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El vino, un producto cultural que atrapa

4 marzo, 2021

Cuevas de la Villa de Requena.

Texto: Salvador Manjón / Fotos: Fernando Murad
Su cultura, diversidad, el placer que provoca su consumo, la relación social que facilita como tema de conversación o, incluso su utilización como símbolo de relevancia social; hacen que contar con una mínima cultura vinícola sea importante para gran parte de la sociedad. Adentrarte en su matices, variedad y pluralidad hace que te envuelva en una espiral de conocimiento en la que se busca disfrutar y apreciar más de su consumo.

Lamentablemente, esta realidad social y económica se encuentra desvirtuada por unas condiciones de mercado, precios, rentabilidades, efectos medioambientales y ecológicos, sanitarios y nutricionales que poco o nada tienen que ver con la percepción de la mayoría de ustedes. Consumidores que tienen un imaginario de un sector del vino boyante, con grandes empresarios y excelentes oportunidades de desarrollo, así como rodeado de un halo de notoriedad social y prestigio. Y que su conocimiento les ayudará a entender la realidad de un sector.

Detrás de cada botella de vino que ustedes encuentran en el restaurante o supermercado, tienda gourmet o presidiendo la mesa en la que intentan agasajarles sus anfitriones hay mucho más que una mera solución hidroalcohólica, un packaging y un precio. Hay amor a la tierra, identificación y respeto por la tradición; amén de una necesidad imperiosa de hacerse un hueco en un mercado fuertemente competitivo y altamente saturado.

Bodega Hermanos Candela, Yecla.

Vamos a adentrarnos en el mundo vitivinícola y bucear en algunas de sus grandes “realidades” que (espero) les hagan más curiosos e interesados por esta excelente bebida donde las haya y que nos viene acompañando desde hace miles de años, más de diez mil, como demuestra el hecho de que la bodega más antigua conocida se remonte al año 8.000 a.C. en Georgia.

Yacimiento arqueológico de La Solana de Las Pilillas, declarado Bien de Interés Cultural (BIC). Los Duques (Requena).

Aunque, para ello, lo primero que tengamos que hacer sea empezar por diferenciar dos conceptos básicos y frecuentemente utilizados cuando se habla de vino: cultura y tradición. Ya que, como bien saben, mientras el concepto “CULTURA” requiere de unos conocimientos con los que poder desarrollar un juicio crítico, el segundo, “TRADICIÓN”, hace referencia a la transmisión de costumbres de generación a generación. O, dicho de otra manera, que el vino haya estado acompañando nuestras vidas y haya sido considerado alimento por la cultura mediterránea, representada por su dieta, altamente valorada en el mundo, no implica que, necesariamente, contemos con ese conocimiento que nos permita elaborar un juicio crítico.

Taller de variedades de uva en la Venta de Contreras.

Y es que, entre las muletillas con las que más frecuentemente nos encontramos al hablar de vino y referirnos a los consumidores, es el de la “gran cultura vitivinícola que tenemos en España” lo que, siguiendo con la lógica de la descripción anterior, debiera permitirnos emitir un juicio crítico sobre él. Cuando, en realidad, a lo que estamos refiriéndonos es más a la tradición que el vino ha representado en nuestras vidas, acompañando nuestras comidas y resultando un elemento imprescindible en cualquier acontecimiento o celebración que tuviera lugar en la sociedad occidental. Pero sin que ello lleve implícito el conocimiento de sus conceptos y la capacidad para emitir un juicio crítico.

Cuando en los años 70 en España se consumían algo más de 70 litros por persona y año de vino, es fácil imaginar que la inmensa mayoría de los vinos consumidos ni lo eran embotellados ni de un elevado precio. Y que, en su elección, no pesaba más criterio que el del precio, la proximidad y la facilidad con la que se pudiera acceder a su compra en las bodegas o bares del barrio. Que su consumo diario, en el que participaban todos los miembros de la familia adecuando sus dosis al contenido que acompañaba a la gaseosa o soda con la que se servía, poco o nada tenía que ver con la calidad o con un criterio hedonista y que su porcentaje alcohólico, lejos de suponer un problema, era una cualidad necesaria con la que obtener calorías no siempre accesibles de otra forma.

Afortunadamente, esos tiempos han cambiado. Tanto que muchos de ustedes o no han ni oído hablar del pan untado en vino que se les daba a los niños para merendar, o de la bota que acompañaba a cualquier agricultor en su día a día. Pero en estas trivialidades es precisamente donde se encuentra una buena parte de las razones que nos han conducido hasta aquí en el consumo de vino, que nos ha llevado a producir lo que producimos, al precio al que lo vendemos, a la imagen que perciben los consumidores de nuestras zonas productoras, a la evolución de nuestro consumo… o al peso que tenemos en los mercados internacionales.

Bodega Redonda en Utiel. Sede de la Denominación de Origen Utiel-Requena.

Así es que les espero para, juntos, ir desvelando estos y otros muchos temas que nos vayan surgiendo y que nos permitan adquirir los conocimientos necesarios con los que poder emitir un juicio de valor propio y meditado.

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