Rodolfo Valiente, alma mater de Bodegas Vegalfaro, ha sido elegido Mejor Enólogo del Año por la asociación que aglutina a estos profesionales en la Comunidad Valenciana. Un reconocimiento que doctora a una de las figuras más representativas del mundo del vino en el levante español.
1 abril, 2017
Jaime Nicolau
Rodolfo Valiente es uno de los personajes más relevantes del sector del vino en el arco Mediterráneo. De sus manos salen vinos tan reconocidos como Pago de los Balagueses, un fijo en las zonas altas de las más prestigiosas críticas. Ahora, Rodolfo recibe el reconocimiento de sus colegas de profesión siendo elegido «Mejor enólogo de la Comunidad Valenciana». Se siente orgulloso. Nos espera en su bodega, Vegalfaro, al sol, buscando refugio en la fresca mañana requenense. Hoy queremos saber la historia de este enólogo que se licenció en derecho hasta que recibió, algo más tarde de lo habitual, la «llamada del vino». Un vino del que ha mamado su cultura en los viñedos de la familia desde que era pequeño, pero en el que decidió meterse con todas las consecuencias. Licenciado en una de las ramas más notables de letras, fue el más mayor de los estudiantes de la Escuela de Enología y Viticultura de su promoción. Y es que lo dejó todo, hasta un trabajo estable durante 7 años en el mundo marítimo, armadores de buques y consignatarias, para cumplir un sueño. Esta es su historia.
5barricas.- ¿Cómo empezó todo?
«Estudié derecho, pero el mundo del vino siempre estuvo ahí. He pasado muchas vendimias arrimando el hombro con la familia, sobre todo en la época en la que ves en ella la opción de sacarte algún dinerito para el ocio cuando somos jóvenes. Ahí comienzas a impregnarte de lo bonito que es recoger el fruto, de padecer si el año no era bueno climatológicamente, si había pedrisco… Lo he ido mamando desde pequeño. Luego estudié derecho y en esa etapa ya empiezas un a poco ser consumidor. Mi padre me iba introduciendo en el mundo del vino probando poco a poco algunas cosas».
5b.- ¿Era una afición entonces?
R.V.- «Recuerdo que en aquella época incluso me gustaba ordenar las botellas que mi padre acopiaba para su bodega personal, que era ya bastante extensa. Recuerdo que las ordenaba y clasificaba por zonas. Procuraba documentarme mucho, compraba todos los libros del vino que me parecían interesantes. Era una afición para mí que me venía por mi padre claro».
5b.- ¿Eras el que más sabía de vino en la facultad de Derecho?
R.V.- «En la carrera de derecho siempre era «el que sabe de vino». También en mi época con el grupo de pop-rock “Los Girasoules” era el que lo elegía en las cenas, el que lo llevaba a las fiestas, conciertos… Un poco el que elegía lo que se bebía. Tenía la cultura metida sin saber de vinos más allá del nivel consumidor».
5b.- ¿Y llegas a ejercer de tus estudios de manera notable?
R.V.- «Llegué al sector marítimo en una empresa consignataria de buques y después una armadora. Y seguía siendo el que entendía de vinos y los elegía en las reuniones alrededor de una mesa. Era el que cogía las cartas de vinos y ya por aquel entonces me atrevía a probar cosas diferentes a las influencias de mi padre. Me gustaba descubrir variedades, vinos distintos… Era una época en la que no había ni peces en el puerto… empecé de cero.
5b.- ¿Y cuándo decides saltar al vacío?
R.V.- «Sentí la llamada de la familia. Vendíamos toda la uva pero teníamos un sueño por cumplir que a mi padre no se le iba de la cabeza. Elaborar los vinos de nuestros viñedos. Tuvimos una ocasión de hacer una venta de un terreno y con ese dinero empezamos la bodega con lo básico. Era el año 1998 y así empezó todo. Me dejé el trabajo y la primera vendimia en la bodega recuerdo que me ayudó Dani Expósito, enólogo de Dominio de la Vega, que me enseñó la profesión de bodeguero en el día a día. No teníamos ni luz, funcionábamos con un grupo electrógeno. Para remontar un depósito igual me venía a las 2 de la mañana y a las 6 porque no había automatismos. Además coincidía con las fiestas en las aldeas y las de la vendimia de Requena y algún remontado lo he hecho viniendo directamente de esas fiestas (ríe)».
5b.- ¿Decides entonces formarte?
R.V.- «Tengo recuerdos de esa época como muy dura lo que me empujó a formarme. Decido matricularme en la escuela al tiempo que mejorar, en la medida de lo posible, la infraestructura de la bodega. Pero esa época nos permitió ver las necesidades que la bodega iba a tener. Gracias a esa vendimia hicimos la bodega a la manera de trabajar que yo pensaba».
5b.- ¿Qué recuerdos tienes de la Escuela de Enología?
