26 septiembre, 2018
J.A. López
“Bienvenido a este mundo, mi pequeño ser humano. A la vuelta de la esquina te espera un momento feliz”.
Me van a permitir la licencia de recordar la frase de un gran maestro que viene, como el buen vino, a la buena compañía, en el relato que les invito a compartir.
No digo nada extraño.
Si ustedes caminan por la calle Turia, a la altura del número 16, justo cuando dan la vuelta a la esquina, se encontrarán con el Cubo de Baco, un paraíso donde los vinos se muestran como son y las personas que los miman abren sus almas a los buenos amantes de estas maravillas embotelladas y están dispuestos a ser felices, compartir alegrías y crear un mundo de energía positiva que les permite poner un grano de arena para que este mundo sea un poco mejor.
Conozcan la historia.
El Cubo de Baco lleva abierto nueve meses. Está, como se dice, recién nacido. Antes, las personas que lo regentan tenían una pequeña bodega un poco más arriba de donde están ahora, pero, sólo para venta de vino. Y eran muchos los amantes del vino y su cultura los que les pedían probarlos y compartirlos. Hablarlos y disfrutarlos. Recordarlos y llevarlos a casa.
Lilibeth se pone manos a la obra. Vicente, a su lado, como siempre. Durante mucho tiempo ambos se han dedicado a buscar vinos distintos de bodegas singulares. Quieren hablar de tú a tú con la tierra que da vida a las cepas y celebrar el fruto de las mismas en esas pequeñas bodegas que hacen que lo bueno… sea un poco distinto, porque no es mejor o peor. Es vino, y como siempre, si se elabora con cariño, es vida.
Nunca pensó Lilibeth dedicarse al mundo del vino. “Ni por asomo. Soy de Barranquilla y estudiaba periodismo en mi país natal. De vino, nada de nada”. Pero vino a España de vacaciones y se enamora del país. Unos amigos le buscan un trabajo porque su decisión es dejarlo todo y quedarse aquí.
“Entré a trabajar en hostelería. En la barra de un bar. Te puedo asegurar que lo pasé más que mal, peor. No entendía cómo la gente te tutea sin conocerte o se toma unas atribuciones que no proceden. En Colombia, eso era impensable. Poco a poco me di cuenta de que en España la gente es así y que no hay más que una cultura genial a la que me apunto”.
Sí, pero como siempre, dentro de un límite.
“Lo peor fueron los giros del idioma. Todos hablamos español, pero hay matices que te vuelven loca. Aun así aprendí y me puse en funcionamiento”.
Y es como poco a poco se afianza y entra a trabajar en una cadena de cafeterías muy famosa de España. Va ascendiendo y pasa a la filial de esta cadena. Pasa de servir hamburguesas a llevar un comedor y con ello… descubrir el mundo del vino.
“Pido el traslado a Valencia y veo la posibilidad de formarme y aprender. No lo dudo. El tiempo que me queda libre lo dedico a aprender todo lo que conlleva el mundo de la hostelería. Sin darme cuenta me encuentro con un gran trabajo y una tremenda soledad”.
Vicente deja el protagonismo a Lilibeth. Cada vez que la mira, los ojos le echan chispas. Hay admiración. Es compartida. Vicente tampoco lo tuvo fácil. Toda su vida la dedicó a ayudar a los demás, trabajar, estudiar, aprender y viajar por algunas partes del mundo que le pusieron en contacto con el universo vino, que le enganchó hasta ahora. Respeto su petición de no profundizar más. (No se lo cree ni él. Nota del autor).
Lilibeth piensa en algo que le permita escapar del trabajo y la soledad. Sin duda, el baile, de la que es una apasionada entusiasta. Lo malo es que los pasos que ella domina, aquí son distintos y el resultado de “tanto arte” es que nadie quiere bailar con ella porque no ganan para pisotones.
Todos, menos Vicente que no sé hasta qué punto pisaba más que ella.
Unidos por el baile, los pisotones y el vino.
Este es el comienzo del Cubo de Baco.
El Cubo “es el recipiente donde se pisa la uva. Soy del Rincón de Ademuz y allí tiene ese nombre. Lo elegimos como homenaje a nuestras tradiciones”, me comenta Vicente.
Vicente es un enamorado hasta las trancas del vino. Sabe lo que ve, lo que toca y lo que saborea. Ahora, junto con Lilibeth recorren caminos y entran en lugares extraños donde consiguen muy buenos vinos y mejores historias. Tanto unos como otros forman parte de su local.
El Cubo de Baco es un local pequeño. No hace falta que sea más grande. Alberga sabiduría, amor, respeto, historias y generosidad. Mesas y sillas. Pequeña barra. Buen café a primera hora y mejores vinos a todas horas. Desde las nueve de la mañana está abierto. Puedes desayunar, almorzar y tomar un vino, repito, en cualquier momento. Cierran a mediodía y vuelven a abrir a la hora de la tertulia y el nacimiento de la noche que tú elegirás cómo y dónde termina.
Hay una selección de tapas tan rebuscadas o exclusivas como sus vinos que se maridan perfectamente con cualquiera de las añadas que elijas. Y, amigos, hay donde elegir. Han incorporado un vermut “4 Xavos de familia”.
Todo tan sencillo como se lo he intentado contar.
Todo tan grande como realmente es. Lilibeth y Vicente aman el vino y su mundo. Saben dónde buscar y conseguir algo distinto. Lo más grande es que saben y les encanta compartirlo.
Con todos ustedes. Cuando quieran.
El Cubo de Baco (hasta el nombre tiene ritmo) está en la calle Turia, 56 (recuerden a la vuelta de la esquina…) su número de teléfono es el 627 126 883. Tienen vinos para todos y para repetir hasta que uno decida.
Hay historia… y seguirá.
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