23 diciembre, 2025
La península ibérica ha sido tierra de muchas civilizaciones. La Comunitat Valenciana no es una excepción. Por ella han pasado íberos, romanos, árabes y fenicios entre otras. Uno de esos vestigios que dejan claro el paso de la historia, y de sus respectivas civilizaciones, es el yacimiento de los Villares, ubicado a escasa distancia de la localidad valenciana de Caudete de las Fuentes. Este poblado, conocido en su nombre original como Kelin, es uno de los principales recuerdos que dejaron los íberos durante su estancia en la península.
Sin embargo, no hablamos de un asentamiento cualquiera. Esta población, situada a unos 800 metros de altitud sobre una loma cercana a Caudete de las Fuentes, fue entre los siglos V y I a.C. la capital de un amplio territorio que ocupaba una extensión mayor de la que hoy conocemos como la comarca de Utiel-Requena.
La estructura de esta organización de pueblos estaba claramente definida: mientras unos actuaban como barrera defensiva y de control del terreno, otros tenían una función productiva —aportando bienes al resto de poblaciones—, como era el caso de Kelin, con una fuerte presencia en el mercado de aceite y vino.

Kelin forma parte de la esencia de Caudete de las Fuentes.
El enclave de Kelin fue imprescindible por su ubicación privilegiada. La ciudad, de unas diez hectáreas de extensión, contaba con un dominio visual que le permitía ejercer un control total de la zona, fundamental para las tareas defensivas. Uno de los factores decisivos en su localización fue su cercanía al río Madre de Cabañas, afluente del Magro, ya que disponer de agua era esencial para el consumo, la limpieza y, sobre todo, para los cultivos, principal base de subsistencia y comercio.
Además, Kelin desempeñó un papel relevante en el control del tránsito de mercancías y personas, gracias a su posición estratégica en las rutas naturales que unían la meseta peninsular con la costa mediterránea, es decir, los puertos marítimos con las ciudades del interior.
Gracias a los restos conservados, arqueólogos e historiadores han podido reconstruir cómo era la ciudad y cómo se organizaba. Los materiales utilizados por los íberos estaban directamente relacionados con los recursos del entorno. Las principales construcciones se levantaban con piedras de canteras cercanas, así como con elementos naturales como la tierra, el adobe y la madera. Uno de los materiales más característicos de la zona era la cal, utilizada tanto para revestir las paredes como para dar consistencia a las edificaciones al mezclarse con tierra.
A ello se sumó el hierro, empleado para reforzar vigas y pilares. En los primeros años del asentamiento este material fue una auténtica novedad, ya que originalmente utilizaban herramientas de bronce y cerámica. La llegada de la metalurgia del hierro supuso un salto fundamental en su desarrollo.

Los restos íberos que acompañan a los causeteños en pleno siglo XXI.
En los trabajos de reconstrucción, el equipo de arqueólogos logró recrear cómo sería una vivienda tipo del poblado íbero. El ejemplo analizado corresponde a la casa de un influyente comerciante de vino y aceite, compuesta por cuatro estancias diferenciadas: una sala central, una forja, una sala de molienda y una bodega.
En la estancia principal, con acceso directo desde la calle, se hallaron suelos de arcilla, cerámicas propias de cocina, ánforas, calderos de bronce y varias cestas de mimbre con semillas de uva, cebada y mijo. En la zona metalúrgica se encontraron una forja, un yunque y diferentes utensilios de hierro. En el área de molienda aparecieron una piedra circular de molino y elementos de telar. Por su parte, el espacio destinado a bodega conservaba tinajas empleadas para el almacenamiento de vino y aceite.
Para dibujar el ecosistema completo de este yacimiento, es importante mencionar también la Colección Museográfica de Luis García de Fuentes, ubicada en el antiguo edificio de las bodegas del Marqués de Caro. Un espacio que alberga una interesante suma de piezas arqueológicas procedentes del yacimiento ibérico de Los Villares-Kelin. Entre los objetos más sobresalientes destacan vasijas decoradas con arte íbero, utensilios de metal, una espada (falcata) ibérica decorada en plata, objetos relacionados con la cultura del vino y repertorio monetario.
Este territorio se ha convertido en un ejemplo fundamental de la vida íbera en la península y, al mismo tiempo, ha servido para reafirmar el legado histórico de la viticultura en la Comunitat Valenciana, especialmente en el interior de la provincia de Valencia. Los yacimientos próximos a Caudete de las Fuentes se han consolidado como un reclamo turístico no solo para la localidad, sino para toda la comarca de Utiel-Requena.
Con el objetivo de acercar este patrimonio a los visitantes, el ayuntamiento organiza cada año jornadas de puertas abiertas, en las que los asistentes pueden recorrer el poblado como si fueran ciudadanos íberos y disfrutar de actividades gratuitas. “Para nosotros como municipio es muy importante conocer y que conozcan nuestra historia, y Kelin, es parte de ella”, asegura Vanesa López, alcaldesa de Caudete de las Fuentes.
En definitiva, Kelin representa como pocos lugares el transcurso histórico en tierras valencianas, y demuestra cómo un producto como el vino ha marcado una cultura y una forma de vida que aún pervive en los pueblos del interior de la provincia de Valencia como Caudete de las Fuentes.

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