19 marzo, 2019
Jaime Nicolau
En este camino por el mundo del vino en busca de transmitir proyectos que emocionen y que tengan mucho de verdad, te encuentras con personas que cumplen a la perfección con lo que buscas. Profesionales que piden la palabra en silencio, a través de su trabajo.
Una de esas personas es Modesto Francés. Alcoyano de nacimiento, el enólogo valenciano vive uno de los momentos más dulces de su carrera. Ha encontrado en la familia Valsangiacomo unos profesionales del mundo del vino que valoran, y mucho, su trabajo. Que apostaron por él en un momento dejémoslo en complicado y que han trabajado y trabajan a partir un piñón junto a él en una de las etapas más ilusionantes desde que la quinta generación de la familia tomara las riendas de la bodega. Es capaz de sobreponerse. Es capaz de dar el alma por los suyos. Tanto que vive emocionado la intención de su hijo de seguir sus pasos. Su padre es un espejo en el que fijarse. Hace bien.
Han encontrado mutuamente a su media naranja. La firma porque vivía un momento en el que necesitaba la sensibilidad de Modesto y el enólogo porque necesitaba que alguien apostase por él con toda la confianza. Y cuando las cosas suceden de esta manera los éxitos están garantizados.
Pocos sabrán que Modesto se trajo con él de su anterior etapa, a todo su equipo, con fe ciega en él, enólogos, personal de campo, operarios, y oficina, integrados hoy todos como una gran familia, junto con la 5ª generación de Valsangiacomo.
Modesto hace honor a su nombre, en lo profesional es uno de los mejores enólogos de la Comunidad Valenciana, pese a no ser tan mediático como otros (asumo nuestra parte de culpa). Quizá su proyecto más conocido es el Bobal deSanJuan, con su elaboración en crudo, pero hay mucho más detrás de la bodega donde elabora distintos vinos, vermouth y hasta zumo de uva, y doy fe de que todo le sale muy bien.
En lo personal es todavía más grande, Modesto es capaz de emocionar con sus vinos tanto como lo hace como persona. Y cuando emocionas a las personas es que tienes un corazón enorme. Tal y como un día señaló su hijo con aquel «Papá quiero ser enólogo».
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