28 julio, 2023
Pedro G. Mocholí
Dentro de un par de años este establecimiento cumplirá los 75 años abierto al público valenciano, manteniendo desde sus inicios una gran calidad y personalidad a lo largo de su trayectoria.
1950 queda muy lejos si lo miramos sin una perspectiva histórica, pero si lo hacemos pensando que ha sido santo y seña de nuestra hostelería, sin lugar a dudas, desearíamos que siguiera mil años más.
Mi primera visita se remonta al verano de 1975, cuando una de las noches más festejadas por los “futboleros” era el comienzo del Trofeo Naranja, el que daba comienzo a una nueva temporada. Esa noche fui a cenar con mi padre y unos amigos. Unos años antes en la calle Mosén Femades se realizó una especie de experimento peatonal, pues recuerdo que se cerró al tráfico y las mesas y las sillas en la terraza se encontraban entre las aceras y la calzada, cosas del urbanismo de esos años 70 en nuestra ciudad. Por fortuna, años después la calle se peatonalizó, dejándonos ya, la imagen que luce en la actualidad.
La cocina de mercado ha sido su santo y seña desde que abrieron, y lo sigue siendo. El Mercado Central su principal distribuidor y la prueba es que su escaparate es uno de los más vistosos de la hostelería valenciana. Todo está a la vista y ello facilita mucho la elección de los platos de la comida o cena. Junto a ella, los platos de cuchara también lo han sido, y lo más importante, lo siguen siendo. Su terraza, sus comedores personalizados con nombres relacionados con el mar son santo y seña de esta casa.
A lo largo del año vive un ajetreo constante, pero hay dos fechas en las que las reservas se desbocan, en la Feria de Marzo, que coincide con Las Fallas, y ahora, en la Feria de Julio.
Un buen amigo, Vicente Gallego, me llamó hace unas semanas. Iba a venir a Valencia y quería, como en muchas ocasiones, que comiéramos juntos. Como sabía que venía a la corrida del día 21 reservé en La Taberna para que apenas anduviera unos 250 metros hasta el coso de la C/ Xàtiva.
Con puntualidad teutónica nos encontramos a las 14:00 horas en la barra y, acto seguido, Asmah, una de las camareras más simpáticas del establecimiento, nos acompañó a la mesa.
Si hay algo típico es su pan con tomate y aceite, un especial acompañante de otro de sus clásicos, el jamón ibérico cortado a cuchillo, un detalle santo y seña de la casa. Cortado con delicadeza, las lonchas surgen traslúcidas gracias al toque fundente del tocino, que aporta una jugosidad extra al jamón.
A continuación, seguimos con los Calamares a la Andaluza que rezuman frescor y sabor. El toque de la fritura es especial, pues se nota esa naturaleza del mar gracias a que el aceite se cambia constantemente. Otro de los grandes clásicos es el taco de sepia a la plancha. Inusitada pasión la que nos desata cada mordisco que da en ella, es como una explosión de sabores, de sensaciones, de placer.
Vicente necesitaba un arroz del Senyoret y, por supuesto, fue complacido. La gastronomía es el placer de disfrutar de la cocina, y en la elección libre de los platos de un encuentro, de una comida.
Después de las cervezas que pedimos y que fueron “tiradas” con suma maestría nos decantamos por un vino valenciano: Clos de Lôm Malvasía. Un blanco muy fresco y aromático, muy idóneo para este tipo de platos.
Han recuperado otro postre de los llamados clásicos: su inigualable tarta Capuchina, la única que nos recuerda a la inmejorable “Capuchina” de Villanueva.
Tratados con gran naturalidad y simpatía pasamos un inolvidable comida, como siempre que me reúno con Vicente, al que considero uno de mis mejores amigos, y un gran gourmet.
Taberna Alkázar. C/ Mosén Femades, 11. Tel.: 963 52 95 75. Valencia.
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Un comentario en
Jose el 31 julio, 2023 a las 11:40 pm:
Todo es mentira..