4 mayo, 2018
J.L. López
…y te despiertas en viernes, con todo un fin de semana por delante y con esa alegría que da el hacer algo distinto a lo cotidiano y no sabes cómo, aunque sí el porqué, y te encuentras que un buen amigo como Sergio Giraldo, cocinero de pro, amigo donde los haya, profesional como la copa de un pino, te ha enviado un wasap a una hora intempestiva (cuando acaba de trabajar y recoger en Maremar) comunicándote que este viernes es distinto a los demás y te invita a una cena (a las que todos pueden ir si quieren y hay plazas) en el BISTROT de Port Saplaya, donde se va a medir con Sara Paulo en un combate gastronómico en el que no hay vencedores ni vencidos sino dos grandes profesionales de la cocina que lo van a dar todo por hacer felices a las gentes dispuestas a pasarlo bien.
Y que vas a degustar la mantequilla de cenizas/ pepino de mar/pollo al ajillo/ corales comestibles. La ensaladilla ‘hecha a mi manera’. Los erizos/leche de tigre/jengibre. El dentón del Mediterráneo sobre arroz de espárragos de mar. La vaca vieja /kimchi de piquillos / carbón vegetal. La crema de pistacho con espuma de albaricoque y toque crispy o el mousse de coco-piña con gelificado de yuzu, crumble blanco y notas de Tahití.
Y te levantas con más ímpetu que nunca y con ganas de saber de quién y dónde, que este Sergio te levanta una sorpresa agradable cada vez que mueve un dedo.
Eduardo Torres, el hombre que habla con los arroces, se apiada de mí (sigo convaleciente y con poca movilidad por mi operación) y me acoge en su “Amigo móvil” para llevarme a donde quiero ir o donde él me quiere llevar, que entre Sergio y Eduardo hay que andar con cuidado.
Nos da la bienvenida el mar.
Con solo cruzar la calle me encuentro cara a cara con nuestro mar en Port Saplaya.
Estoy en la calle Galotxa, 1. Mar en el frente y a mi espalda, que convierto rápidamente en cara, el Bistrot Port Saplaya. Una terraza impresionantemente cómoda me da la bienvenida. Mesas y sillas cómodas. Cojines a montones. Colores que combinan con el azul impecable del cielo y el cambiante del mar. Esta, amigos, es otra historia.
Otra historia que cambia cuando entras en el local. Aquí has de sentarte y observar. Vas a viajar a través del tiempo y disfrutar de objetos que, para los mayores, nos traen recuerdos, y a los jóvenes les causan admiración. Máquinas de coser, de escribir, candiles, planchas, quinqués… objetos de los “tiempos de Maricastaña” pero entrañables hasta decir basta. Hay que tomarse un tiempo para disfrutar de todo.
María Pilar se disculpa porque le queda que poner “un no se qué” que es el detalle, mientras Eduardo se pone su mandil para entrar a su imperio, la cocina. Sara entra por la puerta con la compra fresca del día. Carlos prepara el primer café. Todo está impecable pese a que María Pilar se empeña en que se puede mejorar. Posiblemente en el cielo.
Hay paz. Tranquilidad. Alma. Ilusión…
Sara Paulo nació entre tenedores y manteles en Castellón, en Villavieja. Eduardo y María Pilar, sus padres, regentaban el restaurante Exágono, que, con el tiempo, pasó a ser local para banquetes y celebraciones. Nadie le mostró lo que era la hostelería, porque nació con ella. Posiblemente su primer chupete fue un cazo de sopa. Quién sabe.
Ella sí sabía lo que quería y lejos de seguir las rutas paternas, se dedicó a estudiar diseño y creatividad. Quería hacer algo distinto a lo que conocía. Le encanta la pintura, la literatura, el arte en sí. Su impronta se refleja en este local, el Bistrot, al que le echa el ojo desde que lo ve y no para hasta conseguirlo. Ya era atractivo. Con el toque de Sara, ahora, es sublime. Hay que verlo.
“Me doy cuenta de que lo mío es la cocina y vuelvo a mis raíces. Eso sí, con la intención de aportar mi toque personal”.
Sara estudia hostelería y descubre otra gran pasión, que es la pastelería. Entra de lleno en ambas cosas. En cocina ya tiene maestros, sus padres. En pastelería se busca la vida en Aixa de Puzol o en Dulces Pérez de Valencia. Tiene mucho que aprender y pone, en ello, todo su entusiasmo.
“Creo que llega el momento de tomar las riendas de mis sueños y, por casualidad, me encuentro con que el ‘local de mis sueños’ queda libre y me ofrece la posibilidad de entrar y crecer en él. No me lo pienso dos veces. Aquí empieza mi otra historia”.
Humilde, sencilla… Sara no habla, susurra. Es como si quisiera mantener una paz imperturbable para todos los clientes y amigos que están en su local. Su equipo participa de la obra. Al fondo, muy cercano, el sonido de las olas.
“Este es un local donde puede venir todo el mundo a hacerlo suyo. No hay límites de edad y mucho menos de ilusión por la gastronomía. Ofrecemos una cocina mediterránea con producto fresco de mercado que traemos y elaboramos diariamente. Cuando algo se acaba, pues se acabó, pero lo importante es mantener el respeto por el producto y darle ese toque distinto que te hace ser diferente”.
Y veo pasar ante mí el guacamole asiático con colitas de gambas. La Ensaladilla Bistrot con un toque canalla. El salmón salvaje gratinado con parmesano y crema de naranja. El entrecot de vaca madurada nueve meses. La hamburguesa Wagyu, de 200grs. Especial de la casa. Y la pasión de Sara como son los mousse de coco-piña con gelificado yuzu o la crema de pistachos con mouse de albaricoque y un toque crispy.
Hay una bodega donde elegir… bien y una oferta coctelera como “para perder el sentío”. Hay un local con alma y un entorno, donde manda el mar, que lo arropa.
Todavía existen paraíos.
BISTROT PORT SAPLAYA está en la Calle Galotxa, 1. En Port Saplaya. Se puede comer de menú a partir de 12 €. Si quieres carta, a partir de 25€. Se pueden pedir medias raciones con el fin de poder degustar más platos. Su número de teléfono es el 96 36 84 743.
Aquí, en BISTROT está Sara y su equipo.
No se lo pierda.
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