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El viñedo de montaña que nació en una cueva de Cádiz en plena Guerra Civil

17 junio, 2021

Texto: Jaime Nicolau / Fotos y vídeo: Fernando Murad y Vicent Escrivà

Para entender bien la historia de La Casa de las Vides hay que viajar en el tiempo y trasladarse a los duros años que siguieron  a la guerra civil española. La necesidad agudiza el ingenio y eran tiempos en los que había que buscar el sustento de la manera que fuera. Así es como empezó Francisco Gandía a comercializar con algunas cosechas o frutos viajando de aquí para allá en busca de género con el que poder alimentar a su familia. Uno de esos viajes le llevó a la zona de Cádiz. Allí, junto a su acompañante, entraron por curiosidad en una cueva en la que artesanos trabajaban el arte de las varas de vid. Francisco convenció a su amigo y compraron unas cuantas brazadas, con el objetivo de comercializarlas al llegar a su Agullent natal, en la Vall d’Albaida.

Y el negocio cuajó. Lo hizo de tal manera que Francisco fue uno de los responsables de que la zona albergue buena parte de los viveros que alimentan de viñas España. Francisco se centró en el negocio del vivero y su bonanza le permitió adquirir la Finca El Galtero. Sus hijos, Reme y Francisco Javier, le tomaron el testigo pero, hace unos 15 años, decidieron dar un paso más y terminar el ciclo con su propia bodega, La Casa de las Vides, llevando el producto hasta la copa. El nombre de la bodega es un homenaje a toda la trayectoria de su padre, sabiendo a ciencia cierta el orgullo que él sentiría si pudiera ver el proyecto finalizado. Y más aún si viera como aquel nieto que correteaba entre viñas y conspiraba travesuras, Pablo, es hoy también un pilar importante del proyecto.

Estamos en las faldas de la Serra de Agullent, un lugar de inviernos muy fríos y veranos cálidos, pero que suma lo mejor de un clima de montaña con la suficiente influencia mediterránea como para ser diferente. Y con estas condiciones la viña es feliz y es capaz de expresar esa tipicidad, esa diferenciación en la que tiene un papel fundamental el suelo de tap, una roca blanca que deja huella en el viñedo primero y en los vinos después. En lo que al viñedo se refiere la riqueza de la bodega es enorme, no en vano aplican toda su experiencia como viveristas para dibujar una viña que se adapte a este peculiar terreno. Trabajan multitud de variedades, muchas de ellas autóctonas al tiempo que trabajan con ellas para recuperarlas en un proyecto junto a Conselleria. Pero, sin duda, si hay una que podemos considerar la estrella del proyecto es la Gewürztraminer. La variedad que ha logrado convertirse en mítica en Alsacia, presenta en estas tierras blancas unas particularidades muy sorprendentes, abrazada claramente por la influencia del Mediterráneo. De ella nace Vallblanca, el excepcional blanco de la bodega. Rosa Rose, Aqulivs o La Finca, son otras referencias muy notables.

Al Baidá es un toponimo árabe que significa ‘la blanca’ y hace referencia al color de sus tierra. El valle está rodeado por sierras como la Serra Grossa, Serra de la Solana, Serra d’Águllent, Cova  Alta y Benicadell. Sus tierras calizas, sus ríos, fuentes y manantiales, confieren a este valle una frescura y unas características inigualables para cultivar sus viñedos y producir vinos de gran calidad. La propia orientación de estas montañas condicionan la climatología de la Vall d’Albaida, ya que canaliza los vientos procedentes del mar, lo que explica las frecuentes precipitaciones, en algunas zonas y las nevadas en los picos. El viento de Levante cargado de humedad, se eleva bruscamente al llegar a las montañas y ello provoca un descenso de temperatura en invierno. Todas estas características naturales del suelo, unidas a las muy idóneas condiciones climáticas, de inviernos fríos y veranos calurosos, con precipitaciones en otoño y primavera, posibilitan un correcto desarrollo y una extraordinaria maduración de las uvas.

Y ahora todo este proyecto puede visitarse, pues han establecido planes enoturísticos que sean capaces de satisfacer a los winelovers más exigentes. Desde una ‘Cata entre viñedos al atardecer‘ hasta la experiencia ‘Del Vivero a la botella‘ o una ‘Visita con degustación de vinos‘… un amplio abanico de posibilidades para adaptar la visita que ha disparado las reservas de cada fin de semana en un proyecto con mucha alma.

Francisco Gandía mostró el camino y sus hijos y nieto han decidido sacarle brillo. Si alguien le hubiera dicho en lo que quedaría aquella visita nacida de la curiosidad a una cueva gaditana, posiblemente no lo hubiera imaginado. Hoy, desde el cielo, sonríe orgulloso.

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