27 julio, 2022
Texto: Berta M.ª López / Foto y vídeo: Fernando Murad, Vicent Escrivà y Laura Lázaro
En el cabildo castellonense Canet lo Roig se alza una bodega que fundamenta su filosofía en la calidad y el respeto al medioambiente. Enclavada en la comarca del Bajo Maestrat, este afamado municipio por su liderazgo en cantidad de olivos milenarios en toda la Comunitat Valenciana, también guarda una arraigada tradición vitivinícola. Allí, la familia Tena lleva trabajando más de 70 años para elaborar ocho vinos que defienden el terroir de su zona. Nos recibe Àngel Tena, tercera generación de l’Estanquer, en la casa restaurada de su bisabuelo, que conserva el carácter y la historia que hay entre sus paredes: un viejo celler que elaboraba vinos y aguardientes.
«L’Estanquer» es un homenaje al apodo que parte del pueblo puso a su fundador. Un nombre que hace referencia a la vinculación de la familia con un antiguo estanco y que ahora significa mucho más. Un proyecto que ha crecido exponencialmente y que cuenta con el cariño de tres generaciones que han mimado las cepas para convertir una bodega familiar en un celler que ya no se basa en el autoconsumo, sino que abastece a un amplio público interesado por el mundo que rodea a la vid. En total, cuatro hectáreas de viñedos con variedades como garnacha negra, garnacha blanca, cariñena negra, cariñena blanca y otras «más internacionales» como merlot y cabernet syrah.
Si algo diferencia a esta bodega amparada por la IGP Castelló, es el compromiso ecológico y su vendimia manual con pequeñas elaboraciones. Creen en la conservación del ecosistema y esta filosofía les llevó a tomar el camino hacia la conversión ecológica de sus viñas hace ya más de dos años, utilizando sistemas de producción agrícola integrados con la pretensión de proteger el suelo y la biodiversidad. Una elaboración respetuosa e instaurada en sus tres fincas: La Sort, con más de 70 años, y Els Regalls y Molló Blanc, donde crecen sus viñas más jóvenes.
En su catálogo de vinos tienen marcas asentadas y fijas, porque el público las quiere y además están premiadas, pero también asegura que les gusta atreverse con productos diferentes. «Cada año procuramos no aburrir a la clientela que ya tenemos ni tampoco a los que están por descubrirnos», matiza Tena.
Sus viñas se sitúan en la «parte del valle del pueblo», a tres minutos en coche de la bodega. Allí, nuestro anfitrión nos explica el potencial de las tierras del Maestrat para el cultivo de la viña. Charlando, retrocede en el tiempo para recordar la importancia vitivinícola que tuvo la zona y la significativa labor actual de los productores locales como él, que se encargan de recuperar una tradición latente entre su población. La altitud del suelo y su proximidad al mar Mediterráneo da como resultado vinos singulares que hablan sin palabras de su origen. La plantación sobre piedra caliza dota de «estructura» a unos vinos con un destacado punto de salinidad, especialmente en blancos y rosados. Las referencias tintas influenciadas por estos factores geográficos se traducen en vinos de guarda, con unas aptitudes adecuadas para su envejecimiento en botella.
Tenemos la suerte de hablar con Tena en un momento en el que las viñas se encuentran esplendorosas. En pleno periodo estival, visitamos sus cepas cuando el fruto comienza a coger forma y los vendimiadores esperan a «hacer los últimos trabajos del campo». Paseamos entre uvas mientras nos comenta de manera positiva y esperanzadora sus deseos para que las lluvias no estropeen la dulce situación que están viviendo y poder tener la mejor cosecha posible.
Con la botella descorchada y copa en mano, Tena nos invita a probar Lo Roig 2019, «el emblema del pueblo» porque no hay mejor manera de presentarse. Todo un honor probar un vino de reserva que lleva 14 meses reposando en barricas de roble francés y que para ellos es «muy especial». Su maridaje perfecto: carnes rojas, carnes de caza y quesos.
Conversando hemos acabado hablando de vocaciones y casualidades. El grandioso mundo vitivinícola siempre consigue embaucar a todos aquellos que acaban capitaneando un proyecto por herencia.«Evidentemente, tú no lo piensas, pero te crías entre viñedos y yo tengo la suerte de que me gusta. El mundo del vino realmente es muy goloso porque te atrae desde el principio, porque es muy curioso cómo transformas esa uva en un producto que te gusta a ti y que gusta a los demás», nos cuenta Tena. «La mayor recompensa para un productor, en este caso mi padre, mi hermana y yo es ver que alguien está disfrutando de tu vino mientras se lo pasa bien», añade.
El enoturismo también es una de las patas sobre las que sea asienta el proyecto. Ellos entienden la necesidad de transmitir y apostar por encuentros donde el turista pueda entender y conocer la importancia del vino en la zona en la que se enmarca la bodega y descubrir las referencias que durante meses reposan en sus barricas. Entre sus paredes elaboran catas con maridaje con las que consiguen ensalzar el potencial de sus vinos con «aperitivos» que remarcan el carácter de cada botella. Un recorrido por «una bodega centenaria, de la mano de productores de uva y elaboradores de vino». Motivos, sobran.
Se advierte al usuario del uso de cookies propias y de terceros de personalización y de análisis al navegar por esta página web para mejorar nuestros servicios y recopilar información estrictamente estadística de la navegación en nuestro sitio web.
0 comentarios en