26 April, 2019
Tal día como ayer de hace medio siglo, 25 de abril de 1969, llegaba a Valencia desde sus queridas tierras de El Garraf Eduardo Mestres Mataró. Lo hizo para quedarse y para escribir, poco a poco, una de las historias más apasionantes del mundo del vino valenciano en el que desde el principio creyó mucho más que los propios bodegueros. Cogió su bandera cual Quijote y la fue llevando con orgullo allá donde iba. Convirtió sus tiendas de barrio, junto al resto de Els Bodeguers, en templos del vino, con muchísimas referencias de vinos llegados desde diferentes rincones de la Comunidad.
Y a medida que avanzaba en su camino iba marcándose nuevas metas, subiendo la exigencia del reto en cada paso. Y en a finales de los ’80 se propuso crear la Mostra de Vins. Recuerda que la noche anterior sólo tenían cerradas 6 bodegas. No durmió. Pasó la noche pensando y con los primeros rayos de sol saltó de la cama y comenzó a llamar una por una a las bodegas que le habían dicho no. A unos les compró palets de vino a cambio de que asistieran, a otros les “deslizó” que dejaba de comprarles… así hasta que consiguió que esas 6 fueran 16. Así nació La Mostra, después llegó Proava… y 31 años después, y 50 desde su llegada, ayer entregó su Premio Eduardo Mestres igual de emocionado que el primer día, o un poquito más. Este año ha querido reconocer la trayectoria de una familia bodeguera, los Valsangiacomo-Gil.
Un homenaje múltiple. En primer lugar para Don Arnoldo Valsangiacomo, que nos dejó el año pasado. Con él tuvo una estrecha relación. Siempre respaldó cada paso de Eduardo y eso, 50 años después, sigue grabado en el corazón de Mestres. Pero también quiso homenajear a su viuda, “la dama del vino valenciano” para Eduardo, y protagonista estelar desde la sombra de la brillante historia de la firma. Y por último, a la quinta generación de la saga, que actualmente lleva las riendas de la firma. Fueron 20 minutos de inmensa emoción. Eduardo regaló a la familia tres vinos, que guardaba como tesoros, elaborados hace varias décadas por don Arnoldo. Los hermanos Valsangiacomo le sorprendieron con un cuadro pintado por Elisa (la única de la saga que no se dedica al mundo del vino), reconocida artista valenciana, que recrea la mítica tienda de Eduardo Mestres en la calle Baja de Valencia.
Ha sido una semana intensa para él. Recibió el miércoles un merecido homenaje de los compañeros de Las Provincias en el programa de radio en el que colabora. Por allí fueron desfilando grandes protagonistas del sector en un documento sonoro que Eduardo guardará para siempre en su corazón. Apasionado siempre, en ocasiones beligerante hasta el extremo frente a molinos gigantes, en otras tierno y cercano… Así es Eduardo Mestres, genio y figura, una de las personas que más ha trabajado para que el vino valenciano tenga hoy el reconocimiento que toca.
Vaya desde aquí nuestro pequeño homenaje a Eduardo Mestres, un catalán que llegó a Valencia para enamorarse tanto de ella que, cuando regresa a su querida tierra, le llaman el valenciano… y él lo encaja con orgullo.
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