Déjate seducir por el mundo del vino

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La Villa de Requena, un maridaje perfecto entre tradición y modernidad

18 diciembre, 2020

Calles con historia. Exposiciones con memoria. Museos del vino y de Arte Contemporáneo. Polo gastronómico y vitivinícola de arraigadas raíces. Una puesta en escena que visitamos al volante del primer MINI 100% eléctrico de MINI ENGASA.

Texto: Rubén López Morán / Foto: Vicent Escrivà y Nicole Salazar / Vídeo: Vicent Escrivà
Tal vez la felicidad consista en perder el tiempo para ganarlo. De callejear bajo un cielo que se recorta entre unos tejados que parecen tocarse con los dedos, de acariciar una recia aldaba, o mirar por un delicado ventanal cómo las nubes se baten en retirada tras una tormenta. Tal vez la felicidad consista en detenerse a escuchar nuestros pasos y ver lo que nos rodea con ojos nuevos, con la certeza de que al doblar una esquina nos aguarda la belleza de un pórtico imponente, un umbral de piedras labradas, o una calle estrecha, de paredes blancas, humildemente adornada de maceteros de barro. Un escenario que nos invite a la reflexión y la curiosidad. Y ese escenario existe. Lo tienen aquí al lado. A 60 kilómetros. Nos dirigimos entonces a la Villa de Requena, a la fuerte y la segura Rakkana árabe. Tierra de frontera, de marca. Emplazada entre dos aguas, las que vierten al mar Mediterráneo y las que lo hacen hacia la meseta castellana. Hecha de una materia prima tan rica y diversa como su patrimonio cultural, gastronómico y vitivinícola, que nos proponemos recorrer juntos. De su mano.

Requena esconde magia. Su barrio de la Villa respira tradición, patrimonio y origen. Te susurra al oído la historia del vino. Es un destino turístico de enorme belleza, a poco más de media hora de Valencia. Recorremos callejuelas enjalbegadas con María José Martín (Concejala de Turismo del Ayuntamiento de Requena) y José Jesús María (Gestor de Cutura del Ayuntamiento de Requena). Nos detenemos en aquellos rincones en los que pararía el visitante. Miramos sus calles con ojos de turista y nos enamoramos para siempre de Santa María, El Salvador, el Museo de Arte Moderno, el Museo del Vino Palacio del Cid o San Nicolás. Nos seducen sus aromas y sabores. Los del cava de Requena y los vinos de bobal, representados hoy por Dominio de la Vega, o los de La Cocina de Pilar, de El Yantar. Déjate seducir.

Requena, tierra de vinos y cavas. Tierra de historia, de fortalezas y cuevas… llenas de tesoros mágicos.

Iglesia de Santa María
Declarada monumento nacional el 3 de junio de 1931, aún conserva el humo del tiempo adherido a sus hermosas arquivoltas. Una obra de orfebrería en piedra. Exponente del gótico florido isabelino del siglo XV. En la actualidad, un deslumbrante espacio expositivo que acoge hasta el 15 de enero la muestra Tente cantarete tente. La cacharrería de fuego y agua en la Meseta Requena-Utiel. Una exposición que reúne más de 400 piezas que muestra la alfarería de uso doméstico tradicional. Un auténtico tesoro etnográfico salido de las manos de los maestros alfareros, olleros, orceros o tinajeros, y compuesto de cántaros, pucheros, ollas, cazuelas, orzas, lebrillos, corbeteras, hornillas de azafrán, chocolateras, morteros, cocioles, grilleras, tinajas… En su tiempo objetos ordinarios que hoy sin embargo cobran un gran valor patrimonial, porque son testigos de unos modos tradicionales ya desaparecidos.

Los Treinta caballeros del Rey
Al fin y al cabo de eso se trata. De hacer memoria. De seguir las huellas del pasado, que en la Villa de Requena han dejado un buen reguero. Les seguimos el rastro y nos dejamos emboscar por unas calles cargadas de historia. De blasones y casonas que remiten a los Treinta Caballeros de la Nómina del Rey, que sentaron aquí sus casas y apellidos a partir de 1257, cuando Alfonso X el Sabio concedió a la población de Requena la ‘Carta Puebla’. Mas si hay una casa que sobresale del resto por su fábrica de piedra sillar y las leyendas que la envuelven esa es la del Palacio del Cid. No en vano, era la sede de los escuderos y caballeros de aquella Nómina. De aquella orden que comandaba el caballero más principal, perteneciente al linaje de los Pedrón. Y que hoy todavía luce orgulloso su escudo en la fachada de un edificio donde destacan sus delicados saledizos de madera y sus sugerentes ventanales carpaneles.

Museo del Vino
Adquirido por el Ayuntamiento de Requena en 1990, hoy alberga el Museo de Vino. La propia casa guarda en su interior el primitivo lagar, conocido como ‘jaraiz’, los trullos con su trulleta de sangrado y su cueva bodega con nueves tinajas iguales. Debido a la pandemia de la Covid-19, uno de los atractivos turísticos más importantes de la Villa, Las Cuevas, permanece aún cerrado. De ahí que la visita del museo sea reveladora de un universo tan singular como único. De esa inefable vida interior que horada como un queso gruyère el subsuelo de Requena. Y que los requenenses utilizaron según las necesidades de la época. A veces de refugio, cuando en el exterior pintaban bastos; de silos, para guardar el cereal; de osario, si el cementerio de la Iglesia de El Salvador se abarrotaba; o, por último, de bodega familiar o colectiva, cuando la producción de vino se convirtió a mediados del siglo XIX en locomotora económica de la comarca, relevando a la boyante industria sedera de los siglos precedentes. En el callejón del Pozo se ubica la Casa Museo del Arte Mayor de la Seda.

