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Pablo Calatayud: «Celler iba a ser una bodega de garaje pero la Bodega Fonda nos cambió la vida»

4 diciembre, 2023

Pablo Calatayud de Celler del Roure

25 vendimias lleva Pablo Calatayud embotellando los vinos de Celler del Roure. Un cuarto de siglo en el que la bodega ha virado hacia las raíces, poniendo en valor variedades a punto de desaparecer como la arcos o la mandó.

Texto: Jaime Nicolau / Fotografía: Fernando Murad

La familia Calatayud y Celler del Roure han sido capaces de construir un relato mágico, cargado de verdad, en las tierras en las que han crecido felices. Pablo Calatayud es el alma de un proyecto que nació para elaborar vino a pequeña escala. Un viaje al Priorat y una finca mágica llena de tesoros escondidos  se cruzaron en su camino para tocar su corazón y cambiar la historia para siempre.

5barricas.- ¿Cómo llega Pablo Calatayud al mundo del vino?

Pablo Calatayud.-  Pues llego por Dani Belda porque todos los años por Navidad íbamos mi padre y yo a comprarle vino a Dani y a su padre. Regalábamos vino de nuestra tierra y naranjas del pueblo de mi madre. Y los mejores vinos de la zona eran los de Dani. Se une ese contacto con él, con mi decisión de estudiar ingeniero agrónomo. Estuve dudando mucho entre Arquitectura y Agrónomos. Al final opté por Agrónomos. Me hacía ilusión hacer una carrera con la que yo pudiera ser capaz de darle valor a mi tierra. Yo me había criado en una casa de campo de mi familia en la zona de El Bosquet en Moixent. Estaba muy marcado por los cultivos agrícolas de secano de aquel paisaje que disfrutamos muchísimo. Yo me enamoré de esa tierra. Y entendí que la mejor forma que tienes de darle cariño y darle valor a esa tierra es cultivar viñas y elaborar vinos.

5b.- ¿Y cómo esa quimera da paso a Celler del Roure?

P.C.- El paso siguiente fue que Dani nos aconsejó plantar unas variedades de uva en esta finca para venderle la cosecha. Pero, animados por el propio Dani y por su padre, dimos un paso más y pensamos en montar una bodega pequeñita y hacer el vino. Y con temor, con vértigo y con muchas dudas apostamos por eso. En aquel momento era arriesgado. Tú preguntabas a la gente y te decía «¡Buf! Un vino valenciano de nivel alto? Eso es imposible». Mi tío Juan, que era el que entendía de vinos de mi familia, me decía: «Pablo que el tío Juan te quiere mucho pero eso no tiene futuro. ¿Quién va a pagar mil pesetas por una botella de vino valenciano?» (ríe).

5b.- Y entonces comienzas a viajar hasta que un paso por El Priorat marca un punto de inflexión.

P.C.- Yo hice varios viajes intentando ver qué se hacía en otras zonas. En uno de ellos fui a Priorat. Allí visité la bodega de Sara Pérez y su padre, José Luis. A la vuelta de ese viaje le dije a mi padre: ya sé lo que quiero ser de mayor. Visualicé algo como muy ilusionante. Pensé, fíjate estas personas como han enfocado el tema, como tienen la viña como un jardín, cómo cuidan todas las partes del proceso, la parte comercial… incluso cómo son. Han dirigido su vida hacia el vino. Me sedujo totalmente. Y entonces intenté convencer a Sara y a su padre, pero sobre todo a Sara, a ver si podían ayudarnos a iniciar el proyecto. Al final me puse muy pesado y conseguí que Sara accediera a venir ellos una vez al mes, ir nosotros al Priorat… Y así fue de 1999 a 2003. Entonces seguíamos con un planteamiento de bodega de garaje y muy poquito más que eso.

5b.- ¿Os cambia la vida cuando se cruza por delante la finca en la que hoy se asienta Celler del Roure a los pies del poblado íbero en Les Alcusses?

P.C.- Por supuesto que sí. Se nos cruzó por el camino la finca donde estamos ahora. Nos daba mucho vértigo porque era como multiplicarnos casi por cuatro o por cinco. Pero bueno, lo que nos hizo clic en el cerebro fue la bodega subterránea, la Bodega Fonda llena de tinajas enterradas que nos encontramos. Fue ver aquello y enamorarnos de aquel tesoro escondido que te había puesto el destino. Nos hacía mucha ilusión intentarlo y decir venga, vamos a subirnos a este tren, vamos iniciar esta nueva aventura. Es que le habíamos puesto a un vino Les Alcusses sin saber que íbamos a llegar al corazón de Les Alcusses, justo debajo del poblado ibérico y con ese rollo también de arqueología, de buscar tesoros escondidos. Ahí se inicia como una segunda fase del proyecto.

