José Miguel Medina: el romántico que pelea cada día por dignificar la viticultura

José Miguel Medina es y presume de ser viticultor. En unos tiempos en los que el éxodo a la ciudad vaciaba las calles y los campos de los pueblos, siempre tuvo claro que pelearía por intentar que sus gentes pudieran tener una vida mejor dignificando el trabajo en el campo. Dignificando el trabajo en la viña. Apostando a ciegas por un cultivo, la vid, que ha venido siendo el motor socioeconómico de la comarca desde hace más de 2700 años. Lo tenía muy claro. El mundo del vino y, en especial, la apuesta por la bobal, eran argumentos suficientes como para devolver la ilusión a los viticultores de la comarca y para arraigar al talento joven que un día decidió emigrar en busca de un futuro mejor.

Y se arremangó como el que más. Llegó a la presidencia de la Denominación de Origen Utiel-Requena desde su querido Grupo Coviñas, del que también es presidente. «El vino es la gran oportunidad de este territorio, de esta comarca, de la DOP Utiel-Requena», señalaba José Miguel en una de las entrevistas que durante todo este período nos ha concedido. «Hay otros cultivos, como el almendro o el olivo. Pero lo que de verdad tiene tradición, lo que tiene cultura, lo que tiene arraigo, es la cultura del vino». La fórmula siempre estuvo clara en su cabeza, pero con una variable más, no podía ser de cualquier manera. «Tenemos que buscar una viticultura digna para el agricultor, pero la gran oportunidad de este territorio, de esta comarca, es el vino», añadía.

Otro de los pilares de su ideario es la importancia del modelo cooperativo. Coviñas encarna a la perfección todos esos valores que José Miguel ve en la unión de fuerzas, en el todos a una, en el juntos somos más fuertes. El cooperativismo comienza en la zona hacia la década de los 40. «Nace de la necesidad de que los pequeños viticultores pudieran desarrollar su trabajo, pudieran emprender una acción comercial y, sobre todo, mejorar la calidad». Han pasado ocho décadas desde que ese movimiento cooperativo cuajase en la comarca. Hoy Coviñas representa a 3 000 familias unidas en un proyecto común. 3 000 familias que han visto que es posible vivir de la agricultura en la comarca. Que siguen a pies juntillas los consejos del equipo de Coviñas en busca de una calidad de uva que permita la elaboración de vinos que llegan a decenas de países de todo el mundo. «Pensar en que los miles de viticultores tengan su propia bodega es una utopía», analiza José Miguel. «Lo viable es unirse. Las cooperativas son las que crean el desarrollo y riqueza, las que fijan población en el medio rural y desde luego, las que siguen siendo necesarias para que el viticultor pueda seguir desarrollando su trabajo», argumentaba Medina.

Y con las ideas así de claras y muchos retos por delante lideró una apuesta clara dentro de la DOP Utiel-Requena por la uva que les diferencia, por la autóctona bobal. Una uva especial y de enorme personalidad compartida con los vecinos de Manchuela y Ribera del Júcar. Y la apuesta cuajó. Y las bodegas comenzaron a creer que esa diferenciación que les aportaba la uva que habitaba sus tierras era el camino para luchar en un mundo del vino tremendamente globalizado. Hoy la bobal, con permiso del resto de variedades que se trabajan en la comarca y con las que se elaboran grandísimos vinos, vive un momento dulce.

Y con esa claridad de pensamiento es como José Miguel Medina, viticultor por encima de todo, sigue peleando cada día por hacer de la viticultura una profesión cada vez más digna.

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