21 noviembre, 2022
Amanece en Fontanars en una mañana fresca. El sol avisa que se abrirá paso. El silencio se escucha. Estamos en la puerta de Rafael Cambra, la bodega que lleva el apellido de una familia vinculada históricamente al mundo del vino. Que lleva el nombre y apellido de uno de los enólogos más sobresalientes de todo el arco mediterráneo. Aunque a él le ruborice escucharlo. Aunque él prefiera el silencio. En la bodega nos espera Rafa, que se apresta, tras ofrecernos un café, a ir a la viña. Es de esa generación de viticultores que mira a la viña mucho más que a la bodega. La viticultura es su vida. Siente pasión por sus viñas. Les susurra y les habla, siempre despacio. Siempre de manera sosegada.
Entre viñas recientemente vendimiadas en pleno valle de Els Alforins, Cambra señala el arte de la viticultura como el pilar angular de su proyecto. Muestra de ello ha sido su alabada labor por recuperar variedades minoritarias valencianas en peligro de desaparición como la forcallà, el arco o la bonicaire. Nos muestra cepas cultivadas en vaso plantadas entre 2001 y 2011 en medio de un verdadero bosque mediterráneo de pinos y carrascas, varias de ellas asentadas en catorce terrazas construidas estratégicamente en plena época musulmana para luchar contra la erosión de las torrenciales lluvias típicas en la zona durante el mes de septiembre y octubre. Un paisaje idílico que te traslada a zonas vinícolas de enorme calado como su querido y respetado Priorat.
El amor, el respeto y la vinculación que demuestra Cambra al tratar cada suelo donde decide echar raíces refuerzan una filosofía en la que se autodenomina un «pasante de viñas». Él siempre se encuentra de paso, pero no así la tierra donde emergen sus viñedos. Una expresión castellana que el enólogo también hace propia para reflejar su vocación y responsabilidad a la hora de transmitir a las siguientes generaciones su saber hacer y su pasión por el campo.
Regresamos a la bodega y copa en mano Cambra nos confiesa que la principal meta a la hora de elaborar sus vinos es reflejar el terruño de donde nacen. «Transformamos nuestro vino lo mínimo posible. Desde que empezamos hace veinte años elaboramos sobre todo en barrica pequeña, ya que nos permite hacer una inmersión con las manos o un pisado con los pies, asegurando así una maceración muy suave de la uva». Vinos que reflejan con acierto el mimo en el proceso y el maravilloso potencial del entorno que les rodea. Cada trago es sinónimo de beberse ese sol del Mediterráneo, esa calidez del clima y esa naturaleza autóctona presente en cada rincón del valle.
En Casa Colau ha encontrado la forma de cerrar el círculo a su manera de entender el vino. Ubicada en Fontanars, se trata de un conjunto de edificaciones cuya construcción data de 1667, fielmente restauradas hace dos décadas por un abogado eminente de su pueblo, Luis Montés. Hace tres Rafa y su mujer, Elena Arpón, enamorados de la magia de Terres dels Alforins, decidieron embarcarse en esta nueva aventura adquiriendo lo que consideran su hogar. «Somos la última generación de otras muchas que han pasado por aquí interesadas en cuidar las casas, elaborar vino y continuar alargando su legado». Y ese hogar es el que ahora, en una bella apuesta por el enoturismo, quieren compartir con todo aquel que quiera saber más del proyecto.
Y así cae el sol en Casa Colau. Entre vinos y charlas interminables. El pasante y su compañera de vida han hecho que el tiempo se pare. Rafa Cambra es un enorme viticultor, ‘de paso’ añadiría él, que sienta cátedra susurrando a la viña.
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