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Marmun: el vino que surgió del territorio y el amor al viñedo

14 marzo, 2024

Rodolfo Valiente y ‘su’ Marmun.

Pedro G. Mocholí

Ahora que los tractores han colapsado las carreteras y bloqueado algunas ciudades, se nos ha despertado la consciencia y durante unos días nos hemos percatado de la importancia que representa la agricultura para nuestra sociedad.

Hasta la revolución industrial, la agricultura fue el motor del mundo, y el valor de poseer un pedazo de tierra (por pequeño que fuera) era esencial para asegurarse la subsistencia.

Esta situación se fue apagando por dos sensaciones (soy muy generoso, tendría que llamarles males): el urbanismo y la globalización, dos cuestiones que pueden parecer baladís, pero no lo son, pues ambos conceptos han sido los principales verdugos de la agricultura.

Las zonas turísticas se han visto asoladas por ese urbanismo salvaje que ha devorado campos rústicos y agrícolas, mientras que los pocos que han subsistido se han visto abandonados por sus propietarios por la falta de rentabilidad. La globalización ha hecho que sea más económico importar verduras o frutas de otros continentes, sin importarnos la calidad, solo el precio.

“Territorio”

Todo de lo que estoy hablando lo podríamos denominar como “territorio” y de la importancia del mismo nos percatamos, pues ese cambio estructural lo han sentido muchas comarcas de nuestra Comunitat, y sin lugar a dudas, una de las que con mayor ferocidad lo ha sufrido ha sido La Marina alicantina.

Jávea y Dénia por su proximidad al Mediterráneo lo han vivido de manera urbanística, pero localidades del interior como Jesús Pobre, Gata de Gorgos, La Xara, Els Poblets, Teulada, Pedreguer o Benitachell, entre otros, han visto como su agricultura se fue perdiendo. Una de sus víctimas fue la desaparición y abandono de campos dedicados al cultivo de las variedades vinícolas, sobre todo de la moscatel.

Marmun, el vino nacido entre el mar y la muntanya.

La moscatel fue implantada por los romanos y los cartagineses, que encontraron una tierra ideal para el cultivo de la misma, dedicando sus frutos a la elaboración de vino y como uva de mesa.

Ese abandono del que hablamos ha hecho que La Marina haya perdido una gran producción de vino moscatel. No olvidemos que a finales del XIX y principios del XX el puerto de Dénia era uno de los puertos más comerciales que existían en el Mediterráneo gracias, en gran medida, a la demanda del vino moscatel y del Fondillón elaborado con monastrell.

Una situación que tristemente ha ido desapareciendo, pero por fortuna hay unos pocos románticos que reconocen la importancia del territorio y de todo lo que él representa. Gracias a ellos aún podemos encontrar campos que nos hacen recordar que esta comarca fue, no hace mucho, un florido vergel.

Mi querido Rodolfo Valiente, enólogo y propietario de las Bodegas Vegalfaro, pasa durante sus vacaciones unos días en Dénia. En sus paseos miraba con cierta nostalgia y tristeza el abandono que sufrían esos campos. Un día hablando con Santi Signes, propietario del Celler de La Marina y distribuidor de sus vinos en La Marina, surgió la posibilidad de elaborar un moscatel que priorizara las virtudes del “territorio” y de todo lo que suponía para la comarca.

Entre ambos surgió la posibilidad de elaborar un moscatel que naciera de parcelas en una situación “casi” de abandono, algunas de ellas poseen viñedos con una antigüedad que supera los 70 años. Para que la búsqueda fuera productiva contaron desde el primer momento con Jaume Soler, conocedor como pocos de la comarca y de aquellos campos que podían ser útiles para el cultivo de moscatel de Alejandría.

La producción que fuera surgiendo se vería incrementada por la moscatel de grano menudo que el propio Rodolfo posee en sus viñedos de Requena, creando una singular experiencia, pues de esa sinergia nacería el primer vino moscatel criado a nivel del mar y en alta montaña, y por supuesto, su nombre sería MARMUN, el acrónimo natural de las primeras sílabas de mar y muntanya.

Rodolfo Valiente, Santi Signes y Jaume Soler.

Esta semana pasada me acerqué con el propio Rodolfo para visitar in situ los viñedos y realizar una comida en Mezquida (Jávea), armonizándola con las dos primeras añadas: 2022 y 2023.

