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Ramón (Llebeig café): ”Nos prohibieron rotundamente meternos en hostelería. Lógicamente no hicimos caso”

25 septiembre, 2018

J.A. López
Llego puntual “a la hora de los toros”. He quedado con Mónica y con Ramón para hablar de la inmediata inauguración del nuevo Llebeig café en la Gran Vía Marqués del Turia, 59. La primera en la frente. Estoy un cuarto de hora buscando la forma de abrir una puerta de inmaculado cristal que se abre como todas, tirando de la manilla. Las risas se oyen hasta en Acuarium, su vecino. Por fin entro, no sin antes ser ayudado por una camarera. Estas puertas modernas…

Me gusta el local. Es de esos sitios donde te sientes abrazado nada más entrar. Hay alma, hay cariño y sobre todo, mucha profesionalidad y dedicación que iré viendo conforme avance la entrevista. No busquen nada distinto a lo que no sea comodidad, sencillez y toques de buen gusto. Una barra suficiente en la entrada y 25 mesas en el interior. La terraza, extraordinariamente atractiva.

Estoy con Mónica y con Ramón. Son el alma, corazón y vida del local. Al día siguiente de la entrevista será la inauguración oficial. Han estado varios días haciendo pruebas de cocina y servicio y alegrándole la vida a los clientes que han pasado por la casa. Es el momento de la verdad. En unas horas. Pactamos no publicar la entrevista hasta unos días más tarde. Hay que recuperarse de lo que fue, realmente, un acontecimiento social.

Ramón Sauquillo (sin h) viene de una de las más conocidas, respetadas y admiradas familias de hostelería de Valencia. El abuelo, Jesús Barrachina. Ahí queda eso.

“No creas, pese a pertenecer a esta familia, teníamos total y terminantemente prohibido trabajar en hostelería. Aun así nos faltó tiempo para dedicarnos a lo que realmente nos gusta y apasiona”.

Ramón habla en plural. Los “locos de la hostelería” son dos, él y su hermano Javier que, desde muy joven quiere ser cocinero y que le da por demostrar sus dotes culinarias innatas a quien se le ponga a tiro.

Ambos hermanos correteaban por las distintas dependencias del mítico Barrachina ante el regocijo de los empleados y la constante vigilancia del abuelo. “Te voy a contar algo que muy pocos saben. El abuelo tenía en el despacho una pequeña mirilla a través de la cual podía controlar todo el local. Adelantado, el hombre”.

Y aquí hay un paréntesis en el cual nos juntamos tres almas apasionadas por la hostelería. Mónica, la mujer de Ramón, el propio Ramón y un servidor que no sé cómo agradecerle que, en tan poco tiempo, me haga revivir tantos y tan gratos recuerdos de una historia irrepetible de Valencia.

Algún día la compartiremos con ustedes. Recordamos cómo era Barrachina. El establecimiento. Su oferta gastronómica tan increíble. La atención al cliente. El respeto de todos y hacia todos… lugares mágicos que se merecen todos mis respetos y admiración como también se lo merecen Lauria o Balanzá. Maravilloso.

Ramón ha heredado todo lo bueno de la familia. Si el abuelo no quería que se dedicasen a la hostelería, sus padres Ramón y María Jesús estaban dispuestos a hacer frente común. El abuelo sabía de antemano que era una batalla perdida.

Ganaron los hermanos. Y yo tengo la satisfacción de conocer a Javier que, pese a que ya no está en el negocio, ha ido a saludar a la familia. Cuatro apasionados de la hostelería. Nos vamos por los cerros de Úbeda y tenemos que centrarnos. En segundos te das cuenta de la pasión de Javier por su oficio. No se queda atrás Ramón que no para de contar las satisfacciones que recibe en la sala y lo importante que es para él la atención al público. Apasionado, directo, inquieto, meticuloso, grande… le corre su profesión por las venas y no puede contener la alegría de poder trabajar, cada día, en lo que más le gusta.