El ‘síndrome requenense’
Tal vez fue ese síndrome semejante al de Stendhal lo que llevó a Florencio de la Fuente a donar parte de su colección de arte a Requena. Y que hoy lleva su nombre el Museo de Arte Contemporáneo. En verdad fue insólito el recorrido vital de un hombre que quedó deslumbrado, sobrecogido, por la obra de diferentes pintores y escultores, lo que le movió a reunir durante toda una vida su particular colección, centrada en los últimos cincuenta años del arte español con fuertes ligazones con Hispanoamérica. Obras de la talla universal de Dalí, Miró, Tàpies, Sempere, Bores, Mompó, Gerardo Rueda, Guayasamin, en su faceta gráfica, cuelgan de unas paredes que tienen como denominador común haber sido elegidas por la sensibilidad de Florencio de la Fuente. Sito el Museo en la antigua casona de los Condes de Montenegro, en sí mismo constituye una de las imágenes icónicas de la Villa de Requena, junto a la Cuesta del Ángel. Otra de las maravillas que esconde una trama llena de callejones y plazas recoletas como las de Doña Elvira y Doña Sol, las hijas del Cid.

Comer y beber
Nos citamos con dos nombres propios de la geografía requenense. Nos referimos al chef Carlos Cervera y al enólogo Dani Expósito, de Dominio de la Vega. El lugar de encuentro, pleno centro de la Villa, en la Plaza de Albornoz, donde Carlos acaba de abrir La cocina de Pilar. El segundo proyecto que emprende en Requena tras la apertura en Los Cubillos de El Yantar FoodXperience. Aparquemos el dilatado recorrido profesional de ambos y centrémonos en lo que habla por ellos. Sus platos y sus vinos. Platos y vinos que expresan a la perfección la tierra que los vio nacer. La tierra que les ha dado el sustento para crear arte en boca. Y no pretende ser una metáfora más o menos bien traída.

El arroz meloso de secreto ibérico y boletus, coronado con manzana Grand Smith y espolvoreado con ralladura de trufa negra, traída del pueblo de Mira, de la vecina Serranía Baja de Cuenca, y que Carlos afina tras obtener un fondo que ha tenido cociendo a baja temperatura todo un día, es sublime; y no menos sublime el plato de cordero cocinado con canela, anís estrellado y chocolate, que presenta sobre una base de patata cocida confitada con aceite al ajo, rematado con una salsa que es todo un guiño a su interlocutor: una reducción del cava Authentique Brut Nature. Decorando finalmente el plato con unos brotes y unas rodajitas de pan de higo.

Dos creaciones que se hacen acompañar con el Paraje Tornel, un 100% Bobal, salido de un viñedo de avanzada edad, que hunde sus raíces directamente en suelos calizos y muy pobres, con un periodo de maduración de 12 meses en barrica de roble francés y americano, más otros dos años en botella, dando como resultado un vino de un color rojo granate intenso, con una gran expresividad cargada de especias, fruta negra, junto con notas minerales y balsámicas propias del monte bajo mediterráneo que lo envuelve. Un vino de guarda, que gana con el tiempo, y que es un buque insignia de la filosofía de la bodega: que el vino exprese las características del viñedo sin intermediarios, sin maquillaje.

Como colofón y escoltando el segundo plato como un fiel escudero, el Reserva Especial Dominio de la Vega. Un cava de larga crianza que conjuga dos variedades y dos terruños: el macabeo de la vega del río Magro, de suelo profundo y arcilloso, junto con la chardonnay, nacida a las faldas de la Sierra Juan Navarro, casi a ras de la roca madre, sin apenas suelo donde arraigar, y de una producción muy baja, pero de un racimo de excelsa calidad. El fruto es un cava excepcional, muy complejo, fresco, lleno de matices, equilibrado, cremoso en boca, con notas a fruta madura y recuerdos a frutos secos y tostados.

Sobre un mar de tejados
Y una vez arrojados de sí el deseo de comer y beber, sólo resta de nuevo perder el tiempo para ganarlo. Al fin y al cabo, de reposar toda la felicidad acumulada. Esta vez desde la misma cúpula de San Nicolás. Admirando el mar de quebrados tejados que parecen amontonarse unos sobre otros mientras la luz se derrama en torno. Una luz que se filtra entre el espinazo gótico de su nave central, soberbiamente restaurada, recortándose a cielo abierto de esta Requena, por siempre fuerte y segura, tierra de marca, de frontera, de seda, vino y barro. Un maridaje perfecto entre la tradición y la modernidad. Y lo tienen aquí al lado. Entre dos aguas.

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Un comentario en La Villa de Requena, un maridaje perfecto entre tradición y modernidad

Mari el 20 diciembre, 2020 a las 9:42 am:

Cultura. Gastronomía. Arquitectura.
Viñedos y Paz, así definiría a Requena.

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