29 abril, 2019
En la elaboración tradicional de los vinos tintos y rosados a las uvas se les quita el raspón, se trasladan a un depósito donde permanecen en contacto la piel y el mosto y es ahí donde adquieren el color y las características propias de la uva, previamente a su fermentación. El interior de las uvas tintas no tiene color, por lo que se necesitan las pieles de las uvas u hollejos para obtenerlo y obtener también los aromas característicos de los vinos rosados y tintos.
A ese contacto del mosto con las pieles es a lo que se llama maceración. Así pues, la maceración es el tiempo que el caldo transcurre en contacto con los hollejos, y es la que da color, tanto al vino rosado como al tinto, que se consigue gracias a los remontados frecuentes que se hace antes, durante y después de la fermentación. En el caso del vino rosado, esta maceración es breve (inferior a 10 horas).
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