31 julio, 2017
Por Maria Salvador y Vanessa Bó
La mayoría de nosotros creemos que el vino llegó a la península de la mano de los romanos, pero hay evidencias de que en España ya se cultivaba la vid antes incluso de la llegada de los fenicios y de que nuestras vides tienen su propia historia, independiente del resto de Europa.
En un trabajo internacional realizado hace unos años por más de 60 autores “demostramos que las variedades de vino españolas, de Portugal y del sur de Francia tienen un origen distinto al resto de variedades europeas”, explica a 5barricas Félix Cabello Sáenz de Santa María, director del Departamento de Investigación Agroalimentaria del IMIDRA (Instituto Madrileño de Investigación y Desarrollo Rural, Agrario y Alimentario).
La traslación (movimiento) aceptada es que la vid va de Oriente a Occidente, situando el posible origen de la domesticación de la vid en la zona de Azerbaiyán, pasando por los fenicios, Egipto, Grecia, Roma y su llegada a la península ibérica.
“Pero independientemente de ese foco de domesticación en Oriente, hay también un foco de domesticación independiente en Occidente y un posible tercer foco de domesticación en Italia. De hecho, el ruso (Aleksandr) Negrul fue capaz de definir tres focos de diversidad a principios del siglo XX analizando hojas y racimos de vides”, añade Cabello, a cargo de una de las colecciones de vid más grandes del mundo.
A través de un espectacular trabajo botánico, Negrul definió la Proles orientalis (variedades con grano gordo, hojas sin pelos, en general precoces, poco jugosas y más bien crujientes) que sería una uva de mesa, la Proles póntica de una zona intermedia situada entre Italia, Albania, y quizás Yugoslavia y la Proles occidentalis, que corresponde a las variedades de Occidente (España y sur de Francia). De grano de uva pequeña, fundamentalmente negra, muy jugosa y con pelos por la adaptación a un clima más seco, es la que engloba a los tempranillos, garnachas, cabernet sauvignon y merlot.
Casi 100 años después, el análisis del ADN cloroplástico, el vinculado a la herencia materna, de multitud variedades comprendidas desde la India a Finisterre, ha venido a confirmar que nuestras vides son únicas.
En La Solana de las Pilillas en Los Duques, Requena, un yacimiento íbero demuestra que en esa comarca hace 2.700 años que se produce vino con fines comerciales, como puede verse en este otro artículo:
Ahora la preocupación principal es la desaparición y posible recuperación de variedades de vid minoritarias muy antiguas, en algunos casos citadas como productoras de vinos de calidad, y que podrían atraer nuevos mercados a través de vinos distintos.
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