27 mayo, 2020
Ahora que poco a poco empiezan a abrirse los bares y restaurantes, siguiendo las medidas sanitarias pertinentes, la gastronomía vuelve a ser plato fuerte en la oferta turística de esta capital catalana que mira y admira al Mare Nostrum. Y es él la fuente de inspiración de su dieta mediterránea, uno de los tres Patrimonios de la Humanidad que atesora la ciudad junto al legado arqueológico de la Tarraco romana y los castells.
El plato estrella tarraconense es el romesco, elaborado con ingredientes de esta dieta: aceite de oliva, tomates asados, almendras y avellanas tostadas. Con todo ello se elabora una salsa fría que acompaña a pescado, verduras o carne, etc. También el plato caliente, es un guiso con ‘nombre y apellido’ y variantes distintas: ‘romesco de rape’, ‘romesco de pulpo o sepia’ e incluso ‘romesco de conejo’ o ‘romesco de rabo de toro’.
Al Serrallo llegan también otros frutos del mar como la gamba roja, el pulpo, la sepia… o pescado reconocido con la DO Pescado Azul de Tarragona. También cobran notable protagonismo los arroces en sus diferentes variantes –paella marinera, arroz negro, arroz caldoso de galeras…– o los sabrosos fideos rossejats (dorados).
La oferta de restauración tarraconense es muy variada y va desde la vegana o la vegetariana a la cocina informal, la casera, la internacional o la creativa y de autor.
Además, en la Part Alta, el casco antiguo, la gastronomía se fusiona con la historia de la mano de diversos restaurantes parte de los cuales tienen restos arquitectónicos romanos, como Les Voltes, Pulvinar, Seasons, AQ o Barhaus. O también Els Arcs, entre arcos góticos del siglo XIV.
El vino tarraconense es el complemento perfecto para maridar todas estas delicias gastronómicas. Haciendo honor a sus raíces romanas, nada mejor que los excelentes vinos de la DO Tarragona. De la misma, la franja que corresponde al Camp de Tarragona produce vinos blancos muy suaves, equilibrados, aromáticos y afrutados; y también tintos firmes y aromáticos. Esta Denominación de Origen produce también vinos rosados, frescos y de color cereza, arraigados en la Ribera d’Ebre, zona que también genera tintos que armonizan el cuerpo y el color de la cariñena y la riqueza de la garnacha. Entre estos vinos se incluyen también mistelas y rancios, ideales para acompañar postres.
Los amantes del enoturismo tienen en la DO Tarragona tres Rutas del Vino, en una de los cuales está integrada la capital: Ruta C, ‘De la Tarraco Romana a las bodegas modernistas del Alt Camp’. Esta interesante ruta transcurre por Els Munts, Tarraco romana, Centcelles, Centro histórico Valls, Monasterio de Santes Creus y Santuario de Montserrat. Y en la misma pueden visitarse nueve bodegas: Padró y familia, Celler Mas Bella, Adernats-Catedral del Vi, Celler Sanromà, Cellers Blanch, Vins i Caves Vives Ambròs, Mas Vicenç, Vinya Janine y Estol Verd Celler.
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