R.V.- «Tengo recuerdos muy bonitos de los dos años que pasé en la Escuela y de mis compañeros. Era el padre de todos porque tenía 33 años. Lo pasé mal con la asignatura de química porque yo venía de letras puras. Se me hacía muy duro porque no entendía mucho. Tenía el lado romántico de la naturaleza, el viñedo… Sigo haciendo poco caso a toda esa parte científica y sigue pesando mucho la romántica. El vino viene de la uva y cuanto menos intervenga el hombre mejor. Pero necesitabas tener conocimientos de elaboración que era básico. Empezamos con poco volumen, siempre controlado. Pasitos muy cortos. Nunca hemos inaugurado la bodega porque hemos ido reinvirtiendo en ella. Empezamos en el año 2000 y comercializando dos después».
5b.- ¿Cómo empiezas a darte a conocer?
R.V.- «La primera feria a la que asistí fue Vinisud. Me acuerdo como si fuera hoy. Poco después a Prowein, vinos a la maleta, coche y pateo de medio mundo. De camino me iba parando en las tiendas de vinos a ver qué productos tenían y para que probaran los míos y tener un feedback directo para ver si iba en el camino correcto. Llegué a la feria y vi aquello, que tampoco era lo de ahora, pero ya te impresionaba de manera bestial viendo la competencia que me esperaba. Fui un poco observando y conseguí mi primer importador que sigue siéndolo después de 15 años. Alemania es hoy nuestro principal mercado. Tenemos una ventaja y es que siempre hemos sido ecológicos aunque no lo tuviéramos en la etiqueta por pereza con la burocracia. En Alemania me dijeron que hiciera la certificación que en ese país era una ventaja. Y lo hice. Empezamos con una marca casi para exportación que era Rebel·lia y ha ido muy bien. A la vez fuimos viendo otros países como EEUU, donde nos ha costado pero hoy ya estamos con una plataforma que funciona en 16 estados, Japón, países vecinos de Alemania, Suiza, Holanda, Dinamarca, Bélgica e incluso Inglaterra. Pero Alemania sigue siendo el principal mercado».
5b.-Llega el éxito más notable. ¿El Pago Los Balagueses es un antes y un después?
R.V.- «Pago de los Balagueses fue desde el primer minuto un éxito. Empezamos con el Syrah y fue una cosa espontánea. Una etiqueta hecha en poco tiempo porque el vino tenía que salir al mercado. La idea era hacer un vino con variedades que teníamos equilibrando el vino con el propio vino. Pero cuando probamos la syrah y todos los años era excepcional, lo vimos claro. Se había alineado todo y decidimos hacer el varietal. Y desde ese año el vino siempre ha dado la talla. Es el vino que nos ha dado a conocer. En 2005 hice la solicitud de Vino de Pago y no nos lo conceden hasta 2010 cuando sale la Orden de la Comunidad Valenciana. Lo éramos de facto, pero no podía figurar en la etiqueta. Desde 2011 somos Denominación de Origen Protegida Los Balagueses. Mantenemos en otros vinos la DOP Utiel-Requena.
5b.- ¿Por qué apuestas por las ánforas?
R.V.- «Con las ánforas apostamos por diferenciarnos en algo. En el estilo de vino nuestro siempre manda la fruta. Si somos viticultores y todo el año cuidamos la fruta, no tenía sentido que luego la taparámos con largas crianzas en madera. Hemos sido fieles a nuestro viñedo. Lo de las ánforas viene por la inquietud de preservar la fruta. La barrica aporta y comercialmente funciona, pero teníamos la inquietud de ver qué pasaba con la ánfora. Empezamos a hacer pruebas cada vendimia y llegamos a la conclusión de que a ciertos vinos le iba muy bien. Son ánforas nuevas hechas a mano de 150 litros. De ahí nace la saga Caprasia, en concreto el Bobal donde aportábamos estas experiencias. Ahora hemos hecho vinos con variedades como la nebbiolo, con la que se hacen los famosos «barolos», malbec y crujidera y fruto de esa experiencia hemos sacado el 100% madurado en ánfora , el Tecot. Han levantado cierta curiosidad y demanda. Y experimentaciones vendrán más.
5b.- ¿Y llega el respaldo de la crítica?
R.V.- «La verdad es que yo al principio no era partidario de los concursos y guías pero es verdad que el consumidor necesita referencias. Nos hemos presentado a los que consideramos más serios, con catas a ciegas, con jurados de prestigios y la verdad es que te ayuda a ver si estás en el camino correcto. Estamos muy contentos con el respaldo de la crítica porque avala nuestro trabajo y te ayuda comercialmente también«.
5b.- ¿Y ahora de tus propios compañeros enólogos?
R.V.- «Pues la verdad es que estoy muy agradecido a mis compañeros porque es un premio que dan los enólogos. Y que ellos reconozcan tu trayectoria es precioso. Tus mejores críticos son los enólogos que son competencia pero a la vez colegas, porque saben diferenciar con una cata diferente los vinos de calidad. Nosotros catamos buscando el defecto por deformación (ríe). El que un colega te dé una palmadita en la espalda es lo que más me enorgullece. La verdad es que es una satisfacción enorme. Estoy muy contento».
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