5 marzo, 2021
Jaime Nicolau
Ahora que la hostelería se prepara para regresar a la «nueva normalidad» una vez más durante el último año, recuperamos un artículo de un viaje espectacular por la capital murciana. Sirva de homenaje a toda la hostelería de la Región.
Murcia es, seguramente, el mejor escaparate de barras de España. Hay tradición de barras en sus gentes y los hosteleros se esmeran por ofrecer en ella su mejor género, a la vista de todos. Pescado fresco del Mediterráneo, del Mar Menor, productos de montaña y cómo no, de su enorme huerta y los excelentes vinos de Jumilla o Yecla. ¿Qué más se puede pedir? Y son esas barras un enorme atractivo turístico que complementa a la perfección la preciosa ciudad que se esconde río adentro, desde la Catedral a la Plaza de las Flores, sus iglesias, el Mercado de Verónicas, sus calles… un encanto brutal que te atrapa para que nunca lo olvides.
El paseo ciudad adentro del Segura comienza callejeando desde el Ayuntamiento, que mira al río. Arranca aquí lo que conocen como Gran Vía o calle más comercial. La visita a la impresionante catedral gótica en origen (con marcados toques barrocos, renacentistas y neoclásicos), es obligada. Ella y su plaza merecen la pena. En nuestro paseo ya encontramos varios locales que nos llaman la atención primero por su excelente género, después porque están repletos. Hoy viajamos recomendados.
María nos ha marcado la primera parada gastronómica junto a la iglesia de San Pedro, muy cerca de la preciosa Plaza de las Flores y contiguas. El lugar es Pasaje de Zabalburu (ojo que hay una calle del mismo nombre y los navegadores pueden jugar malas pasadas). Llegamos a la puerta del local a las 20:30 y nos parece atestado de gente. Un camarero, de los 10 que debían estar ese día, nos recomienda no desmerecer un pequeño hueco con tres taburetes en la contrabarra. Le hacemos caso y menos mal porque 15 minutos después había una enorme cola en la puerta. Descubrimos después que tiene un pequeño comedor con 9 mesas para las que sí admiten reservas. A estas alturas el camarero ya nos ha ganado con una simpatía propia de aquellas ciudades que viven las barras. En sus manos nos ponemos absolutamente.
Empezamos con dos Marineras que no faltan a ningún comensal. Ensaladilla rusa sobre una rosquilla en forma de lazo coronada con una anchoa doble cero. Buen primer bocado. Seguimos con una ensalada de esturión con tomate confitado y unas zamburiñas a la plancha. Continuamos con uno de los bocados más espectaculares de la noche: Croquetas de sepia en su tinta sencillamente exquisitas y lo mismo para el Tartar de Atún Rojo. Para rematar Sargo Fresco que sirven cocinando el pescado a baja temperatura, con la piel por separado también cocinada y la espina y la cabeza enharinadas y listas para ser comidas también. Para los más carnívoros, brillante la hamburguesa de secreto ibérico. De postre, ineludible el Coulant. En materia de vinos, en Murcia se puede copear. Únicamente pedimos que fueran autóctonos y se sucedieron copas de blanco y tinto de Yecla y Jumilla, obviamente con marcado carácter monastrell en los tintos, pues estamos en la tierra de los enormes monastreles. Juan Gil, Casa Rojo fueron algunas de las firmas elegidas por el propio sumiller de la casa. La primera parada, una experiencia más que recomendable.
La segunda etapa comenzaba en matinal de domingo. La recomendación esta vez es ver Murcia desde el incomparable marco del Santuario de la Fuensanta. Templo espectacular y un conjunto precioso. El edificio actual comenzó a gestarse en 1694 en una zona, a pocos kilómetros de la capital, en la que existieron diversas construcciones religiosas anteriores.
El santuario es de estilo barroco, disponiendo de una nave central que tiene una serie de capillas en sus laterales y una cúpula sobre el crucero. Dicen que lo espectacular es el atardecer. Desde allí se ve toda la ciudad, especialmente desde Quitapesares, la terraza que se ha convertido en uno de los puntos de referencia para tapear cuando uno visita el Santuario.
Pero Murcia es todo esto, pero también una enorme despensa natural, especialmente su huerta. Y nuestra siguiente parada es precisamente en un centro en el que inculcan divirtiendo lo que han supuesto las barracas y la huerta para la historia de Murcia. La Barraca se presenta como «Centro Educativo Cultural de Fomento Huertano». Y a fe que lo es, aunque también un excelente lugar para comer. Está pensado para el disfrute de los más peques, que se empapan de la cultura de la barraca de huerta entre tomates, berenjenas, pimientos… pero también entre animales. Visita más que recomendable para aquellos que viajan con hijos. Carta extensa aunque arroces y brasas son el fuerte. Una ensalada de tomate con tallos (el tallo de la alcaparra), chuletas de cordero y medio pollo a la brasa compusieron el menú. Raciones muy abundantes. Déjense aconsejar. Y de postre tarta de la abuela y, por supuesto, Paparajote y café de olla.
Y así ha sido la visita a Murcia. Una tierra bella que sabe como nadie presentar todo su encanto. Cultura, arte, mar, montaña, huerta, vino y… unas barras que te enamoran.
Gracias María!!!
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3 comentarios en
Yocar el 19 octubre, 2017 a las 3:01 pm:
Cuando vuelvas a Murcia, no olvides visitar Keki de Sergio Martínez, una maravilla, ejemplar.
Jaime Nicolau el 21 octubre, 2017 a las 6:10 am:
Era otra de las visitas pero no hubo tiempo para más… con lo que tendremos que volver!!! Era una de las recomendaciones que nos hizo María José Martínez, la chef murciana de Lienzo
Brisamar el 21 octubre, 2017 a las 9:19 pm:
Muy buen reportaje Jaime! Me alegro mucho de que hayáis disfrutado tanto la gastronomía murciana.Espero que volvàis a venir pronto por aquí, os quedan tantos sitios por paladear aún….así que aquí me tenéis a vuestra disposición dondequiera que haya manjares y buenos vinos de por medio.