoek, que en afrikáans significa rincón francés. Nombre que se debe a que fue fundada por hugonotes franceses expulsados por Luis XIV, quienes importaron a esta región su cultura culinaria y vinícola. Una historia que precisamente ha llevado a  la localidad a ser considerada la capital gastronómica del país y poseer los mejores restaurantes, muchos de ellos emplazados en bodegas.

Vinos que se pueden descubrir a través de las bodegas que abren sus puertas para catas y eventos. Incluso algunas de ellas disponen de un restaurante. Hay muchas visitas organizadas e incluso hay un tren que conecta ambas ciudades.

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