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Saint-Émilion

5 June, 2024

Texto y fotos: Olga Briasco

La historia late en Saint-Émilion, una coqueta localidad próxima a Burdeos cuyas calles empedradas te devuelven a la Edad Media. Un paseo que se realiza con una copa de vino, pues es una de las zonas vinícolas más importantes de Francia.

Un mosaico de terruños, parcelas y pequeñas granjas se extiende en los alrededores de Saint-Émilion, del que solo se aprecia su campanario desde la distancia. Un manto verde en el que reina la tranquilidad: las vacas pastan en las praderas de los viñedos, en esa nueva manera —aunque en realidad es antigua— de realizar una viticultura sostenible, y algún que otro viticultor pasea entre las vides. Un paisaje vivo, moldeado generación tras generación, en un trabajo que va más allá de perpetuar la tradición vinícola de Saint-Émilion y de elaborar buenos vinos —junto a Médoc, Pomerol y Graves, es considerada como una de las principales zonas de vino tinto de Burdeos—. Y es que, a lo largo de la historia, viticultores y enólogos han preservado la cultura del vino en este territorio, de ahí que sea el primer paisaje vinícola en funcionamiento que figura en la lista del Patrimonio Mundial de la Unesco. Un reconocimiento que hace que cualquier intención de cambio en la estructura de un suelo o planta de ocupación de la tierra deba ser aprobada por una comisión que garantiza la sostenibilidad del ‘paisaje cultural’ que se da en Saint-Émilion.

Unos vinos que son muy preciados y cuyas bondades se pueden encontrar por la diversidad geológica (suelos calcáreos, arcillosos y calcáreos, arenosos y pedregosos), su microclima templado continental y un relieve con pendientes suaves que hace que el viñedo esté expuesto todo el año al sol. Estas condiciones óptimas para la viticultura, junto a la maestría de los viticultores y enólogos que magistralmente mezclan variedades de uva (merlot principalmente asociada con cabernet franc o cabernet sauvignon y malbec en proporciones más pequeñas), dan al vino una gama gustativa y olfativa muy matizada. Así, la variedad merlot, la favorita de la localidad, proporciona redondez y generosidad; la cabernet franc, finura y elegancia, y la cabernet sauvignon contribuye a la longevidad del vino con taninos fuertes.

De las 7800 hectáreas que rodean el pueblo –el paisaje vinícola de Saint-Émilion está declarado Patrimonio de la Unesco–, hay hasta 5400 hectáreas de vid repartidas entre 800 propietarios, por lo que se aconseja elegir una de estas bodegas para aprender sobre su elaboración, su historia o relajarse en algunos de los châteaux. En ellos se descubren las dos denominaciones de origen: Saint-Émilion y Saint-Émilion Grand Cru, que solo se aplican al vino tinto (los vinos rosados o blancos en el territorio tienen una denominación diferente).

Una viña que se cultiva desde la época galo-romana y que hasta el poeta y político romano Decimus Magnus Ausonius alabó la vid de esta zona en el siglo IV y, según se ha conocido recientemente, poseía una villa cerca del pueblo. Sin embargo, la tradición vinícola como tal se remonta a 1199, cuando Juan I de Inglaterra instaura La Jurade, la cofradía de los Vinos de Saint-Émilion que duró hasta la Revolución Francesa en 1789. No fue hasta 1948 cuando algunos viticultores resucitaron la hermandad para perpetuar la tradición (se ha recuperado como cofradía de los vinos de Saint-Émilion).

Unas vides que llegan hasta el último vestigio de la iglesia de los Dominicos (siglo XIII), un muro que se salvó de la guerra de los Cien Años. Es la puerta de entrada a la ciudad, cuyo origen se sitúa en el siglo VIII cuando Émilion, un monje benedictino de la Bretaña, se asienta en una cueva, llamada Ascumbas, nombre original de esta localidad. Su vida de ermitaño y su fama milagrosa hicieron que se convirtiera en un centro de peregrinación. Una historia que, para conocerla mejor, se deben descender 196 escalones, que son los que conducen hasta los subterráneos de la ciudad. Allí se encuentra la impresionante iglesia monolítica, esculpida a partir de un solo bloque de roca caliza a principios del siglo XII en honor a Saint-Émilion y con vistas a albergar a diferentes peregrinos. También se encuentra la rocosa Silla de la Fertilidad, a la que cada año asisten mujeres que tienen problemas para quedarse embarazadas. En mi visita he de decir que hubo un par de mujeres que se sentaron en esa bancada…

De vuelta a la superficie, lo mejor es pasear por sus calles y toparse con el lavadero, el antiguo mercado donde se comercializaba el cereal o el claustro de los Cordeliers. Precisamente aquí vuelve a aparecer la tradición vinícola pues, en sus galerías subterráneas, excavadas a diecisiete metros de profundidad, se puede disfrutar del Crémant de Bordeaux, un vino espumoso producido según el método de Champagne. La denominación se introdujo en 1990 y sustituyó a la denominación AOC Bordeaux Mousseux. Tras conocer sus bondades hay que proseguir visitando la ciudad, un recorrido que debe terminar en lo alto de la torre del Rey, para observar el entramado medieval y cómo las vides crecen a su alrededor, extendiéndose hasta donde tu vista puede alcanzar. Aquí, cada septiembre, la población se aglutina para dar inicio a la vendimia.

El vino favorito del agente 007

James bond no solo bebe Martini. La frase «stirred, not shaked» (agitado, no removido) es pronunciada por James Bond cuando pide un Martini, su trago favorito, pero en los momentos de relax también aparece con una copa de vino tinto. Se trata de un Château Angélus 1982, de la bodega  Château Angélus ubicada en Saint-Émilion y clasificada Premier Grand Cru Classé A desde 2012. Un vino que ha aparecido en tres ocasiones junto al agente, protagonizado por Daniel Craig. La primera vez que apareció un Angélus 1982 fue en Casino Royale, cuando el agente secreto compartió una botella en un tren con Vesper Lynd, interpretada por Eva Green. De hecho, en su honor la bodega bordelesa lanzó una edición limitada Château Angélus 007 de 225 cajas la cosecha (2)007 que fueron subastadas para una causa benéfica. La cosecha 2005 de la finca también regresó a la acción en Spectre (2015) y más recientemente en Sin tiempo para morir, donde disfruta de este trago en la casa de Q mientras prepara la comida.

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