30 septiembre, 2019
Texto: Rubén López Morán / Fotografía: Fernando Murad
Hay barrios que tienen un pasado. Que no viven inmersos en un presente anodino y periférico. Nos atreveríamos a afirmar incluso que hay barrios que son una Denominación de Origen en sí mismos. Los hay en todas las ciudades. Porque las ciudades, en su afán de abarcarlo todo, los han acabado integrando. O engullendo más bien. Aun así, algunos de ellos no han perdido el carácter «de ser de…». En el caso que nos concierne, de «Ser de Russafa». Un barrio situado al sur de Valencia, delimitado por las avenidas Peris i Valero, Antic Regne y Gran Via de les Germanies. Y que debe su nombre a un antiguo palacio de esparcimiento, con jardines, que levantaron los primeros soberanos islámicos a dos kilómetros de la ciudad original.
Con el paso de los siglos aquel palacio y sus jardines mudaron en alquerías y fértiles huertas. Y más tarde, en un barrio popular, que ha vivido de un tiempo a esta parte un renacimiento con sus luces y sombras. Como no podía ser de otro modo. Teniendo en el Mercado Municipal y la parroquia de San Valero el centro de una trama urbana intrincada, una especie de isla que contrasta con el vecino barrio del Eixample, tan cuadriculado y cartesiano él.
Restaurante Rodamón
A tres calles de ese mercado, que es despensa de muchos de los restaurantes que se han instalado en sus alrededores, está Rodamón (Calle Sueca, 47). Abierto desde hace 12 años, sus propietarios Marta Abarca y Luca Bernasconi concibieron un espacio que les permitiera verter los conocimientos acumulados en sus viajes por medio mundo. Que el partir, vivir, y regresar, se sustanciara a través de la gastronomía de los lugares visitados y vividos, auténticos platos-recuerdo, revelándose más de uno en un refugio cuando la vida da esquinazo. Porque la vida no suele casarse con nadie, ni siquiera con quien la vive con sincera vocación. Como es el caso de Marta y Luca, y del tercer invitado a este encuentro: el viticultor Javi Revert.
Javi Revert, viticultor
Javi Revert es un joven que vive con verdadera pasión su oficio. Una pasión que le viene de casta, desde que su bisabuelo roturó una parcela allá por los años 40 del pasado siglo en las vertientes más occidentales de la Font de la Figuera. La búsqueda y descubrimiento de esa parcela ha marcado buena parte de su carrera. Recuperando las seis variedades que plantó su antepasado sin orden ni concierto; unos viñedos que recibían a pecho descubierto los fríos y duros inviernos de la Mancha, tamizados por los aromas del cercano bosque mediterráneo, a 850 metros sobre el nivel del mar. De esa conjunción, y de la tierra alba, calcárea, donde hunden sus raíces, ha elaborado unos vinos que han rendido paladares tan exigentes como el de Luis Gutiérrez, el hombre Parker en España.
El maridaje
Estar junto a Marta, Luca y Javi, permite escuchar palabras viajadas y arraigadas. Cosmopolitas y nativas. Palabras musicales, bellas, como tortosí, trepadell, arco, malvasía o verdil; algunas de las variedades que Javi cultiva en unas montañas de corazón íbero. A las que Marta y Luca responden con otras llegadas del lejano oriente, de las más cercanas islas británicas, o de la Francia de Allons enfants de la Patrie. Palabras que las laboriosas manos de Marta emplatan en un menú compuesto de un Tataki de atún, un English Roastbeef y el Steak Tartare Julio Verne. Unos platos que secundan como fieles escuderos los blancos La Font y Micalet, y el tinto Sensal. Los dos últimos, elaboraciones exclusivas de Javi Revert; y el primero, nacido de la unión de tres vinoferits, como son Luca, el mismo Javi, y Víctor Marqués. Un dato: el fondo de armario de la bodega del restaurante ronda las 1.500 referencias.
Todo esto significa a día de hoy «Ser de Russafa». Un barrio con sus luces y sombras. Las luces son las que emiten proyectos como Rodamón. Que nos ofrecen en torno a una mesa paisajes lejanos y cercanos. ¿Las sombras?, un barrio que está sufriendo un proceso de gentrificación que está acabando con el antiguo tejido vecinal, que tiene en el Mercado Municipal y la parroquia de San Valero su centro de reunión. Es uno de los males de nuestro tiempo: la pérdida de autenticidad. Al fin y al cabo, de cultura. Afortunadamente, siempre nos quedarán refugios habitados por personas que se resisten a dejar de ser ellos mismos, porque nunca renunciarán a viajar, a vivir, a buscar. ¡A vuestra salud, Marta, Luca y Javi!
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