18 octubre, 2024
Pedro G. Mocholí
Una de entre las muchas cosas que valoro de mi trayectoria profesional es la diversidad en la que se ha basado. Gracias a ella he recorrido España con cierta asiduidad y he ido descubriendo hechos que, de no haber sido así, no los hubiera conocido o hubiera tardado mucho más.
Recuerdo cuando en los años 60 y 70 se decía que Madrid era “el mejor puerto de España”. A mí, aquella expresión me sorprendía, pues no tenía mar, ni puerto. Pero cuando en los años 80 y 90 subía a Galicia por temas laborales, me cruzaba con mastodónticos camiones que iban cargados de sus apreciados productos marinos, que horas antes habían cargado en las lonjas gallegas.
Y esa situación se produce en diferentes localidades que son ruta de muchos transportistas en dirección a Madrid. Una de ellas es la localidad albaceteña de Almansa.
Aunque pertenece a la Comunidad Castilla-La Mancha, históricamente tiene mucha relevancia en la historia de nuestra Comunitat, pues después de la Batalla de Almansa perdimos nuestros fueros. Y si nos referimos a su situación geográfica, las localidades valencianas próximas a ella, elegían ese camino para ir a Madrid.
Almansa y su puerto también era camino obligado para alicantinos y murcianos, por lo que los transportes que salían de las lonjas alicantinas cruzaban la localidad en su camino hacia Madrid. Esa situación nos puede parecer baladí, pero les aseguro que para la hostelería local no lo era, y muchos hosteleros recibían el género fresco a primeras horas de la mañana, por lo que la oferta gastronómica que ofrecían a los viajeros que pasaban por ella era en su totalidad excepcional.
Al amparo de esta situación la restauración creció, convirtiéndose en todo un referente gastronómico de la comarca, una situación que se mantiene desde hace años, y algo muy importante, a pesar de la construcción de un bypass que evita pasar por el centro de la localidad, el nivel gastronómico y de visitantes gourmet se sigue manteniendo.
Como una especie de hábito, todos los 9 o 12 de octubre, aprovechando que es fiesta en nuestra Comunitat, me suelo acercar a comer a Almansa, creando un pequeño grupo gastronómico que enriquezco con mi querido Álvaro de Miguel, más conocido en La Mancha como “Catacaldos”.
El restaurante elegido para la ocasión fue La Ramona, un establecimiento que abrió en 1936 de la mano de la patrona de la familia, Dña. Ramona Villaescusa.
Durante décadas La Ramona ha mantenido un gran nivel gastronómico, un nivel que no solo se mantiene, sino que ha incrementado haciendo las delicias de los visitantes y clientes.
El día elegido para la visita fue el pasado 9 de octubre, y cual fue nuestra sorpresa que gran parte de las mesas estaban ocupadas por valencianos.
A la entrada nos recibió Eli García, jefe de sala y sumiller y marido de Ramona, la cocinera de la casa, y nieta de Ramona. Eli tuvo el detalle de situarnos en la mesa que suele reservar a Andrés Iniesta cuando les visita.
Como he dicho, el producto y las especialidades manchegas forman el ADN del restaurante. Nada más sentarnos llegaron unos pequeños cuencos de almendras fritas, cortecitas y unas aceitunas aderezadas. Hay que reconocer que la precisión del frito es muy cuidadoso, haciendo las delicias de los comensales.
Los salazones son una de sus especialidades, así que nos prepararon un plato con hueva, mojama de atún de almadraba y ventresca de atún en aceite, culminando el plato con una anchoa de Rafa López.
Acto seguido, unas ostras de buen calibre y enorme frescura, con ese toque natural y yodado que nos recuerda siempre un trago de agua de mar.
En la localidad de Petrel existe una empresa de ahumados llamada GIMAR. De los muchos productos que encontramos en su porfolio hay que destacar su salmón, que nos lo sirven en una ensalada con encurtidos, resultando un delicioso contraste.
Gracias a los contactos que poseen en la casa, los productos marinos o mediterráneos son santo y seña; de ello nos hemos dado cuenta al entrar y observar el mostrador con gambas y quisquillas de Santa Pola, pero tenemos que resaltar el calamar guisado que se nos presenta en sartén con un guiso soberbio que aporta un plus en su jugosidad.
Acto seguido llega un perol de “peloticas” de relleno, un plato con historia, pues Ramona lo ha heredado de su abuela. Albóndigas jugosas con una salsa que le aportaba un ligero toque especiado y que provocó los aplausos de la mesa.
Llega el momento esperado, y ese no es otro que el gazpacho manchego. Es el propio Eli el que nos trae la sartén con el gazpacho depositándolo sobre la torta de pan ácimo. El guiso más popular de la cocina es tratado con naturalidad y elegancia. Generoso en carnes: pollo, conejo y caracoles (vaquetas de secano) y muy sabrosa la torta que le acompaña. Solamente por el gazpacho, merece la pena acudir a La Ramona y disfrutar de él.
El final parece lejano, pues Eli nos convence (no suplicó mucho, pues caímos rendidos ante la sugerencia) para que probemos un cabrito al horno que han preparado por la mañana. Y la verdad es que valió la pena, pues el trozo que nos sacó es el del costillar, con riñón incluido. Además de las suculentas carnes, encontramos una crocante piel del cabrito que nos genera una gran complacencia. Un digno e inolvidable final para una gozosa comida.
La bodega de la casa también fue un buen predicamento. Una gran variedad de etiquetas a unos precios muy atractivos. No podemos olvidar que desde su formación de sumiller, Eli conoce a la perfección la mayoría de bodegas españolas.
Como es habitual cuando visito esta localidad suelo pedir vinos manchegos, viendo y disfrutando de la evolución que han ido desarrollando los últimos años.
En esta ocasión, comenzamos con un blanco: Almarina. Un vino cultivado en altura con las variedades verdejo y sauvignon, ideal para los primeros platos.
A continuación, fueron dos tintos los elegidos. Un vino que conozco muy bien: Piqueras, elaborado con la variedades monastrell y garnacha tintorera. Un vino que destaca por su color carmesí persistente a la vista. Con esos aromas de frutos negros algo madurados, donde encontramos delicados toques torrefactos, de pasas y ciruelas. También encontramos toques especiados: vainilla, coco, canelas y frutos secos. En el paladar es muy delicado, elegante, con un paso en boca muy refinado y persistente.
El último vino fue La Servil de Bodegas Cerrón, elaborado con la variedad monastrell 100%. De color rojo intenso, destaca por una nariz en la que predominan las frutas rojas maduras. También encontramos matices tostados, especiados y cierta mineralidad. De gran frescura, un vino con alma y personalidad. Su final es largo, deseando que nunca llegue el final.
Una maravillosa comida, un servicio y una atención cuidada y delicada. Un establecimiento muy recomendable y a una hora de nuestra ciudad. No será la última vez que acuda a La Ramona. Felicidades.
La Ramona. C/ Corredera, 104. Tel.: 967 340 035. Almansa (Albacete).
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