Enrique Mendoza: una apuesta por la tierra, donde el vaso marca el origen

Texto: Mar Lafuente / Fotografía y vídeo: Vicent Escrivà

Bodegas Enrique Mendoza es sinónimo de vinos de calidad. Vinos excepcionales que han conquistado paladares a lo largo y ancho del mundo y le han convertido en una bodega referente en el sector tanto a nivel nacional como internacional. En esta ocasión dejamos atrás las instalaciones de la bodega en Alfàs del Pi, donde los vinos toman forma, para sumergirnos en un viaje que nos va a permitir descubrir los orígenes, donde el vino nace y empieza a moldear su personalidad alicantina: el viñedo. Ponemos el punto en el mapa en los paisajes rurales del Alto Vinalopó, donde Julián Mendoza, CEO de Bodegas Enrique Mendoza, nos guía en un recorrido por sus parcelas que, para él, simbolizan un retorno necesario a la viticultura ancestral: la que cuida de la planta y entiende el enorme valor de la tierra. 

Antes de comenzar el paseo por los viñedos, Julián Mendoza nos hizo una reflexión de porqué nos había llevado hasta allí, hasta el campo, un lugar especial que se debe mimar y en el que “deberían estar todos los bodegueros”, asegura. Y es que para él, la esencia de la viticultura se encuentra en las tierras y  tiene la firme creencia de remarcar la importancia de volver a poner el foco en las raíces, en las plantas y en el suelo. “Nuestro trabajo aquí es crucial: estamos recuperando y cuidando parcelas de viticultura vieja con un potencial increíble”, cuenta con seguridad el CEO de la bodega alicantina. 

Todo esto pasa por recuperar técnicas tradicionales, volviendo a modelos de cultivo más antiguos que respetan la planta y alejarse de las técnicas modernas que se han venido utilizando las últimas décadas. Es por eso que desde Bodegas Enrique Mendoza están apostando por volver a lo de antes, volver al cultivo en vaso y alejarse de las espalderas. Podríamos decir que recuperar parcelas en vaso y rescatar viñedos al borde de la desaparición es una de las máximas de la bodega, “recuperar estas parcelas es cuestión de responsabilidad, es continuar con la larga historia de los vinos de Alicante”, señala Julián. 

A pesar de que apostar por el vaso puede parecer una contradicción en un entorno cada vez más difícil por el cambio climático y la sequía a la que se están exponiendo las tierras, Julián está convencido de la capacidad de adaptación de estas técnicas que se realizaban antes. “La planta en vaso ha demostrado ser capaz de sobrevivir con lluvias mínimas, con alrededor de 50 litros de agua al año”, comenta, haciendo hincapié en la necesidad que van a tener cada vez más de adaptarse al medio ambiente y cómo esta forma puede ser clave en la elaboración de sus vinos. 

Tras la explicación, nos invitó a recorrer algunas de las parcelas en vaso que son fundamentales en esta misión. La primera parada fue Las Quebradas, una parcela de monastrell en vaso que tiene unos 65 años, sus suelos son piedras. “Aquí el potencial de la planta está en la zona radicular que está muy adaptada al suelo, la parte superior tiene escasos nutrientes y no le queda otra que desarrollar hacia abajo la parte radicular”. Se trata de una parcela que responde al conocido vino Las Quebradas que vienen elaborando desde hace tiempo y su valor diferencial está en esos suelos que le otorgan más estructura. 

La siguiente parada fue la parcela Espinosa. Esta está muy cerca de la anterior y también es un monastrell en vaso, pero a la vez son muy diferentes, ya que los suelos son arenosos con un poco de grava y es un poco más joven, con plantas de unos 35 años de edad. “Aquí la planta tiene mucho más desarrollo de vegetación, es decir, mayor desarrollo de sarmiento y hojas, por lo que hay un mayor motor para hacer fotosíntesis que es lo que nos permite madurar la estructura de la uva”, explica Julián. Esta parcela forma parte de otro vino, de Finca Xaconero. 

De ahí pasamos a ver El Estrecho, una parcela de viñas viejas de 65 años donde los suelos son arenosos y mucho más pobres. “Aquí la zona radicular de la planta también es muy profunda, pero desarrolla un poco menos de sarmiento y de vegetación y, por tanto, también menos carga de uva”. Es una parcela que responde al vino El Estrecho.

El recorrido no se acaba en los viñedos antiguos, sino que también visitamos las nuevas plantaciones que Julián ha iniciado este 2024. “Hemos plantado dos nuevas parcelas, una de dos hectáreas de Moscatel y otra de siete hectáreas de Monastrell en vaso”, nos cuenta el bodeguero. Lo interesante de estas nuevas plantaciones es la reflexión detrás de ellas. “Hoy en día, tenemos que ser más conscientes del uso del agua. Antaño, si tenías agua, simplemente plantabas en espaldera y no pensabas más. Ahora hemos aprendido a valorar el recurso”, explica.

Julián destaca la importancia de planificar a largo plazo: “La viña no es para nosotros, es para las siguientes generaciones. Lo que plantamos ahora no dará una producción decente en al menos 12 o 13 años, pero eso es lo que le da valor al patrimonio vitivinícola de Alicante”. Esta visión a largo plazo, enfocada en la sostenibilidad y en el respeto por las tradiciones, es lo que marcará el futuro de la viticultura de Alicante. 

Sin duda, Julián Mendoza y todo su equipo de Bodegas Enrique Mendoza no solamente están poniendo el foco en regresar a las técnicas de cultivo tradicionales, sino que también están haciendo una fuerte apuesta por la sostenibilidad y la continuidad del enorme legado vitivinícola de la provincia de Alicante. Continúa escribiendo una historia que comienza hace más de 3.000 años y que deben seguir escribiendo las próximas generaciones, porque Alicante fue, es y debería ser siempre tierra de vinos.

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