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Oporto: la ciudad volcada sobre el río mágico entre «vinhos y bacalhau»

24 agosto, 2022

Jaime Nicolau

Que el Duero deja a su paso riqueza y grandes riberas es algo que en el mundo del vino español conocemos bien, especialmente por nuestra «Ribera» y los afamados «Oportos» de nuestro país vecino. Es el río con mayor caudal de la península ibérica y las bonanzas de sus fértiles tierras salpican en sus 900 kilómetros muchas zonas de nuestro país y también de Portugal, dónde desemboca de manera bellísima.

Hoy os planteamos un recorrido en el que no podemos dejar de ver monumentos como La Catedral de la Sé, La Fortaleza, la Estación de Ferrocarril, el Mercado do Bolhao, la Bolsa o la Iglesia y Torre de los Clérigos o la Libreria Lello e Irmao, considerada la más bella de Europa. Pero también, como no, el barrio de la Ribeira, dónde acabaríamos todos si nos dejásemos llevar por la inclinación de una ciudad que vive por, para y de su río: el Douro. Pero también disfrutar callejeando por sus estrechos recovecos y saborear cada edificio, cada plaza, cada esquina, cada plato y cada sorbo.

Para empezar, Oporto no es una ciudad cara. No lo es ni siquiera con las actividades concertadas, ni en la faceta gastronómica, ni en el mundo del vino. Es por eso que para ese recorrido por la ciudad y empezar a familiarizarse con ella hay una opción interesante y divertida como alternativa a recorrerla caminando, porque las cuestas acaban pasando factura. Se trata de los famosos Tuk-Tuk, un vehículo que los guías hacen entrar por cada esquina, por estrecha que esta sea, que lo son. Pero tampoco puede faltar una vista desde el propio Duero, el río al que la ciudad sonríe permanentemente.  Una actividad interesante es el crucero de los 6 puentes, que los recorre todos para acabar en la desembocadura al Atlántico. Cuesta 15 euros.

Y para terminar con los diferentes «miradores», Oporto hay que verla también desde la Vila Nova de Gaia. Para hacerlo hay que cruzar el espectacular Puente de Dom Luís I, construido en 1886 por un estudiante del prestigioso Gustave Eiffel. Desde él se llega hasta la Vila Nova de Gaia, donde se ubican en la otra orilla del río todas las bodegas que uno pueda imaginar, haciendo del enoturismo un espectáculo. Cuentan los portuenses que la Vila Nova de Gaia tiene apenas una treintena de años, cuando se independizó de Oporto. Hoy es mayor en tamaño y población. Las bodegas, sin embargo, no quisieron renunciar a llevar «Porto» en sus etiquetas, pues los vinos con este sello son mundialmente reconocidos. En esa orilla de Gaia, a la que puedes bajar en teleférico justo al témino del citado puente, puedes degustar vinos de Oporto a precios muy asequibles, visitar bodegas, conocer su historia y, por su puesto, comprar vino.

En lo gastronómico, sin miedo. El pescado, especialmente el bacalao, es la gran joya de la cocina portense, pero también hay excelentes carnes. Uno de los platos que tienes que probar es la francesinha. Es uno de los sándwiches más bestiales del mundo. Capas de pan alternadas con carne de cerdo y queso, recubierto de más queso y bañado en una salsa de cerveza y tomate. Es un bocado perfecto para hacer una pausa a mediodía antes de seguir saboreando Oporto. No es un plato caro, aunque uno de los sitios dónde es espectacular es la Casa das Tortas. Puedes acompañarlo por unas croquetas de bacalao, o elegir el bacalao con nata. Para rematar cualquier dulce, pero son especiales los famosos pasteles de nata. Se trata de una casa de comidas familiar, con muchas generaciones a sus espaldas, de trato gentil y una excepcional relación calidad/precio.

Si la opción es algo más sofisticado, aunque no te va a faltar oferta, una buena manera de saborear la cocina casera es Ora Viva, en el barrio de la Ribeira. Una pequeña taberna en la que encontrarás siempre cola. Lo mejor es hacerla sin desistir. Caben poco más de una veintena de comensales en un local muy pequeño, con el techo lleno de billetes. Aquí puedes comer el bacalao, lo bordan en tres versiones diferentes o las sardinas, pero también la vitela (ternera), los buñuelos de bacalao o el polvo (pulpo).

Un local con mucha esencia de trato familiar y precios contenidos. Y para regarlo todo, pues para seguir con esa ajustada relación calidad/precio un Oporto: Ferreira Branco. Cuesta sobre 6,50 en bodega, pero es una opción muy interesante para conectar con esos excepcionales vinos.

En definitiva, una ciudad volcada a un río mágico, acogedora con los visitantes y coqueta en cada esquina, que atrapa a todo el que la visita.

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