“Comenzamos trabajando en discotecas, bares y otras salas como R.R.P.P (perdón Mónica) y tuvimos una buena peña de amigos. Tantos que nos propusieron marcharnos a Denia a trabajar en una discoteca y no lo dudamos. Nos fuimos nosotros y nos llevamos a la peña”.

La cosa iba cada vez mejor y pensaron, los hermanos, en montar un bar donde poder seguir atendiendo a sus innumerables incondicionales.

“Las carcajadas del abuelo aún resuenan por Valencia. El bar duró 50 días. Nos habíamos metido a trabajar sin permisos ni nada de nada. Con un desconocimiento total y pensando que todo era Jauja”.

Con tal éxito, Javier vuelve a sus estudios de empresariales y Ramón a los de derecho, pero “no podíamos dejar de pensar en nuestra pasión y, además de los estudios, comenzamos a formarnos y a trabajar en distintos sitios de hostelería. El objetivo es montar un segundo negocio pero con conocimiento”.

Y así montaron su segundo bar en Denia “ y en este, con todos los palos que nos habían dado, no fallamos”. Copas más que comida pero consiguen tener un centro con nombre y muchísimo tirón. Hay que venir a Valencia. “…y es en octubre del 95 cuando abrimos el primer Llebeig en Valencia”, frente a la famosa Pérgola, que les servirá de inspiración.

“Con todo lo andado, aún nos damos cuenta de que nos falta mucho. Queríamos ser como la Pérgola. Les admirábamos en todos los sentidos, está claro que hay que profundizar más en formación y en rodaje”. Javier sigue en Denia formándose y Ramón estudia y aprende la figura del abuelo Jesús y de Fernando Sanz.

Golpe a golpe se va formando la idea y se amplía la oferta de Llebeig. Los bocadillos de toda la vida, las tapas tradicionales, las ensaladas frescas, los sandwichs apetitosos, los platos combinados, los postres caseros…”. Mantenemos una cocina tradicional con productos muy frescos y compra diaria. Es lo que aprendimos y tenemos en todos nuestros locales. Hay algunos platos con un toque especial porque entendemos que los tiempos cambian y hay que evolucionar”.

Un segundo Llebeig se une a la gran familia. La oferta es la misma y la respuesta del público cada vez mayor. “No hay ningún secreto en nuestra cocina, es la misma que puedes hacer en tu casa pero no te apetece meterte entre fogones”.

Ramón está orgulloso de su equipo. Ricardo, Jorge y Álex se encargan de que todo funcione a la perfección. El equipo, mayor de profesionales, llevan a cabo la labor diaria de cumplir con las normas de la empresa. Un buen producto, una atención exquisita, mantener los locales cómodos y atractivos y levantarse, cada día, con la ilusión de hacer las cosas mejor que el anterior. El premio, la satisfacción de los clientes.

Y se inauguró un tercer Llebeig que, como los anteriores, tiene la cocina abierta desde las 12 de la mañana hasta las dos de la madrugada.  Y aquí, extraemos de la extensa carta platos y tapas como son la ensaladilla, las patatas bravas o las patatas fritas con huevo y jamón. Les aconsejo el revuelto de trigueros y gambas. Montaditos, el de berenjena con queso brie y paté de tomate seco. El roast beef a la plancha con patata rota, para no olvidar. Las mini hamburguesas, los bocadillos tradicionales, la longaniza ibérica con tomate frito al estilo kiki y ajitos tiernos, la sobrasada a la plancha con queso brie… más los helados, los batidos y su famosa Pirámide de fresas y nata… Hay mucho más, pero tendrán que descubrirlo ustedes.

Los precios muy asequibles. Buena selección de vinos y cervezas y alguna otra sorpresa muy agradable. Además, tienen un menú infantil que hará las delicias de los más pequeños (y algunos mayores si logran pasar por niños).

Llebeig, el viento que le lleva a una gastronomía tradicional, está en la Gran Vía Marqués del Turia, 59. No se lo pierdan. Gracias Mónica, Javier y Ramón por invitarme a recordar tiempos maravillosos y por contagiarme vuestro entusiasmo por la hostelería.

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