5b.- ¿Qué papel desempeña tu padre Paco Calatayud en toda esta historia?

P.C.- Siempre ha estado conmigo. Mi padre se ha implicado mucho a todos los niveles, no solo en el económico. Al principio fue a escala muy pequeña. La inversión grande fue diez años después con la finca. Mi padre es un apasionado de las aventuras, es un gran emprendedor y un tío que se ilusiona muchísimo con los proyectos que se le ponen por delante y te contagia. Él no ha participado directamente en las decisiones técnicas, ni siquiera mucho en las decisiones empresariales. Pero sí con el espíritu, con el alma. Es como nuestro gran embajador. Siempre con esa ilusión que pone en todas las cosas que ha hecho a lo largo de su vida. Su espíritu es la esencia de nuestro proyecto. Le emocionaba y le sigue emocionando que con el tema del vino podamos mostrar de verdad todos los valores que tiene esta tierra. De alguna manera quería crear riqueza en su pueblo y que la gente joven de su pueblo no tuviese que irse a emigrar a la ciudad y encontrase algo que hacer provechoso en el pueblo. Además, una parte muy importante en nuestro día a día es recibir a gente que quiere descubrir esos tesoros escondidos, compartir un día con nosotros y disfrutar. Y mi padre es un gran anfitrión. Y lo hace feliz porque es su sueño hecho realidad. Mi padre tenía claro que en esta zona algún día haríamos los mejores vinos del mundo. No como una consecuencia de un razonamiento, sino simplemente era una ilusión. Pero que la ilusión es tan fuerte que algún día se cumplirá.

5b.- ¿Cómo describirías la esencia de Celler del Roure?

P.C.- Yo me quedo con una frase que compartimos mucho desde la bodega. «Muchas gracias por ayudarnos a trabajar estas tierras con muchas manos y mucho respeto y a descubrir poco a poco sus tesoros escondidos». En nuestro caso descubrir tesoros escondidos, que estaban ahí, muy próximos al poblado ibérico. Trabajamos muy de la mano con el equipo del poblado ibérico que capitanea Jaime Vives. Esa es la esencia, poner en valor a esta tierra a través de sus tesoros escondidos. El mirar hacia la historia, mirar al pasado, la recuperación de variedades antiguas, la recuperación de métodos de elaboración antiguos… la enología y la etnología son dos ciencias que solo están a una ‘t’ de diferencia y se debían de abrazar más. No mirar tanto a la enología química y mirar más la la etnología, ver como se trabajaba antiguamente.

5b.- ¿Y por dónde te gustaría que transitase el futuro de la bodega?

P.C.- Entramos en una etapa más de mirar al futuro. Esta vendimia que hemos pasado es la número veinticinco desde el 99, que fue la primera. La pregunta es: ¿qué esperamos de los próximos veinticinco años?  Ilusionarse con eso y trabajar en la dirección que imaginas. Hemos hecho varias colaboraciones con la Universidad Politécnica en plan técnico. Ahora estamos planteando colaboraciones muy interesantes con la Universidad de València, que van muy en el sentido de fijarnos más en la historia, en las maneras de comunicar y de llegar más a la gente. Estamos en el momento de sentar las bases de ese futuro que viene marcado por un crecimiento de Celler del Roure. No un crecimiento en volumen, sino un crecimiento en calidad y en vinos de un escalón superior. Llevamos 25 años trabajando en ese descubrir tesoros escondidos y ha llegado el momento de atreverse a dar ese salto de subir arriba dos o tres escalones. Y ser capaces de llevarlo a los mercados, de comunicarlo muy bien con vinos que están y estarán a una gran altura, a la altura de nuestro relato. Ser capaces de subir un par de escalones más en la calidad de nuestros vinos y en el precio de nuestros vinos nos ayudará a dignificar la zona. No estamos mirando tanto la cuenta de resultados, sino de verdad darle el valor que merecen a nuestras tierras o no haremos el mundo del vino suficientemente atractivo para que un joven que está dudando entre emigrar o recuperar la viña de su abuelo, se decida por la viña de su abuelo.

5b.- Por último Pablo, ¿qué papel crees que va a jugar el enoturismo en ese futuro?

P.C.- Hay mucho trabajo por hacer, pero es verdad que estamos contentos porque vienen más de cien personas todos los fines de semana a visitarnos a nosotros y a otras bodegas, restaurantes, rincones con historia y negocios de la zona. Tenemos que dar un paso más y conseguir que el visitante  se enamore y crear un vínculo con él muy fuerte, muy bonito. Ahora creo que el camino pasa por enriquecer esa experiencia turística. Nosotros queremos ver si si somos capaces de ofrecer visitas especiales que supongan una experiencia turística de un nivel más alto y que se guarde en el corazón para siempre, rodeándonos de proyectos de la zona que quieran sumarse a hacer esas experiencias inolvidables.

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