La primera parada fue en El Celler de La Marina, donde Santi había reunido a un grupo de amigos para conocer el proyecto. Para que nos fuéramos amigando había preparado un pequeño tentempié de productos propios de Gata de Gorgos, donde se encuentra El Celler. Embutidos, quesos, aceites y el Rebelía Tinto del propio Rodolfo fueron los ingredientes que nos unieron, facilitando la conversación y la amistad.

El día había salido soleado, así que salimos de Gata de Gorgos paseando, pues la proximidad de los viñedos facilitaba esta acción. Además, hubiera sido un crimen perderse el soleado día que encontramos.

En el primer viñedo nos encontramos a Jaume Soler, biólogo de profesión, pero amante como pocos de la naturaleza y conocedor exhaustivo de los viñedos y de todo lo que ellos representan.

Durante la primera parada, Jaume nos habló de la importancia de la poda del viñedo. Nos explicó que él había realizado un curso de podador profesional y nos enseñó la diferencia entre la poda corta y la larga. Fue emocionante ver cómo trataba a la planta y cómo iba podando los sarmientos, preparando a la planta para la próxima vendimia, pues esta acción es fundamental para generar una larga vida en la planta, garantizando su longevidad.

Una de las dificultades a las que se enfrentan los agricultores es la falta de agua de lluvia. Santi y Jaume nos reconocían que hacía meses que no caía una gota en La Marina, una comarca que se caracteriza por los altos niveles pluviométricos, aunque esperaban que en las próximas semanas lloviera para poder garantizar una futura vendimia.

En contacto con la tierra es como de verdad se valora, se aprecia e incluso uno se puede llegar a enamorar de ella, sobre todo por lo que nos contó Jaume, unas percepciones que seguro descubriremos en la próxima añada de MARMUN.

Una vez finalizado el paso por los viñedos nos acercamos al restaurante Mezquida de Jávea, donde Guillermo y sus hermanas M.ª Teresa y Mercedes nos habían preparado un menú típico de La Marina.

Las cocas típicas de La Marina.

Por supuesto, fueron las dos primeras añadas de MARMUN las que nos acompañaron, descubriendo en ellas unas significativas diferencias, destacando que en la añada del 2023 encontramos singularidad, mineralidad y toques vegetales, mientras que en la añada de 2022 encontramos las propias notas florales de jazmín y azahar.

En efecto, la comida comenzó con unos buñuelos de bacalao y verdura, continuando con la ensalada templada de alcachofas (ahora que están en su mejor momento), capella (pescadillas en salazón) y calamares de la Bahía de Jávea. Antes de que llegara el arroz, Guillermo nos trajo algo muy típico de La Marina como son las cocas, en este caso de espinacas y piñones, y otra, de sobrasada. Fue un placer descubrir que todavía se encuentran restaurantes con presencia de platos autóctonos y propios de la comarca.

Por fin llegó el arroz de conejo con caracoles, al más puro estilo del interior de Alicante, de la localidad del Pinoso, que nos recuerda al que nos ofrecían Josefa y Paco Gandía en su inolvidable Paco Gandía.

El arroz de conejo con caracoles de Mezquida de Jávea.

El comentario unánime durante la comida es que entre los MARMUN existía unas sensibles diferencias en las notas de cata, pero sobre todo, la gente incidía en que la añada del 2023 ofrecía una mayor personalidad, a pesar de que solo lleva embotellada un par de meses, por lo que se nos antoja que la nueva línea de trabajo que han iniciado Jaume, Santi y Rodolfo va a incidir en la calidad del mismo, y sin duda de ello, nos vamos a dar cuenta en los próximos meses, cuando el vino se vaya asentando en botella.

La importancia de la acción llevada por ellos va más allá de la que elaborar 2000 o 3000 botellas de vino moscatel, la tenemos que integrar en la revalorización de las tierras o de los viñedos y de la importancia de preservar nuestro patrimonio o “territorio”.

Un hecho que sin duda animará a otros pequeños propietarios que aún poseen pequeños terrenos de viñedo a que sigan cuidando y respetando sus frutos.

Es posible que hayamos llegado a la Luna, que hayamos mandado alguna sonda a Marte, pero como no cuidemos la Tierra se nos augura un porvenir muy incierto, la mar de incierto.

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