7 diciembre, 2022
Berta M.ª López
Su vinculación con el mundo del vino era casi inevitable. Estudió Farmacia aunque su familia siempre estuvo ligada a la viticultura, lo que le llevó a cursar un Máster de EnologÃa y Viticultura en la Escuela de Ingenieros Agrónomos de Madrid. Su bisabuelo ya era destilador, y sus padres se conocieron a través de este apasionante sector; cuando un estudiante de la estación enológica de Requena se enamoró de una de las nietas de un profesor. Una de esas historias emocionantes que ha permitido continuar con la tradición de una familia destinada a compartir un amor fundamentado en el vino como nexo de unión.
Y es que ‘de casta le viene al galgo’; ha mamado la pasión por la vid desde su infancia. «Mi niñez la recuerdo entre las cooperativas de la provincia de Castellón, cuando mi padre elaboraba vinos a finales de los años 60 y principios de los 70. Recuerdo con cariño los fines de semana de vendimia con mis hermanos», cuenta con una sonrisa. Ha compaginado siempre su profesión con su vocación, lo que le llevó a convertirse también en profesor de catas para formar a gente en un sector que conoce muy de cerca. Años más tarde, fundó junto con tres socios más la bodega castellonense El Mollet Vino y Cultura, un proyecto con el que manifestó de manera contundente sus esfuerzos por conservar sus raÃces.Â
Una dilatada experiencia que culmina con una distinción que reconoce su predilección eterna por el vino: convertirse en presidente de la IGP Castelló. Esta figura de calidad ha servido para resurgir esa ilusión por elaborar vinos de una tierra que aún está recuperándose. «La provincia está reponiéndose del palo que supuso el arranque masivo de viñedos de los años 70 y 80 por requerimiento legal. Eso supuso la pérdida de una generación de viticultores. Castelló pasó de tener entre diez y doce mil hectáreas de viñedo a escasamente doscientas», lamenta. Y precisamente, con la finalidad de unir y remar con más fuerza nace este sello; para garantizar que la producción y procedencia de sus vinos nace en una de la tres subzonas vitivinÃcolas: Alto Palancia-Alto Mijares, Sant Mateu y Les Useres-Vilafamés.
Aprovechamos la conversación para comentar más en profundidad la actualidad del vino castellonense. Una pregunta que es evidente, pocos pueden responder mejor que él. Hablamos de personalidad, y tiene claro que si hay algo que les diferencia es «la diversidad de uvas que ha constituido nuestra identidad»; una pluralidad en la que han encontrado su mayor potencial «Castellón tiene los medios y los conocimientos necesarios como para hacer vinos de muy buena calidad», defiende con orgullo. Algo que también avalan desde fuera cada vez que una referencia de la provincia castellonense participa en concursos internacionales. Hablamos de retos y sin duda, el mayor desafÃo que avista es el de conseguir el sello de la Denominación de Origen. «A eso queremos llegar», remarca. Una distinción que nada tiene que ver con la calidad porque eso «ya lo cumplen», sino con un reconocimiento que les apoya en el marco comercial para dar a conocer más el vino de Castellón. «Es más, posiblemente cumplimos con más requisitos que algunas bodegas de otras zonas amparadas bajo esta marca», concluye.
No pararán hasta conseguirlo porque es justo y merecido. Un escalón más que parece posponerse, pero que desde la IGP Castelló confÃan en que llegará. ‘Despacio y con buena letra’ es como los vinos castellonenses han ido ganando presencia en la hostelerÃa de toda la Comunitat. Un reconocimiento ansiado y debido a partes iguales que está previsto llegue en un plazo máximo de dos años.
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