1 agosto, 2018
Jaime Nicolau
Córdoba es una de las ciudades, culturalmente hablando, más ricas de España. Hubo un tiempo, el del Califato de la época musulmana, a finales del primer milenio, en que desde la ciudad se controlaba la península ibérica, siendo Córdoba la urbe más grande, culta y opulenta del mundo. También fue la capital de la Hispania Ulterior en tiempos de la República Romana o de la provincia Bética durante el Imperio Romano. Y todas esas influencias se perciben paseando sus barrios antiguos, contemplando los espectaculares patios cordobeses, descubriendo un encanto nuevo en cada esquina. Y todo, a orillas del Guadalquivir y a los pies de Sierra Morena.
Así de bella se presenta una ciudad que cuenta también con una riquísima gastronomomía, fruto de esa mezcla de culturas y de su enorme despensa natural.
Y es en una de esas esquinas, concretamente en la plaza de San Miguel, dónde emerge una Taberna que hace tiempo dio un paso al frente para ser referencia obligada de la Córdoba gastronómica. Y es que buscando esa riqueza andamos hoy al encuentro de la Taberna La Montillana. Se trata de uno de los locales de Grupo La Montillana, apasionados de la tierra cordobesa, de sus productos, de sus vinos y su gastronomía, con una cocina de mercado con las mejores materias primas de Córdoba.
No es de extrañar que, desde sus inicios en 1948, Taberna La Montillana haya sido una parada obligatoria para los cordobeses y todo aquel que quiera disfrutar de una cocina de calidad.
No es casualidad que, aunque comenzara como una taberna tradicional, este santuario de los vinos “Montilla-Moriles” se haya convertido en un referente en cuanto a innovación gastronómica se refiere. Decorado con una temática muy cordobesa y muy taurina, es difícil ocupar una de las mesas del interior si no se reserva. Cuenta con un comedor en la planta superior, y algunas mesas altas.
Empezamos con, las temperaturas lo exigen, una refrescante Ensaladilla de gambas, atún y mojama de Barbate. Nos recomiendan, y nos dejamos llevar, las berenjenas fritas con miel de Montero y queso de cabra de Zuheros. Sencillamente espectacular. Berenjenas fritas que se mantendrán para siempre en su recuerdo. Seguimos con unas croquetas cremosas de jamón ibérico y los calamaritos fritos.
Y nos frenan. Ya sólo añadir un remate. Unos apuestan por el flamenquín cordobés. Los más clásicos por un espectacular Rabo de toro al oloroso. Ambos de nota altísima, quizás más al segundo por su contundencia. Y coronamos con Tarta de la Abuela. Si visitan Córdoba, es una parada de acierto seguro y a un precio contenido, entre 15/20 euros por comensal si juegan bien la baza de las medias raciones, más que generosas.
El resumen es que en La Montillana se come recetas de siempre, pero también con un toque de innovación que servirá para que la experiencia sea inolvidable. Que no se lo cuenten.
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