27 febrero, 2019
La uva, fruta de pequeño tamaño con la capacidad de encerrar dentro de sí un auténtico universo de aromas y personalidades. Compañera de la historia del hombre desde tiempos inmemoriales y que, todavía hoy, continúa siendo protagonista absoluta de miles de hectáreas consagradas a su cultivo, ya sea con fines vitivinícolas o únicamente alimentarios.
Es precisamente donde se han querido detener en Bodegas Carlos Serres. A través de su blog, aclara una de las dudas más recurrentes que se plantean en torno a la uva: ¿Es la misma la que comemos que la que se utiliza para hacer vino?. A continuación, en detalle las características fundamentales de una y otra. Y, lo que es más importante, cuáles son las diferencias entre sí.
Uvas de mesa
La uva de mesa tiene un increíble peso en nuestra cultura. No solo se ha retratado, a lo largo de los siglos, en infinidad de cuadros con temática campestre. También es símbolo del verano y de la buena ventura. Un buen motivo para que sean, precisamente, con las que despedimos el año.
Más allá de su peso social, la uva de mesa tiene ciertas particularidades que la definen. Se suelen cultivar en climas suaves o cálidos, por eso buena parte de ellas son de procedencia mediterránea. La exigencia de una buena temperatura es clave para la maduración de este tipo de uvas. De ahí que demanden climas con mucha luz, el ingrediente indispensable para que alcancen ese dulzor tan característico de su sabor.
Uvas vinícolas
Las uvas con usos vinícolas son uvas cultivadas en determinadas condiciones. A diferencia de las uvas de mesa, no solo no demandan una buena temperatura y gran incidencia solar sino que es, incluso, recomendable que no tengan esa climatología en buena parte de su ciclo.
En realidad, lo ideal es que la uva vinícola esté expuesta a condiciones adversas que incluyen, incluso, las más extremas.
Diferencias
El cultivo en sí de la vid. La principal diferencia entre estos dos tipos de uvas es cómo se cultivan las plantas. Mientras en el caso de la uva de vino, es imprescindible guiar el crecimiento de la planta; en el caso de la uva de mesa, la planta se deja crecer libremente y sin ningún tipo de control humano. Esto se debe a las características del clima, dado que la uva de mesa necesita poder refugiarse bajo las hojas. Algo inconcebible en el cultivo de uva de vino.
Diferencias propias del fruto. En la uva de mesa, se valora enormemente el tamaño de la fruta. Sin embargo, en el caso de la uva de vino el tamaño no es lo más importante. De hecho, se valora mucho más una uva de menor tamaño que guarde el equilibrio entre hollejo y pulpa. Algo que tiene toda la lógica: los hollejos son fundamentales para otorgarle personalidad a un caldo.
Las pepitas que contiene cada una de ellas. Un aspecto que, lejos de ser secundario, también es fundamental en el proceso de elaboración del vino.
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