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El agroturismo es el mejor escaparate para la Mancomunidad del Alto Palancia

21 October, 2022

Texto y fotos: Laura Lázaro

El Alto Palancia es uno de los rincones más bellos del norte de la Comunitat Valenciana. Los espacios naturales conviven con el cultivo agrícola del aceite o el vino y con una gastronomía excepcional. Esto ha hecho que, combinándolas todas, se haya convertido en un destino único para disfrutar del Agroturismo. Se trata de una ardua tarea en la que se trabaja sin descanso la Mancomunidad del Alto Palancia, constituida en el año 1992, se encuentra como su propio nombre indica en la comarca del Alto Palancia. Esta se sitúa en el interior de la provincia de Castelló lindando con la Comunidad de Aragón y la provincia de València. Sus más de 956 km2 de superficie son atravesados por el río Palancia, que divide la comarca en dos espacios diferenciados en los que habitan en la actualidad alrededor de 25 mil habitantes.

Cuatro son los pilares sobre los que se basa la propuesta turística de la comarca castellonense: Tierra de aguas, que pone en valor los innumerables ríos, saltos, fuentes y embalses; Sabores Alto Palancia, con una despensa compuesta por aceites de oliva de primera calidad, frutos secos como las almendras, vinos, quesos y trufas; Huellas de la historia, que recoge el variado patrimonio de estas tierras; y Actívate en el Alto Palancia, con rutas y actividades.

Y dentro de estas actividades, hace unos días quisieron mostrarnos en primera persona todos los encantos de esta zona del interior de Castellón, a través de un FamTrip que tenía como destino la Cooperativa de Viver. Comenzamos nuestro recorrido en la sala de experiencias donde los representantes de la mancomunidad del Alto Palancia mostraron su apoyo total a la cooperativa de Viver. Con orgullo, incitaron a todos los asistentes a acudir a los pueblos que constatan el Alto Palancia. Nos hablaron con tal pasión de sus productos, sus diferentes pueblos, las montañas y climas que envuelven toda la zona, que fue inspirador para decidir la próxima escapada a esta zona.

La ruta enoturista que nos prepararon desde la cooperativa incluía picoteo en los viñedos y una visita a la bodega, fusionando así varias de sus ofertas enoturísticas.

Teresa Marco, encargada de la comunicación de la cooperativa, fue nuestra guía por toda esta ruta. Nos trasladamos a uno de sus viñedos más bonitos en Jérica, donde ya habían vendimiado y no quedaban racimos pero las viñas se encuentran en un cambio de tonos que conlleva un conjunto de colores particulares.

Estas viñas datan desde tiempos romanos por el siglo II a.C. y su cultivo llega hasta el día de hoy. Lamentablemente, una plaga de filoxera en 1915 acabó con el cultivo de muchas viñas, entre las que se encuentran variedades autóctonas que tratan de recuperar con paciencia y mimo. En la actualidad, sus viñas cultivan principalmente las variedades de Tempranillo, Syrah, Cabernet sauvignon, Merlot y Chardonnay.
En los viñedos en espaldera comenzamos nuestra primera parte de la cata de la línea Odisea con unos embutidos y quesos de la zona, acompañado de frutos secos de la cooperativa.

Primero, el Odisea blanco realizado con uva macabeo. Teresa nos cuenta la manera de probarlo: olemos sin mover la copa, agitamos el vino, volvemos a oler y bebemos expulsando el aire por la nariz.  Repetimos la operación con Odisea rosado, realizado con Syrah. La cooperativa consigue el color rosado por el tipo de uva tinta con la que se realiza el vino, por lo que cada botella es especial ya que tiene una tonalidad diferente.

De vuelta a la bodega tras degustar este picoteo y los vinos de aperitivo, Teresa cuenta el proceso de la uva y el vino. En la cooperativa siguen recogiendo su uva a mano, con mucho cariño y en cajones de 10 kilos. Tras esto separan el jugo de las pieles y huesos e introducen en los depósitos ese jugo. Además, con los vinos tintos dejan una cama de racimos en el fondo del depósito y con una vara remueven el conjunto de racimos y vino.

Antes de pasar a la última parte de la cata Teresa nos preparó un juego olfativo muy entretenido, parte de este enoturismo que ofrecen, con una lista de diferentes olores que teníamos que encontrar en tarros con corchos.

Al final de la cata pudimos degustar cocas típicas de la zona, el aceite Lágrima y su botella ecólogica Ohsade, el paté de aceitunas negras que realiza la propia cooperativa y dos de sus tintos, Niebla sobre la piel y Odisea roble, este segundo más potente de sabor.

Sin duda alguna, Viver es un pueblo de grandes cultivos y exquisitos productos que nos han llegado al alma, como la belleza de estas tierras de interior, de las que presume y pone en valor la Mancomunidad del Alto Palancia.

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